Hemos concluido una nueva ronda de conversaciones entre la República Dominicana y Haití. Este encuentro que se ha celebrado en Juan Dolio, en la zona Este de nuestro país, al parecer ha logrado avanzar en algunos puntos sumamente importantes para las relaciones bilaterales entre dos naciones obligadas a convivir en una vecindad territorial inevitable.
Se ha acordado en materia comercial, lo que les abriría sin trabas las puertas a las exportaciones de los productos y bienes nacionales hacia Haití. Debemos aspirar a que ojalá esto sea cierto. Al igual hay un compromiso de que esa nación documentará a sus ciudadanos que viven de manera irregular en la República Dominicana para que se puedan acoger al Plan de Regularización que está en marcha. Obviamente que una acción a favor de esas familias mejora sus condiciones de vida y su situación legal para poder operar en la cotidianidad, además de que evitan estar expuestos a la deportación y ser fuente de conflictos.
El riesgo visible que tenemos es que los acuerdos duran poco, pues hasta ahora sólo parecen estar interesados en presionar para que se facilite el ingreso de sus ciudadanos al territorio nacional. Ellos han insistido en que su país pierde en el tráfico por la frontera con nosotros unos 300 millones de dólares al año. Si así fuera, es obvio que esta sería una muy buena razón para sentarse de manera consistente con la República Dominicana. Por donde pasa un volumen de negocios que genere una cantidad de recursos como esa es más que considerable como para no ignorarla.
Ha habido una declaración conjunta y se ha acordado que la Comisión Mixta se ocupará de dar seguimiento a los acuerdos entre ambas naciones. Ojalá que las cosas marchen bien.
