Otro año, otro Soberano.
Y aunque cambian las luces, el escenario, el vestuario de los presentadores o la alfombra “roja” (que ya ni sabemos si es roja, negra o de egos), la esencia sigue siendo la misma: una producción que no arriesga, una comedia que no hace reír y un sistema de premiación que parece más un favor entre amigos que un verdadero reconocimiento al talento dominicano.
La gala de los Premios Soberano 2025 se sintió como una repetición con ligeros retoques. Se nota que el presupuesto subió en luces, pantallas y efectos, pero no en creatividad. A estas alturas, es más fácil predecir el guión de los chistes que los ganadores. El humor sigue apostando a lo fácil, a lo burdo, al doble sentido trillado, y no a una propuesta que eleve, que sorprenda o que al menos no dé vergüenza ajena. En vez de evolucionar, la comedia se queda anclada en el cliché y el chistecito incómodo. ¿De verdad no hay guionistas jóvenes con ideas nuevas? ¿O simplemente no se les da el chance?
Y hablando de chances: el género urbano sigue siendo invitado… pero solo hasta la puerta. Lo incorporan, lo muestran, le dan cinco minutos de pantalla con letras “limpias”, pero apenas un artista dice una palabra que huela a calle, a barrio, a realidad, la tijera entra sin compasión.
¿De qué sirve incluir el dembow, el rap o el trap si van a censurar lo que representa el alma del género?
Es como poner un mangú sin sal y decir que sigue siendo dominicano.
La hipocresía es evidente: quieren rating con el urbano, pero no están dispuestos a mostrarlo tal como es. No les gusta la crudeza, pero sí los views que trae. No aceptan el lenguaje, pero sí a los artistas si pueden moldearlos para que entren en su molde de “correcto”.
Y si hablamos de los ganadores… ¿realmente hay que fingir sorpresa?
Nuevos talentos hay, y muchos, pero no se premian.
Se aplauden siempre las mismas caras, los mismos nombres, las mismas “figuras consagradas” que llevan años recibiendo reconocimientos como si fueran vitalicios. ¿Dónde están los espacios para los que están construyendo desde abajo, con propuestas auténticas y actuales? ¿Dónde está el riesgo de darle un premio a alguien que no haya sido nominado en cada edición anterior?
El Soberano parece una fiesta privada con transmisión nacional.
Un club exclusivo donde se premian los de siempre, se ríen los mismos chistes, se invita a los mismos artistas “seguros” y se repite el mismo guion de hace años.
Y mientras tanto, el arte dominicano real —el que está en la calle, en los barrios, en los teatros independientes, en los estudios caseros— sigue sin micrófono ni aplauso.
No es que no haya talento. Sobra.
Lo que falta es visión, audacia y, sobre todo, ganas de dejar de hacer lo mismo.
Entonces, ¿hasta cuándo vamos a seguir aplaudiendo el mismo show con diferente nombre?
