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26 de diciembre 2025
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OpiniónRafael Emilio Bello DiazRafael Emilio Bello Diaz

Neurobiología del feminicidio 

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En 2023, 3.897 mujeres fueron víctimas de feminicidio en Latinoamérica y el Caribe, lo que representa al menos 11 asesinatos por razón de género cada día en la región, según datos publicados este viernes por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Las cifras, recogidas por el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe del organismo internacional, indican que 3.877 feminicidios se produjeron en América Latina y los 20 restantes, en el Caribe.

Las expresiones femicidio y feminicidio tienen sus antecedentes en la voz anglosajona femicide, destacando que las muertes clasificadas como feminicidio, serían una discriminación basada en el género. No se trata de un hecho separado del ciclo vital de la mujer, pero que se presenta como punto final de un continuum de terror, que incluye agresiones verbales, físicas, manifestaciones violentas y privaciones a las mujeres sometidas. Siempre que estos abusos conduzcan a la muerte de la mujer, son reconocidos como feminicidio.

La violencia de género debe entenderse como cualquier acción o conducta violenta, con carácter dañino en razón del género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como privado. La violencia de género no es una manifestación más de la violencia social interpersonal, ésta se caracteriza por una serie de elementos alrededor de dos grandes referencias que nacen, del objetivo de la misma, que es lograr el control de la mujer en el seno de la relación entre hombres y mujeres y de las motivaciones enfatizadas en los argumentos de una cultura que entiende que los hombres pueden recurrir a la violencia para imponer o corregir aquello que se ha desviado a su criterio.

La agresión impulsiva es una respuesta inmediata a un estímulo del medio ambiente, este tipo de violencia puede reflejar una hipersensibilidad emocional y una percepción exagerada de las amenazas, lo que puede ir ligado a un desequilibrio entre los controles inhibitorios corticales de arriba-abajo y los impulsos límbicos de abajo-arriba.

La neuroanatomía del comportamiento violento pone de relieve el rol de las áreas anteriores de la corteza cerebral en la expresión de la agresividad impulsiva. En el plano neuropsicológico, un funcionamiento prefrontal reducido se puede traducir en una pérdida de la inhibición o control de estructuras subcorticales, filogenéticamente más primitivas como la amígdala cerebral, que se piensa que esta es la base de los sentimientos agresivos.

En la conducta agresiva y antisocial se ha encontrado un cuerpo creciente que muestra que la violencia está asociada con factores: genéticos, neurobiológicos, psicofisiológicos y sociales.

Las funciones ejecutivas son comprendidas como mecanismo de control cognitivo, que dirige y coordina el comportamiento humano de manera adaptativa cuando no existen esquemas de acción preestablecidos. Este constructo incluye un grupo de procesos ejecutivos, como flexibilidad mental, planificación de acciones, control inhibitorio, fluidez verbal y memoria de trabajo, por lo que las funciones ejecutivas es el proceso por el cual se logra planificar, anticipar, inhibir respuestas, desarrollar estrategias, juicios y razonamientos; transformándolos en decisiones, planes y acciones. Esto implica una eficaz coordinación y supervisión de los procesos que concluyen en la conducta normal; lo que en muchas ocasiones tiene más de inhibición que de facilitación, pues la corteza posee mayor número de neuronas gabaérgicas (inhibitorias) que glutamatérgicas (excitatorias).

La neuroimagen puede evaluar la actividad y la conectividad funcional a través de todo el cerebro, como los diversos estados emocionales se desarrollan y es capaz de identificar correlatos biológicos de las emociones básicas; el mapeo de las emociones y sus representaciones cerebrales es parte de la cartografía de los procesos mentales en sus mecanismos cerebrales correspondientes.

La corteza prefrontal medial tiene funciones específicas para la toma de decisiones relacionadas con las emociones y la autorregulación emocional El componente que gatilla el problema con el homicidio es la ira, la rabia, antecedida por un período de estrés intenso. Partes de la corteza prefrontal están asociados con un comportamiento agresivo, en particular la corteza orbitofrontal y la corteza prefrontal ventromedial; la amígdala está conectada con estas regiones corticales a través del Fascículo Uncinado, que conecta de manera bilateral la corteza orbitofrontal y la amígdala.

La ira se encuentra en el sistema límbico, activando las estructuras límbicas, emocionales, como son las amígdalas cerebrales, el hipocampo, el núcleo accumbens; y al lóbulo prefrontal, comunicándose a través de fibras con los lóbulos orbital dorsal y dorsolateral, que son los responsables de las funciones ejecutivas, que guían el cuerpo humano a la toma de decisiones, a la flexibilidad, la inhibición, al planeamiento, haciendo que haya una disfunción de las funciones ejecutivas y se produzca una pérdida momentánea del razonamiento y, producto de eso, puede conducir a que el hombre, termine cometiendo acciones fuera de la razón.

El autor es docente de Neurociencias de la Universidad Católica Santo Domingo.

Por Rafael Emilio Bello Díaz 

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