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26 de diciembre 2025
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OpiniónPablo ValdezPablo Valdez

¿Qué importa la forma, si no hay entrega?

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•Porque la universidad es otra cosa

A veces, la vida académica se debate entre explicaciones razonables y reproches innecesarios. En muchos casos, las justificaciones ocupan un lugar central, desplazando el verdadero sentido del compromiso: la entrega.

Recuerdo con especial gratitud una experiencia vivida durante mis estudios de cuarto nivel. Cursaba una maestría en negocios dentro de un programa de doble titulación —una alianza estratégica de formación (joint venture)— entre una universidad privada de nuestro país y otra de nacionalidad española.

En una de las asignaturas, debíamos presentar un trabajo práctico sobre la determinación del punto de equilibrio en una organización manufacturera. Por razones personales, un compañero no logró entregar el trabajo a tiempo y, con tono respetuoso, le dijo al facilitador:
—Excúseme, profesor. El interés mío era la entrega, no la explicación.

La respuesta del docente fue breve, pero profundamente aleccionadora:
—Lo importante es la entrega, no la forma de excusarse.

Desde entonces, esa frase ha resonado en mi vida profesional y personal. Me enseñó que una presentación impecable, repleta de justificaciones perfectamente estructuradas, jamás reemplaza una responsabilidad cumplida. La forma puede impresionar, pero si no hay entrega real, su impacto es nulo.

En todos los ámbitos —académicos, laborales, institucionales— fluyen excusas con frecuencia. Son parte de una cultura que, muchas veces, antepone las explicaciones a las soluciones. Pero quienes gestionan la forma para disimular las carencias, solo postergan el fracaso.

Los proyectos que prosperan están liderados por personas y equipos con sentido de propósito, convicción profunda y entrega total. La pasión por cumplir, por aportar con puntualidad y consistencia, es el verdadero lenguaje de la eficacia.

En definitiva, cuando hay entrega de verdad, la forma se vuelve secundaria. Porque el compromiso se demuestra con acciones, no con argumentos.

Por Pablo Valdez

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