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28 de diciembre 2025
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OpiniónPablo ValdezPablo Valdez

Permisividad no es aceptabilidad

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—Porque entender los límites también es una forma de sabiduría

En la vida cotidiana, con frecuencia se confunde la permisividad con la aceptabilidad, sin advertir que se trata de dos conceptos profundamente distintos. Ser permisivo implica tolerar ciertas conductas, aunque no se compartan ni se aprueben del todo. Aceptar algo, en cambio, es validar y reconocer que dicha conducta es legítima, adecuada o incluso deseable.

Esta distinción, que puede parecer teórica, se manifiesta en la práctica a diario. Imaginemos el caso de Don Nicanor, un anciano del barrio que, con buena intención, permitía que los niños y jóvenes cruzaran por su jardín para acortar camino. Al principio, fue un gesto de cortesía, una muestra de paciencia. Pero con el tiempo, esa permisividad fue interpretada como aprobación: los juegos se intensificaron, los descuidos aumentaron, y finalmente, el abuso fue inevitable.

Cuando Don Nicanor cerró su portón y habló con la comunidad, no lo hizo desde la amargura, sino desde la conciencia. Lo que se permite sin límites termina siendo percibido como aceptable, y cuando no se educa en la diferencia, el respeto se erosiona.

Este ejemplo revela una verdad aplicable a todos los ámbitos: la familia, la educación, las instituciones y la sociedad. Un maestro permisivo puede perder autoridad sin quererlo; un padre que nunca corrige, corre el riesgo de confundir amor con dejadez; una institución que no traza límites acaba socavando sus propios principios.

Ser tolerante no significa aceptar lo inaceptable. Y marcar límites no es una señal de rigidez, sino de conciencia del valor que representan ciertos principios.

Porque si no educamos en el discernimiento, si no enseñamos cuándo una conducta es simplemente tolerada y cuándo es verdaderamente aceptada, nos arriesgamos a perder no solo el jardín… sino también el respeto.

Aceptar es asumir una convicción con plena conciencia. Ser permisivo, en cambio, es renunciar al deber de juzgar con justicia, dejando de lado la equidad y el interés colectivo.

Por: Dr. Pablo Valdez.

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