Santo Domingo 23 / 31 Soleado
ENVÍA TUS DENUNCIAS 829-917-7231 / 809-866-3480
5 de mayo 2024
logo
OpiniónFlorentino Paredes ReyesFlorentino Paredes Reyes

Luperón no dirigió la Restauración

COMPARTIR:

Siendo la historia la ciencia cuyo objetivo es averiguar los procesos que ocurrieron en el pasado, atendiendo a criterios de objetividad, y siendo el maestro quien debe transmitir esos hechos apegado a buenos principios éticos, para no engañar las presentes y futuras generaciones, he visto más que prudente referirme al tema de La Restauración y al papel jugado por Gregorio Luperón, en tan importante acontecimiento de nuestra historia republicana.

  Según Guido Riggio Pou, la historia nacional ha sido manipulada por los que llama “historiadores tendenciados”, que han creado una “historia al revés”, escondiendo la realidad de los hechos del pasado. Eso es lo ocurrido con la Restauración, que se evoca hasta el cansancio que Gregorio Luperón es su ¨primera espada¨ cuando tan memorable hecho, tuvo otros líderes y protagonistas.

Reconocerle el título de ¨la primera espada de la Restauración¨, es sinónimo de decir que fue él quien ideó, financió y dirigió el movimiento Restaurador. Sin hacer alusión a sus méritos militares, la relación política con los caudillos de la época, su influencia social para involucrar todo un país en tan importante proyecto revolucionario, y, sobre todo, el comportamiento sociológico del dominicano de entonces para escuchar y seguir a un líder.

Historiadores de la talla de Rodríguez Objío y García Lluberes, atribuyen a un grupo de caudillos, el liderato de la Restauración cada uno en sus respectivos frentes, tales como: Pedro Antonio Pimentel y Benito Monción en Montecristi, Gaspar Polanco en Puerto Plata, Pedro Florentino y José María Cabral en el Sur, José Cabrera en la frontera norte, Federico de Jesús García y Manuel Rodríguez (el chivo). Ninguno bajo las órdenes de Luperón.

La Restauración debía iniciarse el 27 de febrero del 1863, para conmemorar los19 años de la proclamación de la Independencia en febrero de 1844. De todos ellos, Santiago Rodríguez gozaba de mayor fama y prestigio en todas las comarcas fronterizas, por ser el fundador de Villa Sabaneta, después del incendio de Dajabón por los haitianos, cuando volvían derrotados de la Batalla del 30 de marzo en Santiago. Gaspar Polanco era el comandante de las tropas.

Días previos a este acontecimiento, se hizo público un manifiesto que explicaba los motivos por el que los dominicanos debían apoyar la revuelta, así como los abusos que estaban cometiendo los españoles. Dicho manifiesto, el cual apareció en Sabaneta, es atribuido a Santiago Rodríguez, otros a Pablo Pujol. Pero nadie a Luperón.

El hermano de Santiago Rodríguez, Manuel Casimiro Rodríguez, fue enviado a Puerto Plata como comisionado de la Revolución a ultimar los detalles, y es así como Luperón, Ulises Heureaux y otros jóvenes, llegan al poblado de Sabaneta, para integrarse a la lucha buscando fama, prestigio y dinero.  Una borrachera de Norberto Torres, el día 22 de febrero, delató la operación, la cual debió apresurarse y fracasó.

Luego del desastre de Sabaneta, Santiago Rodríguez se reunió en los Almácigos con los hombres importantes de la revolución en lo que se conoce como ¨Convención de Los Almácigos¨. Se decidió, con la aprobación de todos, renovar los planes conspirativos teniendo como refugio a Haití. Se le encomendó a José Cabrera (sobreviviente de la emboscada del Cercado, en la que cayó Francisco Sánchez del Rosario) hostigar las fuerzas españolas desde el cerro de David y la frontera norte, hasta Capotillo. Por eso la posteridad ha dado el nombre a esa zona montañosa como ¨Loma de Cabrera¨, porque fue la zona donde este caudillo se convirtió en azote para las tropas españolas, mientras se preparaba la nueva envestida de los patriotas para el 16 de agosto.

