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30 de diciembre 2025
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OpiniónJabes RamírezJabes Ramírez

Redescubriendo a Maquiavelo: Más allá de la mala fama

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Uno de los peores crímenes que se ha cometido con la historia a través del tiempo es el exceso de interpretación de hechos. La historia siempre se ha visto contada, interpretada y afectada por los distintos sesgos de aquellos que se dan la tarea de narrar según el marco de una moralidad específica. Los mismos que, más allá de la narración, haciendo uso de la escritura y el diálogo, se dan el permiso de ordenarnos de forma implícita la manera en la que debemos asumir los hechos y a los autores de ellos. En todas las áreas, ramas, disciplinas, incluso religiones, la historia tiene de forma predeterminada a sus héroes y sus villanos; en ocasiones, mal interpretados. Es tarea de los escudriñadores ofrecer otras perspectivas, a fin de emanar un diálogo constructivo que tenga como propósito la arquitectura de argumentaciones que obedezcan contextos, ciclos históricos, criterios, necesidades de acción, causas, épocas y tendencias.

A finales de los años 1300, Europa se preparaba para pasar por un período de transición importante. La época de un cambio de concepciones se avecinaba, y la política era una de esas ramas que iba a conocer una transformación y un nuevo método de concepción. Todo esto, de la mano del pensador político más importante de occidente para la época, a su vez el menos comprendido por la historia, Nicolás Maquiavelo. Su nombre en la actualidad le hace honra al adjetivo maquiavélico, mismo que designa al tipo de política embustera, egoísta, manipuladora, interesada, misteriosa, y cualquier otro término que sirva para un uso denigrante de la misma. Sin embargo, es precisamente este enfoque el que nos hace cargar con una deuda histórica frente al Florentino.

Nicolás Maquiavelo ha sido asumido en el tiempo como lo peor en materia política. La historia lo coloca como el trastornador de la buena política, y el autor que convirtió lo político en una bajeza sin remedio; nada más alejado de la realidad. Maquiavelo es el vivo ejemplo de lo que sucede cuando analizamos la historia de forma emotiva, lejos de la razón y cerca de la pasión que nos caracteriza como humanos. El Florentino nos dejó enseñanzas importantes en sus escritos, siendo el primer pensador en atreverse a confrontar la concepción política arrastrada desde los griegos. Su obra cumbre, El Príncipe, es un material que nos pudiese funcionar, aún hoy, para entender los misterios que esconde el poder. Repasar sus escritos nos acercaría incluso a conocer la vulnerabilidad de las masas en materia política, sobre todo hoy con un mundo polarizado, liderado por opiniones pasionales que nos hace asumirnos en clave de enemigos y amigos.

La Europa renacentista conoce, de la mano de Nicolás, una propuesta política distinta en cuanto a interpretación y enfoque. Inspirado en escritos romanos y arrastrado por una concepción humanista del hombre, Maquiavelo se contrapone al pensamiento político tradicional idealista, y concibe la política en términos de utilidad y praxis; la política ya no es más una idealización de un deber ser, sino lo que es en términos fácticos. En ese contexto, la política se transforma y se asume de forma útil, alejándose de lo moral y lo ético en términos filosóficos. A diferencia de otros pensadores políticos, se oponía a que la razón de ser del estado estaba reducida al cuidado de la moral de los ciudadanos, y promulgaba que su propósito era la garantía de seguridad y bienestar. Adecuado al momento histórico, el núcleo de su criterio político reposa en el ideario renacentista de pensar a la sociedad en términos humanos, creando una importante distancia de los ideales religiosos que dominaban la época.

Aquí es donde debemos comenzar a reflexionar acerca de la importancia de este pensador. Lo importante de sus afirmaciones no son las conclusiones como tal, sino la causa y el porqué de su juicio para con la sociedad. El Florentino lleva a cabo un análisis y plantea la naturaleza de los seres humanos a partir de observar el comportamiento de los individuos en sociedad; sus interacciones, forma de comunicarse, estilos de pensamiento, personalidades y demás. Para Nicolás, el ser humano no es más que un sustantivo parlante, carente de empatía y cargado de egoísmo, capaz de engañar a causa de su propia supervivencia. Todo esto sumado a la vulnerabilidad del hombre frente a sus líderes, a ser engañado.

