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19 de diciembre 2025
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OpiniónFrancisco Cruz PascualFrancisco Cruz Pascual

Necesidad de un currículo de pensamiento crítico

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Abogar por un currículo de pensamiento crítico, es procurar que los estudiantes y profesionales de todos los sectores sociales desarrollen habilidades de análisis, procuren adquirir competencias y destrezas para la resolución de problemas y la toma de decisiones informadas y, sobre esta cualidad, fomentar la creatividad y desarrollar procesos de cercanía horizontal, a través de una comunicación efectiva.

En la actualidad existen modelos de sistemas educativos con excelentes resultados en educación, configuraciones que desarrollan estrategias que permiten a estudiantes y profesores generar pensamiento crítico. Entre estas naciones se encuentran Finlandia, Singapur y Canadá. Se trata de modelos que podríamos emular en la transformación curricular de nuestro país, sin necesidad de copiar sino de adaptarlo a nuestras condiciones económicas, sociológicas y políticas.

En este punto, es bueno enfatizar que John Dewey, pedagogo y psicólogo norteamericano explica que la democracia no es únicamente un sistema político, que desarrolla un grupo de prácticas en donde el ciudadano elige personajes para que le representen en los distintos estamentos de un Estado (sino que también), es un entramado social de interacción, que se define por el respeto mutuo e igualitario, por una comunicación abierta y la consideración respetuosa entre  los diversos sectores e intereses que interactúan en la comunidad.

Para él, las instituciones y prácticas de la democracia surgen de esas condiciones sociales subyacentes. En ese mismo orden, considera que una democracia es mucho más que una forma de gobierno, porque es un modo de convivencia asociada, el que, por demás acumula experiencia y la difunde en conjunto en procura del bienestar colectivo.

Un currículo de pensamiento crítico es una necesidad, porque en primer lugar, debe enfocarse en el desarrollo de habilidades capaces de permitir a los participantes analizar las informaciones objetivamente, para poder evaluar los argumentos que se les proporcionan por distintas vías, reflexionarlos, y desde esa reflexión, tomar decisiones sustentadas en informaciones validadas por criterios claros y bien ponderados.

A esta competencia se le suma, el fomento de actitudes esenciales, como la curiosidad y la receptividad a diferentes miradas y perspectivas.

En el proceso de desarrollo el pensamiento crítico, sus componentes incluyen una previsión adecuada para la elaboración de objetivos claros, que garanticen la creación de contenidos relevantes, que se desarrollen a través de estrategias del aprendizaje activo y de la aplicación de métodos de evaluación que permitan medir el razonamiento y la aplicación efectiva de dicha herramienta curricular.

En ese mismo proceder, se deben definir las habilidades y las actitudes de pensamiento crítico que se espera que los estudiantes desarrollen en las jornadas áulicas, formulando preguntas relevantes, identificando supuestos claves, evaluando las evidencias, analizando distintos argumentos y logrando generar soluciones creativas entre los participantes, casi siempre, bajo el acompañamiento de un facilitador con las capacidades correspondientes.

La selección de contenidos es un asunto relevante, porque su calidad tiene que permitir la aplicación de habilidades de pensamiento crítico, generando debates, promoviendo el análisis de diferentes miradas y perspectivas, creando la necesidad de justificar conclusiones. Para lograrlo, deberán desarrollar en forma activa prácticas como los estudios de caso, echando un vistazo a los problemas del mundo real, sumergiéndose en textos capaces de promover la reflexión, entre otros contenidos relevantes para vida del siglo XXI.

Como ya hemos planteado, un currículo de pensamiento crítico, necesita crear y desarrollar estrategias de aprendizaje validas, para fomentar el proceso enseñanza-aprendizaje de manera activa y participativa, utilizando metodologías que promuevan la discusión, el debate y la resolución de problemas. Para lograrlo, deberán desarrollar procesos áulicos utilizando el aprendizaje basado en problemas, poniendo en común las ideas mediante debates, estudios de caso y proyectos colaborativos, como una forma de garantizar dinamismo e intercambio, como garantías para exiliar el aburrimiento durante las jornadas de aprendizaje.

Las jornadas de aprendizaje están retadas a trabajar para lograr actitudes necesarias para desarrollar las jornadas áulicas, cuestiones como la curiosidad, la receptividad a diferentes puntos de vista, la búsqueda de evidencia y la autoevaluación, son esenciales para desarrollar el pensamiento critico y lograr alcanzar el fomento de la confianza en el razonamiento propio y la disposición a cambiar de opinión frente a nueva evidencia, colocadas en el escenario de la realidad, aunque no coincidan con los intereses particulares.

En la práctica del currículo de pensamiento crítico, los docentes deben ser capaces de diseñar instrumentos de evaluación que midan el desarrollo de las habilidades de pensamiento reflexivo y cuestionante, utilizando evaluaciones formativas y sumativas (rúbricas de evaluación, portafolios, presentaciones orales, resolución de problemas.), que permitan a los estudiantes demostrar su capacidad para aplicar el pensamiento crítico en diferentes contextos.

Por: Por Francisco Cruz Pascual

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