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30 de diciembre 2025
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Monumentalismo colonial higüeyano, «donde todo empezó»

La ruta monumental religiosa es un viaje donde todo comenzó en 1512 en la Villa de Higüey.

La Iglesia San Dionisio remozada en el 2022. Primera ermita en La Altagracia que data del 1512.
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EL NUEVO DIARIO, HIGUEY, LA ALTAGRACIA- Este fin de semana patronal, se presta para conectar con el ocio turístico y cultural que se puede experimentar en una ciudad, plenamente adornada con los colores de la fe católica, con la música de los campanarios y la majestuosidad de las esculturas, los vitrales y la arquitectura colonial que se enraizó en la primera villa del este, Higüey.

El monumentalismo es la gran ventana que abre su variedad de atractivos religiosos, que promueven una ruta de devoción, de promesas y exvotos, que conserva un relicario de tradiciones que surgieron con su gente, su etnia y sus necesidades espirituales. Hay voces que murmuran entre los barrotes, candelabros, ventanales, paseos y estructuras en mampostería, legado español.

Al plantear la corriente monumentalista se aborda ese conjunto de estilos, propuestas y tendencias arquitectónicas hechas con arte y matices escultóricos. Es una trama emocional entre el pasado y el presente con elementos cargados de antología, sentimientos y luchas propias de los feligreses, que por medio de las esperanzas dieron origen a los monumentos religiosos en la búsqueda de un consuelo o refugio que se propagó de generación y descendencia.

Si decides visitar el terruño de Nuestra Señora La Altagracia (NSLA), en Salvaleón de Higüey, un circuito turístico convertido en referente son La Basílica, La Iglesia San Dionisio, La Cruz del Perdón, Las Tres Cruces, La Torre del Reloj, El Pozo de la Virgen, El Museo de La Altagracia.

Resumen diario de noticias

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La Iglesia San Dionisio

En sus orígenes el Santuario San Dionisio, por la Real Cédula de San Lorenzo, a partir del 2 de noviembre de 1773 hasta el 9 de febrero del año 1822, la parroquia conservó su condición de Asilo y Refugio por ‘especial gracia y señalamiento’. Una argolla, de tiempos colonial, colocada hasta el año 1996 indicando que la iglesia tenía Derecho de Asilo y Refugio. Al entrar las tropas haitianas a la villa este privilegio languideció.

La cédula fue sancionada el 15 de octubre de 1754, por Fernando VI. Luego de la lucha de Independencia Nacional en 1844 y en 1863 la Guerra de la Restauración, las disposiciones de la corona fueron invalidadas.

Fue el ‘primer santuario’ de Higüey, construido donde apareció por primera vez el cuadro de la Virgen en la copa del árbol de un Naranjo, que luego sería la advocación La Altagracia.

Juan Félix Pepén, primer Obispo de la Diócesis La Altagracia. (Fotos: Adonis Arache).

En esta primera ermita que era de tabla de palma y techada de cana, hace cuatro siglos que se construyó la Iglesia Parroquial que hasta la actualidad ha sido recipiente de tantas peticiones, testigo de innumerables milagros y hogar de la imagen santa y milagrosa de Nuestra Señora de La Altagracia.

Siendo la más antigua, entre sus muros y paredes resbalan las lágrimas de sus fieles y las intercesiones de sus afligidos, que desde las alabanzas a Jesús, hijo de María y ‘madre de Dios’, agradecimientos a su madre La Virgen Nuestra Señora de La Altagracia. Su inmaculada imagen fue trasladada a la Basílica en el 1971. Muchos no se dirigen al Sagrario o la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, sino directamente donde estaba desde 1541 el cuadro en la antigüedad.

500 años después, la familia dominicana visita ininterrumpidamente al ‘antiguo santuario’ para compartir los testimonios de toda índole, los mimos que son numerosos y claros entendidos con los ojos de la fe, de la devoción y advocación altagraciana, donde médicos los han confirmado a través de cientos de esos.

La Cruz del Perdón

Desde la época de colonización y esclavitud, el perdón y la misericordia se instauraron en el corazón de sus habitantes. Un símbolo colonial que se conserva hasta nuestros días es La Cruz del Perdón. Ubicada en la explanada de la Iglesia San Dionisio, desde allí los peregrinos que distintas localidades del país visitaban y como un auténtico ceremonial incorporaban sus cuerpos de rodillas hacia la iglesia pidiendo perdón por sus pecados.

La Cruz del Perdón en la explanada de San Dionisio donde los creyentes se arrodillaban por sus pecados. (Fuente archivos).

