Nadar contra la corriente es amar la vida, ante todo. Es creer y actuar en favor de un mundo justo, porque este mundo regido por el gran capital y el capital financiero no es nada de eso. Nadar contra la corriente es creer en una sociedad sin grandes desigualdades sociales y donde impere una auténtica democracia y no una caricatura de democracia como la que tenemos. Para que exista una sociedad así es necesario el cambio social, una revolución social y fuerzas sociales que la impulsen. En el momento actual esas fuerzas no se perciben ni en nuestro país y aparentemente casi en ninguna otra parte, pero esas fuerzas sociales pueden eclosionar a nivel planetario y en cada país tendrá sus expresiones locales. Si eso no ocurre la vida humana colapsará en nuestro planeta.
Si no se toman medidas pronto en diferentes países, antes del 2030, nos atrevemos a especular que no habría marcha atrás y nadie va a poder detener la desaparición de la vida, aunque se tome muchos años en culminar, porque sería un proceso en el que talvez las bacterias serían las últimas en desaparecer y fueron la primera forma de vida que apareció en nuestro planeta. Porque lo que está ocurriendo con el planeta y la vida que existe en él, producto del deterioro de los ecosistemas, es lo que en la termodinámica se le llama entropía, pero también en la sociedad el derrotero trazado por la globalización y el neoliberalismo es el de una entropía social, es decir, el desorden a gran escala. Creíamos que la eclosión de la pandemia iba a provocar ese cambio social o el inicio de esa revolución social, con la que la estructura de clase en lo fundamental sería destruida y la gran desigualdad social desaparecería.
Hace ya unos cuantos años un amigo me decía, hablando de acontecimientos sociales y políticos, que creía que este mundo se había vuelto loco, loco, loco; me hizo recordar una película con ese título. Como anda la conciencia social no es para menos. La dispersión de los sujetos sociales y de los sectores sociales, se ve alejado el cambio social holístico de la sociedad como totalidad, lo que aprovechan las clases dominantes (la burguesía y los terratenientes), especialmente los dueños de los grandes capitales y el capital financiero hegemónicos, para mantener un capitalismo salvaje para seguir vigente su dominación basada en la extracción de la plusvalía y el cobro de la renta macerando a los trabajadores asalariados (proletarios) y a los aparceros* y esquilmando las fuentes de los recursos naturales, depredando el medio ambiente y amenazando la existencia de todas las formas de vida. Contra la tanta dispersión de los sujetos sociales se debe buscar la posible unidad, los sujetos sociales no pueden estar tan dispersos, es necesaria la integración; unidad en la diversidad.
En materia de conciencia social debemos ir contra los vientos, debemos colocarnos al socaire de estos, sin que nos arrastren con sus embestidas; la igualdad y el respeto mutuo entre el hombre y la mujer y el trato igualitario en deberes y derechos para los dos géneros de la especie humana, la eliminación de todo tipo de violencia de género; el aborto terapéutico para salvar la vida es de la mujer cuando está en peligro es una necesidad; eliminar toda promoción política de las prácticas que no responden a los mandatos de la naturaleza, pero se debe respetar a los que la practiquen siempre y cuando no haya una agresión al medio ambiente y las condiciones sanitarias.
Creemos que el consumismo, no el consumo que necesitamos para satisfacer nuestras necesidades básicas, si no el consumo de lo innecesario (el consumismo), es el gran responsable de todo el Estado de malestar en que vivimos y que el neoliberalismo en su versión de capitalismo salvaje nos ha impuesto; ese consumismo es la principal causa del calentamiento global y del cambio climático con toda la devastación del medio ambiente, porque se llega a esquilmar las fuentes de los recursos naturales, al tratar de aprovecharlas para saciar el afán de lucro con la extracción de la plusvalía, explotando los trabajadores asalariados.
A los jóvenes debemos decirles díganles no al consumismo y en lugar de consumir mucho procuren vivir menos ansiosos reduciendo las horas dedicadas a los medios electrónicos, practiquen la solidaridad y la cooperación con los demás. Respeten el medio ambiente, cuiden al mismo y protéjanlo; no crean en el individualismo, porque no se puede ser feliz siendo individualista; respeten las creencias o no en el mas allá, es decir, tanto al ateo, al creyente y al que se dice que no afirma ni niega ni una cosa ni la otra.
Cuando la pandemia comenzó en una conversación telefónica un profesor de la UASD, amigo de quien escribe y además fue su profesor en tres asignaturas, le dijo al autor de este artículo que creía que ya la vida no iba a durar mucho en la tierra. Creímos que la pandemia era una señal de que es una necesidad el cambio social, el cambio revolucionario de la sociedad y el modo de relacionarnos con la madre naturaleza, seguimos creyendo en eso; creemos que la madre naturaleza está mandando señales de que se siente herida de muerte, la más importante señal la envió con la pandemia, no hemos sido capaces de atender ese llamado e ir revolucionando la conciencia social para hacer una revolución social y ecológica para preservar la vida humana y la vida en general.
Creíamos que iba a haber un cambio de paradigmas en las ciencias; creíamos que muchos médicos iban a dejar de creer en la privatización de la medicina y que las grandes industrias farmacéuticas serían expropiadas por los Estados, como necesidad urgente de la humanidad, pero al parecer muchos gobiernos lo que entendieron fue hacer negocios con las vacunas y no se dedicaron a enfrentar el poder de la industria farmacéutica, sí se prestaron muchos gobiernos a aceptar los chantajes de esta, pasando por alto a la comunidad científica mundial.
Si queremos salvar la vida en nuestro planeta revolucionemos la conciencia social y trasformemos el orden social y político, destruyendo el poder de los grandes capitales y construyendo una sociedad más justa sin grandes desigualdades sociales, pero no aspiremos a barrer de una vez con la pequeña y mediana propiedad, más bien estas deberían tener límites, porqué de lo contrario no se podrá producir la gran revolución social que la humanidad necesita.
¿Por qué afirmamos esto? Porque son muy numerosas las pequeñas y las medianas empresas agrícolas, agroindustriales, industriales, comerciales y de servicios en todo el mundo y en nuestro país. En consecuencia, lo que si se debe es expropiar a las grandes propiedades y poner límites a las propiedades pequeñas y medianas, porque el estado de conciencia social no permite otra cosa. Con ello la desigualdad social se reduciría drásticamente y quedaría una burguesía residual y a largo plazo la desigualdad social se iría reduciendo, de acuerdo a la evolución del estado de la conciencia social.
En el caso de nuestro país el oficialismo casi no hizo caso a al Colegio Médico y a la Facultad de Ciencias de la Salud de la UASD, pesa a lo dispuesta a cooperar que estaba para los fines de enfrentar la pandemia de COVID-19, dirigida por la entonces decana Fernández. Pese a ello, el autor recuerda que un soldado del ejército se refirió que vigilaba el proceso de vacunación en el Colegio Médico dijo que en la UASD era donde el proceso de vacunación estaba más organizado. No sólo las industrias farmacéuticas deberían ser expropiadas, si no los grandes capitales y el capital financiero en general también deben dejar de existir, si queremos salvar el planeta y la vida en general.
*Aunque la gran propiedad de terratenientes que viven del cobro de la renta de la tierra a los aparceros, con los cuales establecen contratos de aparcería, casi se ha extinguido en nuestro país -lo que no ocurre en otros países- pero todavía quedan algunos terratenientes.
Por Francisco Rafael Guzmán F.