Esto pudiese concluir a primera vista que la concepción e interpretación del Florentino es radical y un tanto cínica. Sin embargo, partiendo de estas terminaciones, Maquiavelo hará conclusiones en torno a lo político y a la forma de gobernar a este ser humano que él ha estigmatizado de forma negativa. Ese prototipo de hombre definido por el Florentino es lo que lo llevará a convertirse en una de las figuras más importante de la historia política, construyendo mediante uno de sus textos esa sociedad ideal, y esa figura a la que el concluye como un príncipe; cargada de atributos y características negativas, pero útiles para el bien común y el ejercicio de la gobernanza. Para el Florentino, lo que muchos pudiesen entender como inutilizable en la personalidad de los individuos, él lo ve como un medio para llegar a un equilibrio social bien esperado. Las características negativas de los hombres, aquellos malos rasgos producto de nuestra propia naturaleza, serán el medio para la construcción del bien común.

De las características más importantes y mejor concluidas del Florentino, está la tendencia humana a la imitación por inercia. Ese instinto colectivo que nos empuja a convertirnos en sociedad, aquello que nos hace seres sociales e individuos masificados, construidos y guiados de forma homogénea. Para Maquiavelo, esa cualidad negativa puede ser provechosa, siempre que se trate del bien común. El hombre es un animal político, en cuanto de forma instintiva se colectiviza y convierte en sociedad, pagando con esto el precio de la libertad, entregándola a un líder en particular. Nicolás entendió que dentro de ese comportamiento imitativo existía la condición a no pensar de forma autónoma. Lo que nos une, lo que nos hace sociedad en tanto que nos imitamos, es precisamente la entrega deliberada de nuestro pensamiento y juicio; nos cuesta pensar por nosotros mismos.

Hoy más que nunca el mundo afianza el pensamiento del Florentino. El mundo se sumerge cada día más a la imitación por inercia. Mas aun, la política hoy es pensada en clave digital y mercadológica. La política del siglo XXI es más personal que en cualquier otra época, ofertando al votante un mar de emociones carentes de fondo y sustancia. El político siempre ha conocido este pormenor, lo que nunca había tenido en sus manos era una plataforma que empuje e inspire a los individuos a la actuación imitativa. Hoy imitar es la norma y disentir es no ser parte del colectivo. Bajo el paraguas digital, imitar es casi una obligación y la disidencia te aleja del colectivo, a la vez que eres negado y discriminado de manera soterrada. Nicolás Maquiavelo pudo entenderlo sin la necesidad de avances tecnológicos. Lo que nunca alcanzo a pensar el Florentino es que llegaría un momento en la historia donde esto no sería una condición como tal, sino una manufacturación inducida posiblemente desde la niñez.

Lo curioso de todo esto es que, pasamos a este autor a la historia cargado de morbo y mitificación. Mitificamos al pensador que materializó lo que simplemente en el tiempo resultó ser una condición natural en las personas, misma que hoy tiene un papel importante en la política moderna. La política galvaniza en colectivos los criterios individuales, creando segmentos empujados por el marketing. El político hoy es un producto de consumo, y en tanto que es producto es customizable. La política moderna apostó doble por el Florentino, ya que no solo somos seres imitativos a manera horizontal, sino que verticalmente se nos escenifican personajes a los que quisiéramos imitar; hoy no solo seguimos al líder, sino que lo aspiramos.

