Es cierto que en nuestro país existe libertad de prensa y de expresión, paro todo luce indicar, que los controles que se desean imponer, sustraen de las personas su creatividad y desarrollo de contenidos, para filtrarla en función de los intereses del poder y promoviendo hasta con terror la auto censura.
Por esta razón he querido compartir con ustedes esta reflexión que he denominado: Pluralismo, Censura y Condicionamiento Operante.
Noto una falsa defensa a los conceptos constitucionales de la libertad de expresión y un bloqueo a creadores de contenido, que expresan sus mensajes en medio equivocados, pues no se les da paso, mientras a otros al parecer sumados al interés de quien controla el medio, se les da plena y frecuente cabida.
Es una vergüenza nacional el dirigir la orquesta sin mantener un sentido de equidad en la participación de quienes colaboran gratuitamente con sus aportes literarios. Siendo los mismos amordazados, bloqueados, desincentivados abiertamente, y a la vez, violando principios fundamentales, como es el respeto a la autoría de contenidos.
Es decir, si usted no se cuida, fácilmente usted no solo realiza un esfuerzo gratuito, sino que además su contenido es desviado para que otro le de forma y entonces salga algo publicado que fue originalmente idea suya.
Esta falta de ética y consecuente conducta inescrupulosa, la hemos estado observando, pues no solo la Gran Gleba puede utilizar a los tontos de conejillas de indias, sino que también ellos mismos caen en su propia trampa, cuando son vistos de lejos sus paños menores.
Una práctica manipulativa utilizada por mucho tiempo, es el premio, el castigo, el refuerzo positivo o negativo en la influencia para lograr las conductas deseadas.
Al parecer esto es lo que se intenta cuando viejos zorros de la manipulación comunicacional intentan sin éxito matar una vocación noble de análisis y comunicación objetiva, seria y no comprometida políticamente.
La política, el interés y el compromiso intentan solo dar paso a la conveniencia del momento y si cambian los vientos, entonces de repente surgen algunos avisos para dar cabida a lo que anteriormente se rechazaba.
Por suerte existen medios que se auto respetan, que se definen pluralistas y los son. Lo demuestran cada día por la cabida que dan a decenas de comunicadores, escritores, analistas, sin importar su aparente o declarada inclinación política.
Este tipo de medios, realmente cumple con la ética periodística y no tiñen de amarillo lo que se comunica. Pero mejor aun, contribuyen realmente a forjar un ambiente verdaderamente democrático y su defensa al derecho fundamental de la prensa y de la libre expresión del pensamiento, luce ser una defensa realmente seria y plausible.
Una de las tácticas en ese condicionamiento operante, modelaje de conductas deseadas o rechazadas, es la extinción. Es decir, cuando se te ha premiado por una contribución y eso te ha dado un estimulo para seguir adelante y luego ese estimulo positivo se retira y te das cuenta que algo no va bien. Entonces te retiras, reflexionas y retomas el camino o la senda abordando otros temas o insistiendo con cortesía con aquellos temas que no surtieron el efecto originalmente.
Es interesante ver como esta danza comunicacional se da. Pero es también triste cuando te das cuenta de que personas que profesan ética y promueven en teoría libertades, en la práctica, sus compromisos políticos y económicos, son mayores que ejercer el periodismo correcto que debería demostrarse.
De ahí surge la misma censura que he denominado la censura del cuarto poder, que se da cuando este no sirve al entres nacional, aino que disfrazado de ovejas, entra al corral y asesinas a toda la manada una noche cualquiera.
Pero no solo asesinas las ovejas disfrazado de lobo, sino que también asesinas la verdad: pervirtiéndola, ocultándola, manipulándola, postergándola, restando el impacto del momento, conversándola con los grupos de interés, antes de cumplir con la ética comunicacional que implica el auto respeto primero, pues este es el que permite respetar la opinión ajena y al colaborador.
Por Julián Padilla
