Independientemente de las observaciones que haya hecho la OEA y los demás participantes en este proceso electoral municipal, es innegable que la Junta Central Electoral y las Juntas Municipales y los colegios electorales, desarrollaron una tarea que merece el crédito de los dominicanos.
El tema de los equipos y su funcionamiento al parecer quedó “descartado” como una problemática o un riesgo inherente del proceso, así como también el mencionado software de transmisión.
Los temores de sabotajes al parecer quedaron como infundados, aunque fueron necesarios de expresar, para sobre asegurar un proceso vital para el desenvolvimiento democrático del país.
Sin embargo, este primer ejercicio con el sistema utilizado, no es garantía de que el siguiente nivel del ejercicio, no tendría contaminaciones o intentos de verdaderas distorsiones, como ha venido ocurriendo en el pasado.
Por ello, hay que volver al sobre aseguramiento de los equipos, software, pruebas en paralelo y todo lo que deba hacerse, para garantizar la transparencia, la transmisión de datos, mantener el kit de emergencia y cualquier otra medida de aseguramiento del proceso.
La baja participación en las votaciones, no es atribuible a la gestión de la junta central electoral, desde el punto de vista de la organización de este certamen electoral. Aunque no deja de ser un actor clave en el descredito institucional que había acumulado esta entidad, sobre todo por las ultimas experiencias electorales.
La explicación de la altísima abstención a nuestro entender es mucho mayor que la que se ofrece como versión oficial. Tiene causas y elementos combinados de la perdida de la fe en los partidos políticos, las promesas incumplidas por los candidatos electos en el tiempo, y muchas manipulaciones que rayan en el delito electoral, que al parecer algunas se mantienen aún en este proceso, como lo ha sido la compra de votos y por supuesto, el uso de los recursos del estado para estos fines.
Un elemento que debe pensarse seriamente, sumado al uso de los recursos del estado, es un hecho que seguramente tuvo algún significado en el presente proceso, y lo fue la entrega tardía de los fondos, que por derecho tienen los partidos políticos para sus actividades proselitistas. Dos días antes de las elecciones se procedió finalmente a la entrega de estos fondos, y por lo tanto las actividades de los partidos pudieron ser afectadas y entonces, sumarse a las causas de la baja participación de los votantes.
Siendo el gobierno central quien maneja los fondos, y existiendo una actividad proselitista reeleccionista, es imposible separar la tardanza en la entrega de estos fondos, de la conveniencia política a los fines electorales.
Como resultado de este proceso electoral, ya se completa el reconteo y la verificación de los votos nulos y observados. Sería importante para el aprendizaje colectivo, poder clasificar, cuantificar y establecer de forma total, por categorías y porcentual, las razones clasificadas de los votos nulos y de los votos observados.
En nuestra experiencia de votación por ejemplo, nos dimos cuenta, de que luego de marcar la boleta el color de la tinta traspasaba el papel de la misma.
Nos dimos cuenta de esto cuando comenzamos a doblarla para depositarla en las urnas. No sé si el calibre del papel utilizado en la boleta o lo fuerte de la tinta del crayón combinados, producen este efecto. Pero vale la pena verificar si esto podría provocar votos nulos y observados.
El principal problema de este proceso electoral se relaciona con la institucionalidad, autoridad y legitimidad de los resultados, fundamentalmente por la gran abstención electoral, que independientemente de la versión oficial, la percepción que se tiene es de una abstención mucho mayor.
Se parece a aquella información que no pudo ser cotejada entre salud pública y la misma junta central electoral, por los muertos como consecuencia del covid. Mientras lo boletines no llegan aún a 5 mil muertos, hacía rato que la Junta Central electoral pasaba de 8 mil por esta causa.
Como un adelanto de mejora sistémica, podría ser apresurada la medida, de lograr que se modifique el proceso de votación para las próximas elecciones, unificándolas todas en un solo día, aunque es claro que harían más pequeña la abstención. Pero también no dejaría ver el sentimiento popular ante las realizaciones gubernamentales y municipales.
Con este conocimiento previo, valdría la pena que los partidos políticos y demás actores del sistema, hagan un alto para la reflexión y mejoramiento de sus actividades políticas, de manera que se salvaguarde el sistema democrático que tantas luchas ha implicado para la conducta y conciencia nacional.
