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24 de diciembre 2025
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OpiniónRafael Emilio Bello DiazRafael Emilio Bello Diaz

Minerd y evaluación docente 

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Casi 23 mil maestros se quemaron en la última evaluación docente del Ministerio de Educación. Actualmente existe un interés creciente por la calidad educativa. El colectivo de profesorado es uno de los fundamentales sobre los que se apoya la calidad y, por ende, la evaluación del sistema educativo, siendo considerada una actividad compleja, problemática y conflictiva, no habiendo encontrado todavía soluciones altamente satisfactorias entre las experiencias realizadas, surgiendo problemas y temores sobre su operativización.

La evaluación docente es llevada a cabo en la práctica totalidad de las instituciones. Si bien, en un principio se centraba en valorar únicamente, la adquisición o no de conocimientos por parte de los alumnos, poco a poco se ha pasado a considerar la evaluación de la docencia como un elemento importantísimo para analizar la calidad de las instituciones educativas. Sin embargo, el problema, generalmente, surgía porque se realizaba de forma espontánea siendo, sus consecuencias, escasas o nulas para la mejora de la calidad tanto del sistema de enseñanza aprendizaje como para el propio profesorado. La evaluación sistemática tampoco proporcionaba demasiada información, realizándose, en la mayoría de los casos, bajo un enfoque sancionador y fiscalizador, que provocaba la negación, rechazo y aversión del propio profesorado hacia todo aquello que tuviese algo que ver con evaluación, proporcionando mecanismos de defensa, que impedían tomar las decisiones válidas y oportunas para valorar su labor educativa.

Hoy, la enseñanza está al servicio de la educación y, por tanto, deja de ser objetivo central de los programas, la simple transmisión de información y conocimientos; es así como existe una necesidad de cuidar el proceso formativo del ser humano, en donde la capacitación del individuo esté centrada en el autoaprendizaje, como proceso de desarrollo personal. Es por esto que, bajo una perspectiva pedagógica y educativa, la evaluación debe adquirir una nueva dimensión; pues cada estudiante es un ser único, es una realidad en desarrollo y cambiante en razón de sus circunstancias personales y sociales.

Además, la enseñanza y el aprendizaje son, por naturaleza, actividades complejas. Siendo entonces la evaluación, elemento que subyace necesariamente al proceso educativo.

Consecuentemente, ésta es también una tarea complicada y difícil. Según Álvarez Méndez, “la evaluación da mucho juego para replantear todo lo relacionado con la educación, porque ella misma es cruce de caminos en los que se manifiestan muchas de las contradicciones que se dan en el proceso de la educación”.

Sin duda, la evaluación representa uno de los ejes sobre los que gira todo el fenómeno educativo, ya que debe permitir la adaptación de los programas educativos a las características individuales del alumno, detectar sus puntos débiles para poder corregirlos y tener un conocimiento cabal de
cada uno. No puede ser reducida a una simple cuestión metodológica, a una simple “técnica” educativa, ya que su incidencia tiene impacto en lo personal y en lo social.

Si bien puede decirse que la evaluación consiste en la emisión de juicios valorativos con la intención de evidenciar el alcance de los aprendizajes por parte de los estudiantes, los docentes están empeñados en ensayar y practicar formas alternativas y creativas, que emerjan en contra del autoritarismo como mecanismo dominante en el aula, y a través de prácticas participativas como la autoevaluación, la heteroevaluación; y la coevaluación; se logra, así, una evaluación más global, antes que una evaluación puntual.

El concepto de evaluación, como tal, es de carácter polisémico en cualquiera de las acepciones en que se tome, pues hace referencia a varios aspectos, como emisión de juicios, comparación de resultados, desarrollo de procesos de investigación, la enseñanza-aprendizaje, relaciones de tipo intelectual y afectivo.

Stufflebeam, D. y Shinkfield, A., conceptúan la evaluación contextualizándola históricamente como algo originado en campos industriales, desde los que ha sido traída al campo educativo. Esta visión nos permitiría comparar los conocimientos de los alumnos con mercancía que se elabora y que es supervisada y controlada por los profesores. El término resulta ser algo complejo ya que se puede aplicar a diferentes ámbitos y actores educativos (institucional, de docentes, de programas, de estudiantes, entre otros) y en diferentes momentos, ya sea de producto o proceso, inicial, intermedia o final.

Existen muchas concepciones sobre la evaluación educativa, las cuales son diversas, dependiendo de su origen epistemológico. Lo importante es que para hacer posible una buena evaluación se tengan en cuenta aspectos como:

Las necesidades educativas tanto de los estudiantes como de las familias en los diferentes
contextos, y de acuerdo con sus derechos y deberes.

Preguntarse si el sistema o aun la misma institución es justa y equitativa a la hora de proporcionar los servicios educativos, si hay acceso a los mismos, si se determina que los participantes lleguen a la consecución de sus metas, con el propósito de cumplir sus
aspiraciones de vida.

Es importante cuestionarse por el grado de eficiencia en la utilización y distribución de recursos, de acuerdo con los parámetros de la norma que rige la institución, el compro miso y participación de los miembros implicados, con el objeto de que se produzcan los resultados deseados y planeados.

El objetivo permanente para la búsqueda de la mejora de la calidad está centrado en la excelencia y éste es posible gracias al análisis que se realiza de las diferentes prácticas educativas, tanto pasadas como presentes, y de los diferentes actores que lo hacen posible.

Lo que resulta evidente e interesante, es como a partir de las anteriores apreciaciones,
puede hacerse referencia a un tipo de evaluación formativa y comprensiva. Entiéndase por
evaluación formativa, aquella que se va dando en forma paulatina, durante el proceso de
aprendizaje y a través de la cual se puede confrontar lo que el estudiante va aprendiendo,
tanto en habilidades y competencias, como en actitudes y valores. Autores como Plancad,
Chadwick, Rotger, la plantean como un tipo de evaluación que hace parte de una educación
integral, con unas características especiales en su proceso de aplicación y, básicamente,
como una oportunidad de identificar debilidades y fortalezas.

Por su parte, la evaluación comprensiva, sustentada en planteamientos de autores como Crombach, Pérez Gómez, y Gimeno Sacristán, permite el registro de los avances, procesos y situaciones, indagando juicios, analizando interpretaciones y perspectivas de los participantes.

La evaluación, como comprensión, se interesa por recoger y analizar información que permita comprender la nueva realidad que está generando el desarrollo de un proceso. Ya no se trata de evaluar simple mente para contrastar lo esperado con lo realizado, sino que consiste en evaluar para que los sujetos participantes en el proceso reconozcan las acciones en las cuales están inmersos, las analicen, signifiquen y resinifiquen según sea necesario.


Por Rafael Emilio Bello Díaz 

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