También, en era colonial los esclavos o taínos que no acataban las normas o instrucciones de sus amos eran atados al bombo o pilotillo que se encuentra en el mismo sacro lugar y si lograban soltarse se dirigían a la referida Cruz del Perdón, logrando una segunda oportunidad por parte de su verdugo. En su defecto, como un acto de lesa humanidad, eran alcanzados por las balas que los exterminaban.

Abrazarse a la Cruz del Perdón, ante el acoso de las autoridades era puesto en libertad o el gesto se tomaba en cuenta al momento de aplicar las penas correspondientes. Ubicada a diez varas de la puerta, marcando desde allí, el centro del Altar de la Iglesia San Dionisio.

Las Tres Cruces

En tiempos de la colonización era costumbre la colocación de cruces a la entrada de los pueblos y en caminos.  Es así como nacieron dos importantes calvarios en el sincretismo religioso en la provincia La Altagracia.

Las Tres Cruces, es un emblemático monumento religioso levantado a modo de calvario desde tiempos remotos, ubicado frente al cementerio viejo, justo en la avenida la Altagracia, en honor a la crucifixión y muerte de Jesucristo, celebrada en la Semana Santa. Los piadosos se dirigían al legendario lugar, donde en siglos pasados la procesión del viernes santo solía tener una estación para el ‘vía crucis’ que iniciaba los domingos a las cuatro de la tarde en la parte trasera de la Iglesia San Dionisio.

Las Tres Cruces punto de partida hacia El Naranjo (Fotos: Adonis Arache)

Encabezada por una cruz de madera que era presidida por el presbítero acompañado de la Hermandad del Sagrado Corazón de Jesús conformada por las familias, las viudas y gentes vestidas ‘de domingo’ quienes avanzaban en filas cantando salmos penitenciales. Al caer la tarde, los grupos regresaban a sus comunidades llenos de espiritualidad y religiosidad.

El viernes Santo los devotos altagracianos rezan, cantan salves y plenas desde ‘Las Tres Cruces’; punto de partida hacia el vetusto santuario donde apareció por primera vez la Virgen La Altagracia, en el Naranjo: la Iglesia San Dionisio. Al igual, que el famoso calvario en Ceja Esperanza, camino a Santana, donde la leyenda narra que el buey le habló a su amo por las jornadas extendidas de trabajo sin descanso, conocido como día de Corpus Christi.

La Basílica Catedral Nuestra Señora de La Altagracia

Al pisar suelo higüeyano, todo nacional se enorgullece y fortalece su fe desbordada sobre la deidad de la Virgen La Altagracia, quien recibe a diario a miles de creyentes, curiosos, internacionales y sin distinción alguna de etnia, estatus o estrato social, cumple los más especiales o extraños deseos que emergen de las intimas necesidades de los feligreses. Su estructura simboliza La Cruz Latina, conteniendo un campanario de 45 campanas fundidas en bronce.

Visitar el santuario, Basílica Menor Nuestra Señora La Altagracia, construida en 1954, por el primer Obispo de la Diócesis, Juan Félix Pepén y finalizada 17 años más tarde, el 21 de enero de 1971.

Los fieles creyentes y devotos de Nuestra Señora La Virgen La Altagracia elevan su peticiines con luces de fe. (Fotos: Adonis Arache).

Inaugurada por el entonces presidente de la República, Joaquín Balaguer Ricardo. Declarado monumento dominicano, en fecha del 12 de octubre del mismo año de su inauguración. El 17 de octubre, el Papa VI, la declaró Basílica Menor por mandato apostólico, convirtiéndose el 15 de agosto de 1973 en la Catedral de la Diócesis de Higüey.

Su puerta fue construida en 1988 por el gran maestro Tommaso Gismondi considerada entre los principales trabajos de relieve. Diseñada por encargo del obispo de la diócesis, monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito. Fue bendecida en Roma por el Sumo Pontífice, Juan Pablo II, quien dedicó una especial bendición a la escultura.

Quien en su visita a Salvaleón de Higüey, el 12 de octubre de 1992, por celebrarse 500 años de la evangelización en el Nuevo Mundo, siendo su santidad conocedora de la obra, la observó atentamente por un largo período de tiempo. Llamando la atención de los presentes.

El Pozo de La Virgen

El Pozo de La Virgen, es otro monumento nacional localizado en el centro de la turística ciudad Salvaleón de Higüey, en la calle lateral sur; paralela a la Iglesia San Dioniso, que para su construcción era necesaria una fuente de agua para el abastecimiento, supliendo esa necesidad.

El Pozo de la Virgen eera usado como el reservorio de agua para el abastecimiento de los pobladores. (Fotos: Adonis Arache).