En términos generales, la Junta Central Electoral logró con éxito un primer cometido: el montaje de estas elecciones municipales.
Sin embargo las observaciones de la OEA que son tímidas para lo que la población percibió con la compra espectacular de cedulas y votos, será muchísimo mayor en las elecciones presidenciales. Así como también los brotes de violencia que se verificaron en algunos colegios electorales.
Las pasiones políticas están ahí y bien hace el partido de gobierno, en no salir a celebrar una victoria, que con esta amplísima abstención indica claramente, que más de la mitad del país no se sintió motivado en participar, y de una forma indirecta a votado en contra del proceso electoral y de la oferta recibida.
La falta clara de discursos políticos, muestran una farsa en las aspiraciones que restan y retan aun más a los ganadores, pues su autoridad moral deberá ser ganada con sus realizaciones y demostraciones cotidianas en beneficio de la colectividad.
Hay un reto grande para las autoridades municipales de demostrar al pueblo dominicano en cada municipio, que realmente merecen su elección y que se notará la diferencia: porque habrá un antes y un después en cada nueva gestión.
Lo mismo ocurre con la oferta electoral para los fines congresuales. No existe un solo indicador motivacional que invite a unas votaciones, que no sea el ser Fans de algún partido político o amigo de algún candidato. Porque de tratarse de un discurso político, de una oferta electoral, la percepción es aún peor, que la misma oferta electoral hecha para las elecciones municipales.
El más grande descredito del sistema democrático dominicano, se concentra en las cámaras legislativas. Su capacidad gomígrafa le delata, por lo que se compromete su capacidad fiscalizadora al actuar como un “yes men”, frente a todas las iniciativas gubernamentales.
La incompetencia de los legisladores al no poder mostrar un liderazgo personal distinta a la del tutumpote, inhabilita moralmente a mayoría de los actuantes y debilita cualquier discurso y con esto se alejan cada vez mas del corazón del pueblo dominicano.
Muchos legisladores han mostrado una incapacidad letal en su rol fiscalizador y ser capaces de crear leyes aberrantes, y por ello, han mostrado una distancia enorme del interés nacional y un divorcio casi irreconciliable con la nación dominicana.
Pero al parecer, la búsqueda de mantener el criterio de mi congreso, como una meta partidaria infernal, mantendrá esta práctica congresual para las próximas gestiones legislativas. Siendo así: ¿Qué discurso podrían mostrar lo que están, los que se reeligen y los que vienen?.
¿Donde se concentra pues, el discurso político que debería ser motivacional pero creíble?: en las candidaturas presidenciales.
Pero al parecer el menú electoral que se le vuelve a presentar a la nación, se niega a sí mismo, pues ambos lados de la ecuación insisten en que el retador no merece otra oportunidad.
En ambos extremos de la mesa en esta partida de ping pong, por razones distintas y hasta contrapuestas, señalan con el dedo índice al opositor, pero sin proponérselo se auto señalan con los cuatro dedos restantes de la mano.
Por eso se apuesta a una descarga emocional para impulsar la decisión del voto, pudiéndose repetir el fenómeno de la abstención en los que asuman el ejercicio de un voto de conciencia.
Por esta triste realidad, se volcará nuevamente el despilfarro de los recursos públicos para una campaña política feroz, y no será posible para ninguna alcaldía mantener su pretendida belleza municipal, al intentar evitar la contaminación visual y mucho menos la sónica.
El descontento por cualquier lado de la ecuación es nacional y estas elecciones presidenciales y congresuales, tendrán una altísima carga emocional y de castigos mutuos, que se reflejará en una polarización electoral histórica, con una potencial segunda vuelta a la vuelta de la esquina.
Lo que debería obligarse, y tal vez ser parte del proceso que facilita la Junta Central Electoral, sería el influir de alguna manera, para que existan ofertas electorales reales y para que el debate político sea obligatorio. Pero con respuestas a preguntas populares, no teledirigidas por ONGs que no representan el interés nacional.
La junta central electoral ha tenido un primer picazo exitoso en la reconstrucción de la confianza institucional perdida, y tiene ahora un nuevo y más grande reto, que de lograrlo, le afianzará y le permitirá: ganar más que el aplauso mediático, la confianza nacional.
Por Julián Padilla
