Si hacemos comparaciones de los manejos de las finanzas públicas y nos vamos a los tiempos del Chivo o nos mudamos a los tiempos de Elito, y luego brincamos a la gavilla que mencionaba con sazón el profesor Juan Bosch, que han resultado ser los gobiernos post-Balaguer, entonces podríamos comenzar a diferenciar estos criterios que queremos abrazar a continuación.
La vieja creencia de que se puede robar y dejar obras hechas es un paradigma que definitivamente se implementó en la cogioca morada, que fue sustituida por una nueva cogioca, la del batón ballet de la gestión del cambio. Es decir, obras que nadie ve, pero sin un chele en la alcancía.
En ambos casos, que suman los famosos 25 años de la máxima cogioca y desarrollo del crimen organizado en el país, el tiempo donde más proliferaron los lavaderos de autos y de cualquier cosa parecida al polvo blanco, se ha desarrollado hasta más no poder la principal quiebra que tiene el país, la quiebra moral.
¿Quién puede creer en quién en la querida Dubái del Caribe? ¿En cuál político, presidenciable o no, se puede confiar?
Sin embargo, además de la quiebra moral, que es la quiebra primera de todo sistema de gestión estatal, también está la quiebra técnica. Pero si buscamos un poquito más a fondo, nos daremos cuenta de que esa quiebra técnica ha sido deseada, profundizada, porque nuestras codicias y ambiciones para el enriquecimiento ilícito han sido tales, que comenzamos a matar a la gallina de los huevos de oro, y me parece que ya la matamos.
Entre todos hemos asesinado brutalmente al Estado-nación; no nos ha sido suficiente el entreguismo consuetudinario que han mostrado los gobernantes de los últimos 25/30 años.
Hemos abierto las puertas al caos, por la misma causa que hemos matado la gallina de los huevos de oro, para sacar provecho coyuntural de cualquier oportunidad desde el Estado, desde las posiciones que hemos mantenido mal, con nuestras decisiones y contratos mal concebidos, con endeudamientos, con robo al erario, con acuerdos defraudadores del interés público. Con una mafia imperante y operante que está por encima del bien y del mal en la nación dominicana.
La hediondez de la gallina muerta es evidente; las plumas ya volaron y solo quedan los cascarones putrefactos y, como recuerdos, el pico y la pala, tal como les llaman los que venden pollo matado para la cocina criolla.
Pero la quiebra técnica es bueno definirla y compararla. En una empresa privada, se entiende que existe una quiebra técnica cuando los niveles de producción, ventas, cobros no son suficientes para que una empresa honre sus compromisos de corto plazo, y con esto se obliga a un endeudamiento progresivo que sencillamente hunde cada vez más la posición financiera de la empresa, hasta que esta se ve obligada a cerrar y a declararse en quiebra.
En el caso de un estado quebrado, la cosa es muy diferente, porque, aunque los atracadores que pasan por la cosa pública han querido convertirlo en una empresa, no menos cierto es que debe diferenciarse de un gobierno quebrado.
Un gobierno puede estar quebrado, claro que sí. Es el mismo concepto de no poder asumir y honrar los compromisos que se tienen. Pero todo esto con la premeditación y la alevosía de los criminales de cuello blanco que los han gobernado.
Y como el Estado no tiene dolientes, y los que pudieran ser dolientes los tenemos amordazados y les hacemos cómplices con un empleíto en una nómina supernumeraria, no tenemos el derecho siquiera a opinar.
Ah, pero también tenemos una democracia real en el país, gobiernos que se aseguran de que la mayoría esté mal; por lo tanto, el sentimiento de malestar lo tiene la mayoría; eso es democracia. La mayoría no tiene calidad de vida, ni salud, ni educación, ni trato digno de las inoperantes autoridades que solo saben abusar.
Pero sigamos con la quiebra técnica. Un gobierno puede tener una quiebra técnica, por supuesto que sí. ¿Pero cuándo se puede dar esta quiebra técnica? Sencillo, nos endeudamos hasta más no poder, incrementamos los compromisos a corto plazo (intereses de la deuda), aumentamos los gastos corrientes al máximo y las nóminas las triplicamos para asegurar votos y permanencia, y luego, entonces pretendemos decir y sostener que tenemos un déficit fiscal, que necesitamos más impuestos, porque si no entra más dinero, no podemos cumplir, entonces estamos quebrados.
Lo voy a decir en español dominicano: ¡Qué pendejos estamos! Creamos el problema, nos hacemos ricos, nos apoya la PARTIDOMAFIA, pues gane quien gane, si hay más impuestos, les tocará manejarlos y robárselos, y el pueblo que siga pagando los platos rotos.
Así sí es bueno hablar de un estado o gobierno quebrado. Y si nos retrotraemos al 2020, a la pandemia, el mismo Mago de Oz decía que estábamos boyantes, que las reservas del banco central eran suficientes y que no había de qué preocuparse.
¿Entonces que hicimos en estos cinco años?, yo les digo: quebrar el gobierno para justificar que hay que atacar el déficit fiscal que nosotros mismos hemos creado. Para forzar: una reforma fiscal, una nueva tarifa eléctrica, y la ultima que fue una propuesta nuestra: un impuesto universal que se cobrará por cada respiración que humano o animal alguno sobre dominicana realice.
Mientras tanto, hay voces agoreras que abiertamente desde sus ONGs plantean frontera abierta, mientras crápulas políticas enquistadas en las bisagras de siempre, se suman a la destrucción de la patria, la destrucción del país, pero a cambio, sostener una podrida democracia, que en realidad es una PARTIDOMAFIA.
Si podríamos tener un gobierno quebrado, pero tenemos un Estado-nación moralmente quebrado, y una olla de presión que ya no resiste los abusos de los atracadores desde la gestión pública.
Por: Julián Padilla.
