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31 de diciembre 2025
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OpiniónJeffrin G Pacheco ReyesJeffrin G Pacheco Reyes

Que el año nuevo nos encuentre mejor

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El año se va sin pedir permiso.

Y uno se queda un momento mirando el calendario, como quien mira una puerta que se cierra y otra que todavía no sabe cómo abrir.

Cada fin de año nos prometemos cosas: tener más estabilidad, bajar de peso, ganar más dinero, viajar más, lograr más. Y está bien. Pero con el tiempo uno aprende que las metas verdaderas no siempre se escriben en una libreta… se escriben en la forma en que uno vive.

Este año me enseñó algo simple y duro a la vez: que nada está garantizado, que las personas no son eternas, que el tiempo no se guarda y que amar tarde es casi siempre amar mal.

Mis padres ya no están. De repente, ambos se me fueron, y nunca vi venir eso. Su ausencia me dejó un gran vacío; no pasa un día sin que los recuerde. Pero también me dejaron una responsabilidad: ser mejor ser humano, mejor padre, mejor hijo, mejor amigo. Ellos sí que tenían amigos verdaderos, y ese es uno de los mejores legados que me dejaron. Papi y mami no se fueron del todo: se convirtieron en conciencia.

Y mis hijos… mis hijos son ahora mi vida, mi norte. Son la razón por la que quiero ser más paciente, más justo, más honesto, más fuerte. No quiero que hereden cosas; quiero que hereden valores. No quiero dejarles bienes materiales: quiero dejarles carácter y honor.

Porque al final eso es la familia: el primer lugar donde uno aprende quién es.

El año que viene no puede ser solo para crecer por fuera. Tiene que ser para crecer por dentro.

Para amar más a los nuestros.
Para llamar más a los padres mientras están vivos.
Para abrazar más a los hijos antes de que crezcan demasiado rápido.
Para cuidar a los amigos verdaderos: los pocos, los leales, los que no están por interés sino por cariño.

Ser buena persona sigue siendo la meta más revolucionaria que existe.

También aprendí algo que parece obvio, pero que casi nadie practica: el cuerpo es un motor… y lo maltratamos.

Al vehículo le cambiamos el aceite, le echamos buena gasolina, lo llevamos al taller si hace un ruido raro. Y a nosotros no. (Increíble, pero cierto).

Dormimos poco, comemos mal, no hacemos ejercicio, no vamos al médico. Vivimos como si el cuerpo fuera infinito… hasta que nos pasa la factura. Y eso fue exactamente lo que pasó con mi madre.

Por eso, este año debemos respetar nuestro cuerpo como lo que es: el único lugar donde vamos a vivir toda la vida. El cuerpo es el chasis del alma.

Dormir más temprano.
Comer mejor y más temprano.
Caminar, hacer ejercicio.
Ir al médico, chequearse.
Cuidarse.

No por vanidad, sino por prevención y por gratitud a la vida.

Y por encima de todo, caminar con Dios presente. No como eslogan, sino como guía. Como conciencia. Como freno cuando uno se va de más y como empujón cuando uno se queda corto.

Que el año nuevo no nos encuentre simplemente más exitosos.
Que nos encuentre más humanos.
Más humildes.
Más conscientes.
Más agradecidos.
Más responsables del amor que damos y del ejemplo que dejamos.

Si logramos eso… entonces sí, habrá valido la pena cambiar de año.

Feliz año nuevo 2026.


Por Lic. Jeffrin G. Pacheco Reyes

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