Los principales líderes del primer intento restaurador de febrero del 1863 pasaron a territorio haitiano. De Gregorio Luperón se sabe, que huyó a la comunidad de la Cuesta, a casa del viejo Pablo García, luego, tomando precauciones por la ruta de Baitoa, se refugió en la casa de la familia de Pablo y José Abreu en la sección de La Jagua, más arriba de La Vega. Allí permaneció ignorado por más de seis meses, hasta los primeros días de septiembre del 1863, cuando atraído por los acontecimientos llegó para integrarse, como otros jóvenes, al ejercito que estaba comandado por Gaspar Polanco, en lo que se conoce como la ¨Batalla de Santiago¨. Así lo relata Pedro M. Archambault (quien en vida fue, miembro prominente de la Academia Dominicana de la Historia) en su obra, ¨Historia de la Restauración¨, Pág. 28, del año 1938. Una demostración más, de que la Restauración, no tuvo como líder a Luperón.

El 16 de agosto, se reunieron en el cerro de Capotillo Dominicano (porque hay uno haitiano), los prominentes hombres de la Restauración (Gregorio Luperón no estuvo) y desde ahí se dio inicio a esta gesta gloriosa.  El general Gaspar Polanco, fue designado comandante de las tropas que marchaban a Santiago, por el consejo formado por Santiago Rodriguez, Pedro Antonio Pimentel, Benito Monción y Jose Antonio Salcedo (Pepillo).

Coincide de manera extraordinaria con la obra Archambault, la “Relación Histórica” del general Benito Monción y que apareció originalmente en un folleto, impreso en la ciudad de Santo Domingo en el año 1902. Se narra de forma detallada, los acontecimientos desde el 16 de agosto hasta la conformación del primer gobierno Restaurador, el 14 de septiembre de 1863. Monción (que dice en dicho relato poder presentar fallas con los días y las horas, por el furor de la guerra, pero no con los acontecimientos) refiere para el 4 de septiembre de 1863, la integración de Luperón a dicho acontecimiento, en el marco de la Batalla de Santiago. La muy citada Relación de Monción ha sido reproducida en diversas ocasiones incluyendo la revista Clío, que es el órgano de difusión de la Academia Dominicana de la Historia, cuando se iban a conmemorar los cuarenta años de esta heroica gesta y se recogían testimonios de los lideres sobreviviente.

Debo resaltar, que la descripción que hace el general Benito Monción sobre el joven Gregorio Luperón en la citada ¨Relación Histórica¨, es la fuente de inspiración de los artistas del pincel que lo han inmortalizado en sus primeros años de su vida pública.

Probada su hombría en las acciones de la Batalla de Santiago, (Pepillo Salcedo le dio el rango de teniente) fue enviado al cantón de Marilopez, bajo las órdenes del coronel Tolentino y el capitán Teodoro Gómez. Para el día 14 de septiembre, ya estaban organizadas las cosas, por lo que un grupo de los más prominentes Restauradores (entre los que se pueden destacar: Domingo Filomeno de Rojas, Ulises Francisco Espaillat, Pedro Francisco Bonó, Máximo Grullón, Sebastián Valverde, Pedro Eugenio Curiel, Manuel Ponce de León, Ricardo Curiel, José Joaquín López, Domingo Pichardo y El General Ramón Mella), se reunieron en la casa de Doña Antonia Batista y conformaron el primer Gobierno Restaurador, eligiendo a unanimidad como presidente al coronel Santiago Rodríguez, quien se negó a asumir tal posición, resultando electo Don José Antonio Salcedo, quien en esos momentos era el Subjefe de la Revolución.

