El fenómeno del Niño, también conocido como Oscilación del Sur, está sacudiendo a todo el planeta. Esta transformación de aguas cálidas hace metástasis en las naciones pobres, y principalmente golpea inmisericordemente a los países centroamericanos y suramericanos, que sufren en carne propia la variación climática que según muchos estudios científicos, fue una de las causantes de la desaparición de la cultura Maya.
De acuerdo a estudios realizados, entre mayo del 1997 y abril del 1998, el fenómeno del Niño ocasionó alrededor de 35,000 muertes, y originó pérdidas por un monto de 35,000 millones de dólares. La anomalía climática que comenzó el año pasado ha devastado a grandes zonas agrícolas latinoamericanas, llevando a la banca rota económica a miles de campesinos y campesinas, que no ven caer las suficientes lluvias que permitan mojar sus predios.
La sequía es general en toda la zona, y el precio pagado es muy elevado. En nuestro país presas y represas están en su punto crítico de agua. El Niño ha incrementado la escasez de alimentos, y por ende está aumentando la pobreza latinoamericana. Algunos científicos predicen que El Niño se agudizará en los próximos años, y su secuela de muerte y destrucción será mucho mayor que la ocasionada hasta el momento.
Es por las razones arribas esgrimidas que le planteo tanto al Banco Mundial, a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), al Fondo Monetario Internacional (FMI), a la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), a la Organización Mundial del Comercio (OMC), a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), a propugnar por un fondo de mitigación de eventualidades del Fenómeno el Niño que acuda en ayuda de naciones que sean mortalmente sacudidas por este extravío de la naturaleza que nos abate. Ya la CEPAL cuenta con un fondo mínimo excluyente dirigido solo a países anglo parlantes caribeños en temporada de huracanes. Sin embargo eso no es suficiente.
Se requieren de grandes esfuerzos para poder amainar las grandes calamidades que se derivarán de la aparición cada cierto tiempo del Niño. De permitirse que este borrascoso accidente climático descubierto por pescadores peruanos se ensañe en contra de millones de seres humanos sin la debida protección institucional, el hambre y la miseria se tragarán a grandes conglomerados latinoamericanos que no podrán afrontar individualmente los estragos del Niño.
El fondo de mitigación de eventualidades del Niño podría iniciarse con 100 mil millones de dólares, los cuales pueden ser aportados por las naciones del primer mundo (el G-20 por ejemplo). Si la humanidad no se prepara para las catástrofes que originará el Niño, el futuro de muchas naciones será incierto y sombrío, y algunas hasta desaparecerán. Exhorto pues a estos organismos internacionales a aquilatar en su justa y humana dimensión esta humilde propuesta que iría en auxilio de los más necesitados ante la calamitosa situación que creará este indeseable fenómeno.
Por Elvis Valoy




