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29 de diciembre 2025
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Mucho y poco

Hay muchos políticos ricos en base a su paso por los cargos públicos, bien sean elegidos y designados. Y aunque no parece haber mucha disposición de perseguir la corrupción y sobre todo, de evitar que los fondos puedan ser usados de manera alegre y con falta de transparencia, es obvio que la mayoría de los […]

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Hay muchos políticos ricos en base a su paso por los cargos públicos, bien sean elegidos y designados. Y aunque no parece haber mucha disposición de perseguir la corrupción y sobre todo, de evitar que los fondos puedan ser usados de manera alegre y con falta de transparencia, es obvio que la mayoría de los que se han enriquecido ni siquiera aguantan una auditoría visual.

Esa abundancia de riquezas ilícitas está directamente relacionada con la crisis política de nuestros países. La queja es generalizada desde la población, la que se siente burlada por la sustracción de recursos y por la falta de atención a sus principales problemas. Y es claro que la corrupción genera un descuido de atención de los funcionarios en los temas principales a los que se tienen que ocupar.

Y tenemos que llegar a la conclusión de que nuestra crisis es básicamente ética. Y lo es porque hay muy pocos políticos sustentados en esa condición, mientras que en cambio hay una abundancia de políticos ricos ilícitamente frente a la escasez de quienes no los son. Los poderes están tomados por todas partes y todos parecen sólo reaccionar atendiendo a los intereses que representan sin considerar seriamente los de la sociedad a la que deben servir.

Así que, a esa escasez ética hay que sumarle una tremenda falta de entereza personal de quienes ocupan las posiciones públicas, bien sean elegidas o designadas.

La creciente falta de confianza en el sistema político se origina en esa realidad del ejercicio de la política. Lo es en buena parte del mundo. En nuestro caso eso afecta la subsistencia.