El vicepresidente del gobierno Restaurador fue el Lic. Benigno Filomeno de Rojas, y como ministros Ulises Francisco Espaillat, Máximo Grullón, Pablo Pujol, Pedro Francisco Bonó, Alfredo Deeten, Sebastián Valverde y Don Belisario Curiel. De haber sido Gregorio Luperón su primera espada, debió haber sido su presidente o uno de sus más influyentes ministros, cosa que no sucedió en ninguno de los gobiernos.

En sus Notas Autobiográficas y Apuntes Históricos, el propio Luperón establece la supremacía de Polanco en el aspecto militar y en lo político, pero no deja de aspirar a la gloria, exagerando sus méritos hasta ese momento. Así lo establece Roberto Cassá en su obra ¨Héroes Restauradores¨. Pág. 27. Cassá en la referida obra, Pág. 33, toma el testimonio de Luperón sobre lo acontecido el 14 de septiembre de 1863, donde afirma que entre los líderes reunidos estuvieron él y José Antonio Salcedo y que los demás integrantes de dicha reunión eran líderes civiles y comerciales. Alega que le ofrecieron la presidencia del gobierno Restaurador, ya que, si hacemos una comparación de éste con todos los comandantes y generales hasta el 14 de septiembre del 1863, todos le superaban en prestigio e influencia, algo sumamente vital en la definición de un líder y en la consumación de un proyecto. Quien sí lo rechazó fue Santiago Rodríguez (Chago) por cuestiones de salud. Solo hay que imaginar ese grupo reunido en casa de Doña Antonia Batista, una gloriosa falange de soldados de la Independencia. Grupo al que Luperón no tenía los méritos de pertenecer o representar, en esos momentos.

El Dr. Alcides García Lluberes en su artículo ¨El General Gaspar Polanco¨, fue el primero en revisar el concepto de que Gregorio Luperón fue la primera espada de la Restauración, pero sostiene que no estuvo en los inicios de ésta, acción que le reconoce a Gaspar Polanco.

En Carta de Rafael R. Rodríguez a Mariano A. Cestero, fechada en Dajabón, el 14 de marzo de 1905. Publicada en el periódico Listín Diario, del 18 de abril del mismo año, Rafael Rodríguez, hermano de Santiago Rodríguez, le recuerda a Benito Monción, que su pariente dispuso de los recursos, las armas y la logística, para el desarrollo de la Restauración. En las discusiones de esa época, sobre el líder de la Restauración, nadie fija su vista en Luperón.

En una carta de Casimiro Rodríguez a su hijo Buenaventura Bueno Rodríguez, fechada en Sabaneta, el 1 de julio de 1897, publicada por Emiliano I. Aybar con el título ¨Relación de acontecimientos sobre la Guerra de la Restauración”, en su opúsculo 16 de agosto de 1863, no se aprecia en ninguna de sus partes que Gregorio Luperón, haya sido líder en tal acontecimiento.

Emilio Rodríguez Demorissi, presentó en el 1903 al cumplirse 40 años de la Restauración una narración que en vida y bajo juramento, le hiciera Benito Monción, en marzo de 1887, a don Mariano Antonio Cestero (1837-1909). En dicha narración, Monción detalla que Luperón no estuvo en los acontecimientos iniciales, tampoco fue el líder.

Otro aspecto por destacar del papel de Luperón en La Restauración es que todas las obras y relatos históricos posteriores a este hecho y hasta la primera mitad del siglo XX, no lo presentan a él como quien dirigió ese hecho. En la única obra que aparece como tal, es en la escrita por él, mereciendo todo tipo de epítetos por los caudillos de la época.

En la modificación Constitucional del 7 de junio de 1927 (en el gobierno de Horacio Vásquez), se extiende el período presidencial hasta el 16 de agosto del 1930 y es a partir de ahí, que se inician los aprestos para conmemorar este hecho. Para el 21 de noviembre del 1927, el Congreso Nacional le cambia el nombre a la común de Blanco, en la Provincia de Puerto Plata, y le denominan Luperón. Las motivaciones que tuvieron fue honrar un prócer (que, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es una persona que participa, no que dirige), expresión que han cambiado a ¨Primera Espada¨.