Sin embargo, la leyenda o testimonios populares aseguran que de forma repentina se incendió la antigua ermita arropando el fuego las humildes casas de canas y palma alrededor. Todos desesperados corrían en búsqueda de auxilio para sofocar el siniestro, hasta que de forma milagrosa apareció el pozo de la nada (…) proporcionando suficiente agua devolviendo la calma a los vecinos. En lo adelante, sugirieron un acto milagroso nombrándolo el Pozo de la Virgen, que, hasta la actualidad, se mantiene como identidad higüeyana, frente a la casa Curial.

El reloj de la Iglesia San Dionisio

Agustín Guerrero, un señor residente en la sección del Guanito, donó a la Iglesia el ‘reloj de la torre del santuario’ el 2 de mayo de 1896. El presbítero Vallejo, Eustaquio Ducoudray, Manuel Emilio Gómez estuvieron presentes dando fe al donativo.

El 11 de octubre de1918 hubo un temblor de tierra muy fuerte sin provocar daños en el Santuario ni en la villa. Los higüeyanos sintieron pánicos. Fue con el terremoto de Matancitas en Nagua, que en Higüey, se sintió para 1946 y es así como algunas de sus grietas  provocadas por otros temblores se ponen al descubierto, para luego ser restauradas.

El santuario se convirtió en un termómetro del clima, sus inclemencias o de fenómenos naturales que a su paso hacia más exigencia a reconstrucciones porque en la incipiente comunidad abundaba la cana, la paja, yagua, palma y zinc. La última restauración de la sinagoga colonial de San Dionisio fue en 1947.

La Torre del Santuario

Construida en 1882, se erigió el primer campanario porque el que había casi no se escuchaba, sus campañas estaban rajadas y eran muy pequeñas. En 1865, se construyeron las campanas existen hasta la actualidad, fundidas en Boston, que fueron donadas por Joaquín Alfau, en los años 1766, 1772 y 1779. En 1956, una de esas campanas, del 1865, se envió a la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de La Enea.

Museo La Altagracia

Un destino muy especial y digno de respeto y admiración, es el Museo de La Altagracia, es interesante recorrerlo para conocer la exhibición cultural y el sincretismo religioso dominicano. A seguidas, la Parroquia de la sección Santana, que pertenece a la Enea, donde se reciben a los Toros que son arreados desde las distintas localidades esteñas.

La primera piedra para erigir el museo que aloja los exvotos de los peregrinos fue colocada el 9 de junio del 2009, con un acto de bendición por Monseñor Gregorio Nicanor Peña Rodríguez, obispo de la Diócesis de Higüey, y presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano.

En el Museo La Altagracia se exhibe toda la herencia cultural y religiosa que durante cinco siglos ha sido atesorada y entregada por el pueblo dominicano a su madre Nuestra Señora La Altagracia. Aquí se registran los valores al culto mariano y altagraciano, objetos simbólicos de fe y devoción, arte religiosa popular y diversas manifestaciones culturales que nacen con el pueblo mismo.

Los exvotos son la muestra tangible de la fe de los dominicanos. (Fotos: Adalgisa Corcino).
Los feligreses entregan sus exvotos con peregrinación, devoción, salves, cantos. (Fotos: Adalgisa Corcino).

Monumento al Peregrino

Fue levantado en honor a los peregrinos del país y del mundo, que al igual que la romería, se desplazan a pies o no, por días o semanas en señal de sacrificio a venerar a Jesús o en este caso de camino a Higüey, hacia la Basílica.

Este monumento muestra la escena de una familia que brinda homenaje a la protectora espiritual del pueblo dominicano.  Es el punto de bienvenida y despedida para el turista y el visitante.

“La devoción mariana es un importante componente de la cultura y la espiritualidad de América Latina y que en el caso del culto a La Altagracia es el más antiguo de América y el que mayor cantidad de personas moviliza cada año dentro del país y en el exterior”, dijo monseñor Nicanor Peña.

El gobernador de la Comisión de Mantenimiento y remozamiento del Santuario Nacional de Higüey, presidente del ‘Grupo Popular’ Alejandro Grullón, expresó que “el museo es una respuesta a la necesidad de preservar y transmitir rico legado espiritual y social que ha dejado a través de tantos años, la profunda devoción de los dominicanos por la Virgen de La Altagracia”.

El museo consta de seis salas de exhibiciones, un auditorio, un mirador hacia la Basílica, un salón de audiovisuales, un laboratorio y sus instalaciones. Carlos León y Jorge Ruiz, museógrafos españoles juntos al especialista argentino, Sergio Barbieri, fueron los encargados de catalogar las piezas. El diseñador del inmueble fue el ingeniero Pedro Borrel.