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1 de julio 2024
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OpiniónFernando DespradelFernando Despradel

Luisa Despradel; El Centenario de una Admirable Profesora

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A propósito del cumpleaños 100 de tía Luisa

Hablar del pasado con tía Luisa es como cambiar el color de la realidad y colocarla en modo ocre, para ir aclarando las tonalidades a medida que avanzamos en el tiempo.

Sin titubeos, ni rodeos contesta mis preguntas y añade sus comentarios poblados de lógica y veracidad.

Hablamos del pueblito de Guayubín, allá en la lejanía en la línea noroestana, a orillas de un río Yaque caudaloso; entonces muy parecido a los paisajes que nos dibuja García Márquez en sus obras.

La luz nocturna venía de unas lámparas de kerosene y recuerda de esos tiempos una barza para cruzar el Yaque.

Su padre era juez de paz en la región y vivían de manera holgada.

Guayubín en las batallas de La Independencia y de La Restauración fue ruta obligada de las tropas patrias y haitianas.

En ese pueblito que la vio nacer, siendo muy niña, en 1927 se traslada toda la familia a la ciudad de La Vega.

Su tío, el doctor Julio Despradel fue el soporte y apoyo de la familia en esta travesía y en los primeros años en la culta ciudad del Cibao.

Originalmente se alojaron en casa de una tía que las acogió con cariño y le brindó todas las ayudas necesarias en esos primeros tiempos.

Su madre, Zenaida hace acopio de sus conocimientos en la elaboración de postres y con la ayuda de todos los muchachos, elabora pudines, dulces, coconetes… cuya producción se convierte en el sustento de la familia.

Ella y su hermana Ana Rumilda vuelan alto en la preparación académica y siendo muy jóvenes aún se enfocan el magisterio, iniciando su sacerdocio magisterial en escuelas rurales.

Tía Luisa en Las Lagunas, distante 5 kilómetros de la ciudad y Ana Rumida en la Sabana de Los Jiménez, un poco más retirado.

Con la experiencia y curtida con la experiencia rural se aposentan en las escuelas Gaspar Hernández y Federico García Godoy de la ciudad.

Estas dos campeonas del magisterio nacional, verdaderas maestras alfabetizaron a centenares de alumnos, que con el tiempo se convirtieron en exitosos empresarios, funcionarios públicos de todos los niveles, profesionales en todas las carreras, pero más que nada ciudadanos cocientizados con los más elevados valores de honestidad, seriedad y de compromiso con la sociedad.

Tía Luisa vivió toda la era de Trujillo, la época de transición democrática, el efímero régimen del Profesor Bosch, el prolongado mandato de Joaquín Balaguer, los gobiernos del PRD, del PLD y ahora del PRM.

Vio morir a los mandatarios Antonio Guzmán, Jacobo Majluta, Juan Bosch y Joaquín Balaguer.

También al gran líder político José Francisco Peña Gómez.

Dice ella que cerca de la casa oyó hablar a Trujillo con una vocesita floja y a poco tiempo un notable opositor en La Vega al régimen caía vilmente asesinado en una Noche Buena, Quero Saviñón.

Ella recuerda con claridad las ofensas del régimen a la iglesia, la persecución al obispo Francisco Panal.

Cuando quemaron la residencia del honorable sacerdote, pero además la incursión de turbas de prostitutas a la Catedral de La Vega en pleno oficio religioso.

También los tiempos de los paleros, sembrando de terror a la población.

Ella, como todos los funcionarios públicos fue conminada a hablar bien del régimen en un mitín en el centro de La Vega.

Contrajo nupcias con Aníbal De Moya y tuvieron cuatro hijos, Ricardo, José Gabriel, Luis , Nora.

Cuenta ella que Midín, el apodo de Aníbal en un accidente automovilístico derivó en una persona fallecida y las leyes no admitían tolerancia alguna, esperando a su esposo una prolonga condena.

Escribió una carta al jefe, manuscrita con una correcta exposición de los hechos y logró, primero que le cambiaran la pena a prisión domiciliaria y luego la libertad producto de un indulto a los pocos meses.

Tía Luisa ha visto desaparecer todas sus vecinas, amigas de todas las latitudes, personajes de su época y de otras más recientes.

Uno de los latigazos más fuertes que ha recibido fue la muerte de su hijo Ricardo dos años atrás, quien era muy cariñoso y dedicado a ella.

Cada vez que ha fallecido un hermano, ha representado una pérdida existencial irreparable.

Conserva la lucidez de una manera admirable; con ella se puede hablar de cualquier tema y posee los conocimientos para mantener una conversación interesante y fluida.

Es fanática de la televisión, ve los noticiarios, programas de opinión y culturales.

Comparando épocas pasadas con la actual, destaca que en el pasado se vivía más seguro, el nivel educativo era más elevado y el costo de la vida más llevadero.

Es de buen comer, los platos regulares de la comida dominicana.

Destaca la ausencia de jaibas e hicoteas en el menú.

Amante de la batata y un buen dulce de leche, sin mucha azúcar.

Entre sus últimos logros cuenta el avance que está teniendo como usuaria de la telefonía celular, chateando con familiares con regularidad.

Ha recibido reconocimientos y homenajes por su dilatada carrera magisterial, pero la que más aprecia y recuerda fue la de sus compañeros de la Escuela Federico García Godoy.

Ella recuerda perfectamente la travesía diaria desde su casa hasta la escuela, unos dos kilómetros aproximadamente en un coche tradicional de La Vega, tirado por caballos.

La única dolencia que le ha pasado su factura ha sido la limitación de las rodillas, imposibilitando su desplazamiento desde un tercer nivel y teme no cumplir su sueño de conocer la Zona Colonial de Santo Domingo.

Autor: Fernando Despradel

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