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26 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

Queremos enseñar, y no encontramos alumnos verdaderos. ¡Qué lástima!

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Aunque parezca algo sorprendente para aquellos que no hayan estado interactuando con adolescentes y jóvenes de esta sociedad dominicana, a nivel de las aulas escolares (grados básicos pre-universitarios), como las correspondientes a la educación superior en sí, ese pensar aseverativo que intitula es una cruda realidad concluyente, para todos los profesionales no egotistas, con vocación docente entre nosotros, que desean legar parte de los conocimientos adquiridos en favor de las futuras generaciones, el relevo siempre necesario.

Y es que, a pesar de las fervientes intenciones que se tengan en ese orden, en ocasiones hasta con propósitos filantrópicos podría decirse, son muy pocos los interesados que aparecen, si es que se logra encontrar algunos, dispuestos a que se les pueda tener como verdaderos y abnegados alumnos.

Ya los jóvenes nuestros, de grado universitario principalmente, que deberían ser los más proclives a procurar alcanzar una formación profesión óptima, solo persiguen ir a sentarse en las aulas de las entidades del género en el país, con hincapié en la estatal, a buscar un pedazo de papel, con una cinta como adorno, y su nombre impreso (título), para presentarlo después tal una “cédula de identificación personal”, aun sea sin el aval de los conocimientos exigidos. ¡Hacen lo que sea, menos estudiar!

Es por ello que, los profesionales con sólido nivel ético-académico, pertenecientes a las diferentes disciplinas del saber en este país, médicos, abogados, periodistas, entre otros, han ido desapareciendo, como debe ocurrir por ley natural, y los sustitutos aptos continúan brillando por su ausencia.

Muy notable se reporta la inexistencia del nuevo “relevo generacional” formado, y eso obedece principalmente a las actitudes personales displicentes asumidas por los seudo- estudiantes del presente, como la comercialización que ahora rige en las actividades docentes a nivel superior.

Ahora, a quienes más compete reparar y actuar con relación a lo expresado, es al ministerio de Educación Superior del país, como a la llamada Asociación Dominicana de Rectores de Universidades (ADRU), en términos de la supervisión y las exigibilidades debidas a los alumnados, respecto del grado primario de egreso profesional, que es la base principal para estudios a posteriori. Sin esa sólida zapata todo el edificio que después se construya se va a derrumbar.

El procurar y obtener maestrías, como doctorados, etc., básicamente, cuyas imparticiones les han convertido en otros burdos negocios académicos en esta nación, importándoles desde muy lejos en ocasiones, no debe ser lo más exigible por parte de las entidades señaladas, aunque sí objeto después de la atención debida también, como complementos de formación.

Aquí tenemos muchos profesionales de grado, con maestría y doctorado, que no saben escribir, ni leer bien para sí mismos (lectura comprensiva); menos hacer lo último en voz alta (leer para otros). La verdad es que, representan verdaderas vergüenzas egresadas de las universidades nacionales.

Cierto es que, hay aquí muchas personas en disposición de enseñar; no así en ánimo de aprender, lo que desencanta a cualquier interesado en retransmitir parte de los conocimientos logrados, para uso del “relevo generacional”, que toda sociedad siempre requiere.

¡Lamentable lo expresado!  ¿Verdad?

 

 

 

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