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27 de diciembre 2025
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OpiniónPablo ValdezPablo Valdez

Quinta generación

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• Porque la universidad es otra cosa

Aunque mi formación académica y mi práctica profesional se han desarrollado en el campo de la Contabilidad y la administración y he realizado estudios de posgrado en Negocios y en Derecho del Comercio Internacional, no he querido ser indiferente a los cambios que definen nuestra época. Por eso, me he adentrado —con respeto, curiosidad y sentido crítico— en el universo de la tecnología informática y de las redes móviles. No lo he hecho para convertirme en experto, sino para dotarme de una comprensión básica que me permita leer con claridad los códigos del presente. Entre esos códigos, resalta uno que cada día cobra mayor relevancia: la llamada “quinta generación”.

Hablar de quinta generación no es solo referirse a una cronología o a un avance técnico. Es, en muchos sentidos, nombrar una ruptura, una transformación que reconfigura la manera en que vivimos, nos comunicamos, producimos, pensamos y —por supuesto— enseñamos. Porque si algo debe quedar claro en la universidad de hoy es que el conocimiento ya no viaja en un solo sentido ni permanece encerrado en los libros: se construye en movimiento, se comparte de forma inmediata y se reinterpreta constantemente.

🖥️ De microprocesadores a inteligencia artificial

En computación, la cuarta generación fue reconocida por la aparición del microprocesador, ese pequeño gran salto que permitió desarrollar dispositivos más veloces, portátiles y potentes. Sin embargo, la quinta generación rompió esa lógica lineal. No solo mejoró lo anterior: cambió las reglas del juego.

La semilla de esta transformación se sembró en Japón en la década de 1980, cuando el Instituto de Nuevas Tecnologías en Computación (ICOT) emprendió el proyecto FGCS (Fifth Generation Computer Systems). Su objetivo era ambicioso: construir computadoras capaces de razonar. Hoy, ese sueño se refleja en desarrollos como la inteligencia artificial, los algoritmos de aprendizaje automático, las redes neuronales y el procesamiento del lenguaje natural. En otras palabras, estamos rodeados de sistemas que ya no solo calculan, sino que aprenden, interactúan y, en cierta medida, deciden.

Y aquí la universidad no puede quedarse atrás. Ya no basta con enseñar a operar computadoras o a usar plataformas digitales: hay que formar personas que comprendan el alcance ético, social y político de estas tecnologías. Personas que, más allá de consumidores, sean constructores del mundo digital que habitamos.

📡 Del acceso rápido al entorno inteligente

En el ámbito de las telecomunicaciones, el paso del 4G al 5G no es solo una mejora en velocidad o en estabilidad de conexión: es una mutación del entorno. El 5G no se siente como una herramienta adicional, sino como una atmósfera que lo envuelve todo.

En educación, sus impactos son tan visibles como profundos: clases inmersivas, entornos tridimensionales, laboratorios virtuales, recursos adaptados al ritmo del estudiante, modelos híbridos que desdibujan la frontera entre lo físico y lo digital. No se trata de una moda pedagógica, sino de una condición de posibilidad. La universidad tiene ante sí una oportunidad histórica: redefinir su modelo, sus ritmos, sus lenguajes. Y también su propósito.

👥 Quinta generación como legado social

Pero el concepto de quinta generación no es exclusivo de lo técnico. También tiene una resonancia social y simbólica. Lo escuchamos en frases como:

“Soy la quinta generación de músicos en mi familia.”
“Pertenezco a la quinta generación de docentes de esta institución.”

Estas expresiones nos hablan de herencias, de vocaciones transmitidas, de identidades cultivadas a lo largo del tiempo. En ese sentido, la universidad también debe concebirse como una institución de quinta generación: no porque adopte las últimas tecnologías, sino porque entiende su papel como espacio de continuidad y transformación cultural.

Debe ser capaz de recibir los legados del pasado, interpretarlos con mirada crítica y proyectarlos hacia un futuro más justo, más humano y más consciente.

🏛️ Una universidad que se reinventa

Ser una universidad de quinta generación no significa tener más dispositivos ni más conectividad. Significa:

⁃ Integrar la inteligencia artificial sin perder la ética.

⁃ Replantear sus estructuras para responder a las nuevas formas de aprender y de vivir.
⁃ Escuchar con atención a quienes llegan: sus voces, sus luchas, sus sueños.

Porque la universidad, más que una institución, es una promesa. Y esa promesa no se cumple repitiendo fórmulas, sino asumiendo el riesgo de transformarse.

La universidad no debe limitarse a custodiar el conocimiento del pasado, sino a acompañar —y provocar— el nacimiento de nuevas formas de saber. Ser el espacio donde dialogan generaciones, donde la tecnología no sustituye al pensamiento, sino que lo potencia. Donde no solo se aprende lo que hay, sino que se intuye lo que viene.

Porque sí, la universidad es otra cosa.

Y en esta quinta generación, debe ser mucho más.

Por Dr. Pablo Valdez

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