Entre tantas cosas, Maquiavelo también parece a ver vaticinado la publicidad política. No solo comprendió de qué manera se puede utilizar al ser humano cuando revertimos sus defectos, sino que discernió que siempre que estemos bien haremos caso omiso al medio que conllevó a ese estado de bienestar. El hombre no solo tiende a la imitación conductual que le empuja a no pensar por sí mismo y a necesitar la figura de un líder, sino que también hace de ese líder un ser incuestionable, entre tanto le haga sentir algún grado de bienestar. La frase más famosa de Nicolas Maquiavelo llama la atención, más por su mala concepción que por su contenido. Ha sido uno de los enunciados más manoseados a través de la historia política, y como consecuencia a esto, ha perdido el sentido y la riqueza de su enseñanza.

El fin justifica los medios no es un enunciado que es un fin en sí mismo, sino la causa de. El enunciado que popularizó, hasta cierto punto, a la figura de Nicolás no es un pensamiento en sí mismo a manera de causa, sino el resultado de un análisis previo de la sociedad en general. Según hemos podido apreciar, el hombre no ha sufrido cambios significativos en términos de interacción social, al menos no desde las conclusiones del Florentino. El fin que no toma en cuenta el medio es más de lo mismo, no solo tratándose de que un príncipe deba preocuparse por la conquista y el mantenimiento del poder. Originalmente, el fin que pretende hacer caso omiso al medio por el cual llega es una conclusión sujeta a la poca atención que hacemos cuando se trata del mantenimiento de nuestro bienestar.

Tomando en cuenta las palabras textuales extrapoladas de su obra, vemos que el fin justifica el medio cuando es producto de la ignorancia y la poca observancia de los hombres. Un poco parecido a nuestra época en curso, donde lo que solemos apreciar es el resultado de las conclusiones, mas no el proceso que conlleva. Cito al príncipe: “En los actos de todos los hombres, y especialmente de los príncipes, no se puede recurrir a la justicia, lo que importa es el fin. A un príncipe solo debe preocuparle conquistar o mantener el Estado, porque siempre se considerará que los medios son honrables y dignos de la alabanza de todos, dado que las masas solo ven las apariencias y los resultados de los asuntos, y el mundo no es otra cosa que las masas”. Como licencia para el mantenimiento del poder, esta conclusión del Florentino ha sido utilizada como carta de justificación para el ejercicio deliberado del poder, haciendo mal uso de citas al autor, sacando totalmente de contexto la riqueza de su contenido.

El fin justifica los medios no se trata de una intención deliberada del ejercicio del poder. Su enseñanza no se encasilla al desquicio desenfrenado de deseo de poder absoluto por parte de muchos gobernadores. El fin que justifica los medios es una herramienta producto de la carencia de atención y el egoísmo que nos rodea. Más que un mensaje para el mantenimiento del poder es la correcta comprensión de la vulnerabilidad de masas que tienen los humanos. El fin justifica los medios es una causa y no un fin en sí mismo; es el resumen, en términos de poder, de la comprensión conductual de las masas.

La figura de Nicolás Maquiavelo se erige como un faro en la historia del pensamiento político, iluminando aspectos profundos de la naturaleza humana y la praxis del poder. Su legado, a menudo distorsionado y reducido a clichés simplistas, merece ser reexaminado con una mirada fresca y crítica, no fundamentada en los sesgos del pasado. Al explorar sus escritos con detenimiento, descubrimos que el Florentino no solo desnudó las realidades incómodas de la política, sino que ofreció herramientas valiosas para comprender y navegar las complejidades del liderazgo y la gobernanza. Maquiavelo nos desafía, hoy más que nunca, a mirar más allá de la superficie y a cuestionar nuestras propias suposiciones sobre la moralidad y la política. En un mundo cada vez más polarizado y dominado por la manipulación mediática, su obra se convierte en una invitación urgente a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza y las dinámicas de poder que nos rodean. Es en esta riqueza de pensamiento donde radica la verdadera relevancia de Maquiavelo, haciendo de su estudio una tarea no solo relevante, sino esencial para cualquier interesado en el devenir de nuestra sociedad.

Por: Jabes Ramírez

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