Todos los personajes que estuvieron presentes en el Grito de Capotillo, lugar donde inició el movimiento Restaurador (Santiago Rodríguez, el capitán Eugenio Beliard, Segundo Rivas, Alejandro Bueno, Pablo Reyes, Juan de la Mota Monción, San Amézquita, Tomás de Aquino Rodríguez, José Cabrera, Sotero Blas, Benito Monción, Juan de la Cruz Álvarez) superan  en edad, prestigio político, experiencia militar y arraigo social, a quien en esos momentos es colocado como su líder, en clara discordancia con el momento histórico y las relaciones sociales vigentes de la época.

Muchos historiadores usan su rango, para nombrarlo, en épocas en el que era un don nadie, con la malsana intención de crear confusión, enaltecer su figura y sobreponerlo a los verdaderos lideres restauradores. Le llaman general, cuando era un soldado o un teniente. Tampoco presentan los puestos y rangos que tuvo a pesar de haber documentos del Gobierno Restaurador que así lo confirman.

Le atribuyen sañas de otros líderes como: ser maderero (José A. Salcedo), rechazar la presidencia del primer Gobierno Restaurador (Santiago Rodríguez), ser amigo de Pedro Eduardo Dubocq (Juan Pablo Duarte), comandante de las tropas restauradoras en Santiago (Gaspar Polanco). Además de ser presentado como un hombre desprendido y poco ambicioso de poder, cuando demuestra todo lo contrario, en el primer tomo de su libro ¨Notas autobiográficas¨, considerado un portento de invenciones, donde se atribuye el liderato que no tuvo, sino en parte y al final de la Restauración, cuando Salcedo le envió como teniente a la campaña del Este y luego en octubre a dirigir la campaña del Sur, con rango de General.

Es importante destacar, que al intentar engrandecer la figura de Luperón (en momentos que no tenía méritos) se caen en unos errores de cuestiones lógicas, que son imperdonables. Como los que comete Emilio Rodríguez Demorissi, en la obra ¨Ideario de Luperón¨, de José Chez Checo. En la citada obra, presenta el año de 1839 como su nacimiento y para el 1851, ya dirigía destacamentos y corte de madera en Jamao, con apenas 12 años. Comandante (con apenas 18 años), también le ponen en lugares y situaciones con días u horas de diferencias, cuando en aquellos tiempos se duraban semanas en llegar.

Pero corroída como está nuestra memoria histórica, desviada la atención hacia temas y figuras que se entienden más importantes, no nos puede extrañar las mentiras vertidas, desde la segunda mitad del siglo XX, para engrandecer figuras que no tuvieron el protagonismo que se les atribuye.

Los historiadores deben entender, que ya no se escribe ni se educa a una población, que hasta el 1961, era en un 80 % analfabeta. Ahora no solo se enseña a leer o escribir, sino que también a pensar, por lo que hay que replantear los hechos y sus protagonistas, porque los mismos educandos lo exigen al encontrar unos líderes de nuestra historia, sin pies ni cabeza.

No hay duda de la formación política y moral, que con el paso de los tiempos fue adquiriendo Gregorio Luperón, hasta convertirse en una figura del primer orden en la segunda mitad del siglo XIX, pero atribuirle méritos, en momentos que no los tenía, es un favor innecesario que hacen a su figura y que de seguro él no aceptaría.

Hagamos un verdadero ejercicio de los hechos y figuras que se convirtieron en paradigmas a seguir de las futuras generaciones, pero no construyamos héroes de barro, que no soportan una investigación profunda de sus hazañas o de sus hechos. Porque a la larga no son ellos, sino nosotros los que salimos perjudicados, al no poder dar una explicación de los líderes que hemos construido. Con Gregorio Luperón, aun estamos a tiempo.

 

Por Florentino Paredes

Comenta

[wordads]