Hoy en día, parecería que todo el mundo quiere ser influencer. Uno abre Instagram o TikTok y ve gente “pegá” por un baile, un video gracioso o simplemente por mostrar una vida de lujos. Y claro, cualquiera pensaría que eso es lo normal, que uno también puede vivir de las redes como si fuera soplar y hacer botellas.
Pero la verdad es otra. Mucha gente que uno ve viajando, estrenando carros o comiendo en sitios carísimos, en realidad no vive de las redes. Tienen negocios por fuera, familias con dinero o simplemente están aparentando. Sin embargo, nos quieren vender la idea de que tú también puedes lograrlo en dos días si “te pones pa’ lo tuyo”.
Y no te voy a hablar desde lejos, porque yo misma me compré esa película. Hubo un momento en que creí que si no tenía éxito en un año con lo que emprendía, debía soltarlo. Me vendieron la idea de que podía vivir sin un empleo formal, que con ser emprendedora ya estaba “hecha”, que mi vida iba a pasar de tener mis necesidades cubiertas a estar nadando en lujos de la noche a la mañana. Pero la vida me enseñó otra cosa. Tuve que enfrentarme a la realidad, a los tropiezos, a las frustraciones… y aprender que no es tan fácil como lo pintan.
Con el tiempo entendí que el éxito real no se construye con un video viral, sino con trabajo constante, con disciplina, con paciencia. Sí, he tenido momentos donde me sentí estancada, dudando de mí misma, pero también he visto cómo poco a poco, paso a paso, los frutos llegan. Lo más importante que aprendí es que no todo el que te vende una fórmula mágica para triunfar lo ha logrado de esa forma. Muchos están repitiendo un guion que suena bonito, pero que no les ha funcionado ni a ellos.
La cultura del “todo fácil” está dañando la percepción de lo que cuesta lograr algo real. Antes, lo que tomaba 10 años de sacrificio, ahora muchos creen que se consigue con un video de 30 segundos. Y no es que no se pueda pegar uno así, pero eso es como sacarse la loto: uno entre mil.