La reelección presidencial en la nación dominicana y de los demás cargos electivos, incluyendo plenos de órganos constitucionales, tienen una responsabilidad infinita, para explicar el triste derrotero al que hemos llevado la democracia en la nación dominicana.
Precisamente, por permitirse la reelección, los gobiernos de turno y los poderes del estado, se confabulan y forman redes mafiosas, que buscan la perpetuidad por un lado y la impunidad de sus corrupciones, apostando como siempre al olvido, al tiempo y a los acuerdos para la próxima sucesión en el poder, de forma tal, que facilitándose las transiciones convenientes, el anillo de poder de turno salga ileso, a pesar de sus actividades delictivas.
Los blindajes para garantizar esto están a la vista de todos, aunque las narrativas de la independencia de criterio para la aplicación de lo justo, se utilice como estandarte, pero en la práctica, la gente sigue percibiendo más de lo mismo.
Esta misma posibilidad de reelección, permite a los partidos de gobierno, apertrecharse, prepararse, asegurarse el poder casi absoluto, utilizando los recursos del estado, el presupuesto nacional, manipulando el flujo de recursos hacia entidades criticas, imponiendo posiciones clave a conveniencia, de forma tal, que el axioma de la política al que toda la partidocracia se aferra, llegar y mantenerse en el poder, es más importante que el interés nacional.
Es precisamente ese maltrato de todos los que han pasado por la cosa pública hacia el interés y la salud de la república, lo que ha caracterizado el accionar de los funcionarios, que han hecho parcelas suyas las instituciones del estado, para imponer voluntades, por encima del compromiso institucional y la razón de ser de las mismas.
Este proceso de degradación institucional es evidente y se refleja necesariamente en la calidad de los servicios públicos. El objeto de servir se ha sustituido por la creencia de mandar, porque nos gusta dar a entender que tenemos poder, sin importar la naturaleza de nuestro que hacer institucional.
De aquí que el daño que ha hecho la actividad pro reelección en el país, ha sido enorme, y al parecer, ese espíritu caudillista adorna a todos los que se creen que pueden ser presidenciables, no entiendo en base a qué condiciones distintas a la apetencia del poder.
Pero basados en esa práctica odiosa de la reelección, esta la falta de equilibrio en las cámaras legislativas. Fundamentadas en un método que se presta a prácticas mafiosas como lo es el método D’Hont y ese discrecionalidad que se le permite a los partidos para tener reservas, cuando el derecho a elegir y ser elegidos no es de los partidos, sino de los ciudadanos.
Ese equilibrio en las cámaras es tan fundamental y crítico, que debe imponerse, luego de un saneamiento de los ventorrillos políticos actuales, que se dará de manera automática, desde que se corte la fuente de financiamiento a los partidos con dinero público. El tigueraje de formar un partido para vivir del más pendejo, debe terminar en la nación dominicana.
Desde que ya no exista esta disposición de financiamiento, los que realmente han querido chupar de la teta y que realmente no les importa la nación, que son la mayoría, irán dejando de lado el ventorrillo y se unirán a otros partidos con mayores posibilidad de acceso al poder.
Pero tampoco podría ningún legislador reelegirse, pues ese mismo criterio para la mafia y la corrupción se siembra en esta misma posibilidad, sobretodo, alimentándose de sobornos, coimas, lobbies y hasta financiamiento del crimen organizado.
Pero algo fundamental en este modelo de democracia que proponemos, es la ratificación de medio término de todos los cargos electivos y plenos de órganos constitucionales. A mitad de camino, que El Soberano Mandante, el pueblo dominicano, decida si las personas electas, completaran su mandato o si serán sustituidas por no haber cumplido su papel en los cargos que ocupan.
Estableciendo esta posibilidad, termina de inmediato la cogioca, y las personas electas se integraran desde el primer día a su trabajo, sabiendo que no podrán reelegirse y que además, a medio término, si no dan pie con bolas, se van para sus casas. Pero tres auditorias patrimoniales a cada funcionario: al inicio, a medio término y al final del periodo. Con castigos ejemplares para los que hayan cometido actos de corrupción y logrado enriquecimiento ilícito.
Claro implementar estos puntos implican la realización de un Referéndum, que lo hemos denominado, El Referéndum del Soberano Mandante. Y dentro de su capacidad plenipotenciaria, están estos puntos señalados y en adición, establecer la agenda legislativa y realizar cualquier cambio a la constitución y las leyes que sean necesarias.
Algo que podría ser importante, para atenuar aquello de que cuatro años no son suficientes para una gestión presidencial, seria la ampliación del periodo presidencial a cinco años, pero dejando la ratificación a medio término como una condición indispensable.
Sabemos que estos cuatro puntos no serán suficientes, para lo que sería una verdadera reingeniería del sistema de gobernanza en la nación dominicana. Pues El Soberano Mandante como dueño de la fiesta, puede rescatar o delegar el poder que como soberano le pertenece.
La manipulación legislativa siempre dañina por estar históricamente apegadas a intereses infernales, tiene que ser abolida, con una agenda legislativa pre aprobada por el Soberano Mandante.
El método para el accionar del soberano mandante, que necesariamente está por encima de los partidos y de cualquier gobierno de turno, deberá reformularse, tal vez con la introducción de mecanismos de supervisión y participación directa, para que el adiós de la malsana partidocracia que hemos desarrollado sea completo.
Por Julián Padilla
