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24 de diciembre 2025
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OpiniónJulián PadillaJulián Padilla

Multas justas, comprobables, responsables

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Entre el famoso macuteo, el capricho del agente, la salida a la calle para cumplir con metas económicas y las infracciones a la ley de transito, hay caminos diversos que colocan en un punto de desconfianza máxima, a las ejecutorias que tienen los mal llamados agentes de tránsito en todo el territorio nacional.

Ciertamente, se ven a diario muchos abusos que cometen los gloriosos agentes contra ciudadanos, no solo por el tema de las multas, sino por las incautaciones sin derecho de vehículos, revisiones a ciudadanos, también cometiendo atropellos injustificados y sin que exista en los maltratados, alguna sospecha legitima por la comisión de algún delito, por el cual estaría siendo perseguido.

Cuando lo que se tenía en el transito eran los famosos policías que usaban unos cascos parecidos a los clavos de zinc, eran mucho más frecuentes los macuteos, pues tampoco existía tanta agresividad, y muchas veces hasta el odio que se refleja en las inconductas de los agentes que abusan con frecuencia de los ciudadanos.

Esto de este lado de la ecuación, sin embargo del otro lado está el infractor verdadero. La cantidad de personas que salen a la calle y que desesperados por los mismos tapones, o la necesidad de esquivarlos, se encuentran cometiendo alguna infracción es tremenda. Como lo es, aprovechar esa luz amarilla, para finalmente cruzar un semáforo, luego de haber esperado a veces más de media hora para poder cruzar la intersección.

Y ahí viene la detención del auto, el señalamiento de que el conductor cruzó el semáforo en rojo y la discusión abierta, de que realmente se aprovecho la luz amarilla, la cual no es señal de detenerse, sino el aviso de que en segundos cambiará a rojo y ya no podrá cruzar.

Es la multa más frecuente, la gente que aprovecha la luz amarilla y la consecuente multa bajo el pretexto de haber cruzado en rojo. Otras multas frecuentes se relacionan con no tener puesto el cinturón de seguridad o el contestar una llamada y usar el celular.
En cualquiera de los casos, nos parece que las multas deben ser revisadas para eliminar los montos abusivos que se han listado y hacer más fácil y viable, precisamente el poder conducir un vehículo correctamente, propendiendo con esto a la misma seguridad vial.

A veces, algo que debería ser sencillo, lo hacemos más complejo, y sumamos normas y normas, que la gente ni recuerda, ni comprende, ni conoce y mucho menos respeta.

A veces el sentido común es fundamental para la interactuación con un agente de tránsito. Dos eventos recientes personales me hacen recordar dos situaciones, donde el sentido común luce haber estado contrapuesto.

Meses atrás, cuando se produjo el famoso apagón de los semáforos en todo el gran Santo Domingo, gracias a la amenaza hecha de que esto iba a ocurrir, por aquello del maravilloso contrato Intrant y los semáforos pone multas, pues ese domingo recuerdo, veníamos todo el malecón desde la feria ganadera hacia la Máximo Gómez. Todos los semáforos estaban apagados, pero de repente, al cruzar el semáforo esquina Alma Mater, este encendió en rojo y al cruzar, estaban dos o tres agentes de Digeset, que de inmediato me detuvieron.

A pesar de la explicación lógica que dimos y la misma discusión que se originó entre ellos, pues se entendía que no había sido nuestra culpa, aún así, el oficial insistió y se nos puso una multa.

Algo más cercano, hablamos de hace menos de un mes, llevábamos el vehículo al taller, pues tenía algunos desperfectos, y siendo acompañado por un mecánico que venía en otro vehículo detrás, el nuestro se apagó precisamente al cruzar la 27 de febrero subiendo la Máximo Gómez.
Estábamos en el mismo medio de la 27 de febrero y varios motoristas se detuvieron, y nos empujaron el vehículo hasta cruzarlo a un lugar donde ya no estorbaba a los demás conductores y así no se formara un taponamiento.

