Esa es la expresión que se tiene cuando una mujer embarazada comienza su labor de parto, a veces comienzan los dolores pequeños al mismo tiempo, un poco antes o después.
Pero es un indicativo ineludible de que el proceso de alumbramiento ha iniciado.
Se pueden dar muchas situaciones en ese proceso que pueden facilitar u obstaculizar el mismo y que pueden en el último caso, representar algún peligro para la madre o la criatura.
Quiero alejarme rápidamente de esta parte pues como lego en la materia podría cometer errores, sino es que ya cometí alguno al describir esto que llame proceso y que lo recuerdo por la experiencia.
Recuerdo que mi primogénito cuando su madre rompió fuente, estábamos en la casa y nos preocupamos, nos cambiamos y salimos de inmediato para la clínica luego de llamar al ginecólogo y al pediatra. Un trayecto un poco largo desde el sector de Olimpo donde vivíamos a gazcue. Por aquello del antojo me pare un momento a buscar una batida de lechosa en una cafetería cercana y proseguimos a la clínica.
Allí se completo la atención médica, se hizo un tacto y se decidió realizar una cesárea. Al cabo de un par de horas ya estaba la criatura fuera, la madre en recuperación y la luz azul encendida indicativo que había nacido un varón.
Evidentemente aunque se trataba de la primera experiencia no se tenía el ingrediente adicional de un estrés y pudimos arribar sin problemas al encuentro.
La segunda experiencia fue más organizada, menos improvisada y ya actuábamos con un poquito más de seguridad.
Un proceso mágico o milagroso que Dios dispone para la humanidad y que solo una relación natural entre un hombre y una mujer se puede lograr. Traer al mundo seres humanos y prolongar la conservación de la especie. Esta belleza la podemos ver no solo en los seres humanos, sino en cualquier especie del reino animal. La alegría siempre acompaña a quienes pueden darse cuenta que una nueva vida llega al mundo.
Desde mi primera experiencia para mí siempre ha sido algo maravilloso, algo especial, delicado, noble, amoroso, una alegría compartida y una muestra de agradecimiento al Creador por poder ser portadores de vida.
Recuerdo que en mi primera experiencia participamos en talleres vivenciales para asistir y presenciar la labor de parto. Aprendimos a respirar y hacíamos los ejercicios junto a la dama, fue algo inolvidable. Sin embargo al llegar el momento, no pudimos estar presentes pues se presento una cesárea.
Pero ese recuerdo de esos momentos de acompañamiento, me hicieron entender del cuidado especial que tendría para con la mujer en un proceso de gestación. Y creo que mi esposa no me dejaría mentir en cómo fue mi actitud y mi conducta durante todo el camino de nuestras dos experiencias de traer nuestros hijos a la vida.
Hoy mientras estaba ya por dormir vi la noticia de lo que había ocurrido con esta mujer parturienta de origen haitiano y que supuestamente su estatus migratorio es irregular.
Me entere que fue detenida y que el camión, guagua, vehículo, no sé realmente de qué tipo de vehículo se trato, pero ese vehículo que utiliza la Dirección General de Migración para transportar personas indocumentadas a deportar, tuvo que apresurarse para llevar a la parturienta a otro centro médico porque había roto fuente.
Evidentemente el titular del periódico no dice que una mujer embarazada fue detenida por estar ilegal y que fue llevada a un centro médico porque rompió fuente. El titular apela al morbo en un momento precario del país.
Este titular indica que una mujer en proceso de parto había sido detenida y que se desangraba en el camión usado por Migración y que tuvo que ser llevada entonces a un centro medico. Ironía de la vida y alto riesgo: la sacaron de un centro médico para llevarla a otro centro médico.
La situación que vive el país con la crisis haitiana y las decisiones que ya se han venido tomando para controlar la migración ilegal, decisiones correctas para proteger la seguridad nacional por la crisis que vive el vecino país, crisis aparentemente orquestada, planificada con mas intereses binacionales que locales, dan la voz de alerta para la protección de la frontera y para arreciar los procesos de deportaciones en el país.
Hacer cumplir la ley de migración es un deber por parte de las autoridades. En un momento de emergencia como la que puede vivir el país si se sale de control la situación en la frontera, esto podría traer consecuencias muy lamentables para todos. La realidad de la seguridad nacional no es negociable.
Sin embargo, me parece que los cuidados que se deben tener con la mujer parturienta, deben mantenerse no importa la raza o el color de la piel.
Ciertamente lo que veo mal no es que esa mujer sea atendida, como finalmente tuvo que serlo en otro centro médico, pero arriesgando su vida pues como vimos en el camino rompió fuente.
Lo que está mal es la inobservancia de los controles que debemos tener en la frontera para evitar que personas sin el adecuado proceso migratorio entren al país.
Venir al país a dar a luz no puede ser una práctica plausible. Más del 40% de las mujeres parturientas en muchos de nuestros hospitales se trata de mujeres indocumentadas del vecino país.
Al parecer existe un negocio con estos fines. Y estos negocios deben tener su propia logística, para que se puedan verificar este gran número de mujeres que restan calidad a la salud de las mujeres nacionales, pues restan oportunidad de ser atendidas oportuna y convenientemente.
Desde el punto de vista de los derechos humanos, no es correcto dejar de atender a una persona que necesita atención médica. Por lo que veo como improcedente lo acontecido con esta mujer citada precedentemente.
La ejecución de las órdenes de este tipo, deberían contar con la opinión de un facultativo en los hospitales donde se realizan los operativos. De esta manera se podría discriminar para no dejar de atender pacientes que prácticamente están dando a luz o que lo estarían en cuestión de varias horas.
Sabemos que es una situación muy delicada. Pero como siempre pensamos, la salud y la vida de las personas deben estar por encima de otro tipo de precisiones.
Tal vez pueda disponerse de un lugar previo a la deportación, cercano a la frontera, con todas las atenciones previsibles, para que estas mujeres sean retornadas a su país. Esto encarecería evidentemente el sistema de salud nacional, pero tal vez la comunidad internacional colabore en este proceso para una transición que no debe pasar de dos semanas.
Esto permitiría disminuir considerablemente la ocupación hospitalaria, a la vez que se controla la frontera y se asegura un mayor y mejor servicio de salud pública a los dominicanos y extranjeros que legalmente viven o visitan el país.
Personalmente yo propondría un censo a nivel nacional donde todos los directores médicos de hospitales y centros médicos del estado, pasen revista y hagan un listado del número de mujeres que se encuentran en estos momentos recibidas para un proceso de parto y realizar una labor conjunta, pero con un protocolo que garantice la salud de las nuevas madres y sus criaturas y poder regresar a su país de una forma conveniente.
Este censo serviría para identificar las personas, si llegaron al hospital saber desde donde fueron trasladadas, si vinieron al país específicamente a dar a luz, o si se trata de personas que viven en el país y con un lugar donde residen localmente que pueda ser identificado y comprobado.
Es un tema espinoso, pues coloca de frente los aspectos humanos con la realidad migratoria del país, con la amenaza de la crisis de Haití ante el abandono de la comunidad internacional. Una crisis que a todas luces parece financiada por sectores que no les interesa la solución a los problemas de ese país, sino por el contrario agravarlos para buscar soluciones foráneas a los asuntos Haitianos.