En ese mismo momento un agente de Digesett observaba la situación, llegó el mecánico que nos acompañaba en otro vehículo, se pudo encender de inmediato el nuestro y continuar hacia nuestro destino. No se produjo un llamado de atención o una multa. La lógica funcionó como debió ser, no se trataba de una imprudencia de un conductor o de una infracción contra la ley de transito, aunque por fracciones de segundos el transito se detuvo para permitir que cruzáramos y evitar un taponamiento.

Pero me voy mucho más atrás, en plena pandemia, tuvimos que salir de la casa, pues un familiar necesitaba el auxilio para ser ingresado a un hospital, y al cruzar el puente Duarte, tuvimos que tomar una llamada por la emergencia que teníamos. Un motorizado de la Digeset nos persiguió, nos pidió que nos detuviéramos a la derecha, le explicamos la situación de extrema urgencia que teníamos, y no se nos fiscalizó el vehículo, pues se confió en nuestro argumento. Otra vez, la lógica positiva ayudó a evitar una multa.

Se han debatido mucho los temas de las multas y la fragilidad humana al dar a los conductores la oportunidad de seguir adelante, sin dañarle la mañana, la tarde o la vida al conductor. Sencillamente por utilizar el sentido común y la lógica de la situación que se vive en el momento.

Pero al parecer las cosas han cambiado, por razones que aún no se explican claramente. En los últimos dos años el caos en el tránsito del gran Santo Domingo se ha agravado, los tapones son insostenibles, y la gente sale a la calle a hacer malabares para tratar de llegar a los lugares de destino.

Cumplir con un horario, o una cita de trabajo o de cualquier índole, obliga a las personas a salir de sus casas, probablemente una hora antes y así evitar incumplir con sus compromisos.

Todo esto suma inquietud, ansiedad y mayor disposición de la gente, a salir corriendo, a tener más accidentes, a irrespetar el derecho del otro conductor bloqueando su paso y a cometer mucho más infracciones a las leyes de tránsito.
Una de las quejas mayores de los conductores que son detenidos, multados o fiscalizados, es precisamente, que muchos otros cometen infracciones delante de los mismos agentes de tránsito, y solo ellos son multados.

Al parecer el no poderse aplicar de manera justa una multa en función de los demás y el que un vehículo sea requisado o decomisado, son los dos temas que más irritan a la población.

Parecería que vivimos en una sociedad de delincuentes, y todo el mundo es sospechoso, ocasionando no solo discusiones entre agentes y ciudadanos, que diariamente se encuentran con lo que se percibe como maltrato, y es el ser detenido por una infracción y entonces que se pretenda una revisión de la persona y del vehículo, como si se tratara de una persona sospechosa de un crimen o de un delito.

Peor aún, que el vehículo sea incautado, confiscado, o como deba llamarse el hecho de que lo suban en una grúa, y la persona no pueda continuar con sus actividades. Entonces el reclamo más común es, “ponme la multa, pero no me quites el vehículo pues es mi forma de vida”.

Es una situación realmente irritante y todo el que ve un video de los que circulan en las redes donde se muestran imágenes de lo que aparentan ser abusos, solo logran provocar sentimientos de odio y de rabia contra los agentes del tránsito.

Ahora con la disposición de la procuraduría de crear una unidad para dar seguimiento al cobro de las multas, conviene precisar: que las multas sean justas, comprobables y se correspondan con un hecho cierto. Incluso, que los ciudadanos tengan la oportunidad de ser resarcidos, en los casos de abusos cometidos por algún agente del tránsito.

Ya se tienen muchas historias de personas que de repente ni vehículos tienen, y aparecen con multas de tránsito y otras que de repente aparecen en el sistema con múltiples multas sin poder identificarse la veracidad de las mismas.

Finalmente, conviene señalar, que se ha estado denunciando, que los agentes de tránsito al detener un vehículo, le están tomando fotos a la cédula y la licencia de conducir de un conductor y luego las mismas son compartidas en grupos de WhatsApp, con otros agentes de Digesett, y luego aparecen conductores con multas en localidades totalmente desconocidas o lejanas del hábitat del conductor.

No nos olvidemos, que estamos en la Dubái del Caribe, donde al peso se le llama Tolete y al saber se le dice Chepa, y donde ya, dos más dos no son cuatro, porque ya lo cambiaron.

Por: Julián Padilla.

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