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26 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

Los que se arrepienten, ¡no pagan ahí sus deudas kármicas!

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Contrario a esa aseveración, opinan muchos creyentes de nuevo cuño, que han venido procediendo de mala manera a través del tiempo, y de repente creen haber quedado liberados de todo cuánto hicieran, por el hecho de arrepentirse, y proclamarlo públicamente, amén de estar alojados entonces bajo la sombrilla del Señor, según es lo que expresan.

Dicen a partir de ahí, que se convirtieron, y que ahora nuevas criaturas son, libres de pecados; que viven con sus conciencias tranquilas, y que son salvos; que sus nortes en lo adelante serán la religión y las iglesias cristianas.

Conciben que, con ir a congregarse en el templo, aportar el famoso diezmo como se les exige, y colaborar económicamente a su alcance con las actividades del mismo, después de arrepentirse, todo su problema espiritual estará resuelto; ya no son inconversos. Que irán directos al Cielo, tan pronto el espíritu que encarnan   decida regresar a su verdadera casa, el mundo espiritual, tras verificarse el acto de la llamada muerte convencional.

Es lo que de ordinario se estila entre los hombres (general) a nivel terrenal. Entienden que, los dolores, el sufrir, los malos momentos proporcionados, como las ofensas a los demás, son borrados tan pronto como se arrepienten, jactándose de haber recibido al Señor, como exhibiendo siempre una Biblia debajo del brazo. “Qué lejos están de la realidad!

No tienen presente que, ¡la Madre Naturaleza jamás olvida nada!; que la Ley de Causa y Efecto no prescribe, en términos del cumplimiento debido; que su aplicación es inexorable; que se pasa factura en los momentos menos esperados.

El arrepentirse es un freno, un decidir no hacer, pero no libera de recibir las puniciones que se deriven de los males que se hayan sembrado, tanto en la corriente de vida actual, que se curse, como en alguna otra anterior (karma maduro).

Cuán equivocada está esa gente. Con sobrada razón se dice que, la ignorancia es mala consejera. Y que, “constituye el pecado capital de la humanidad”, según la filosofía budista.

Si todo fuera tan fácil de resolver para la especie humana, como piensan algunos “creyentes” que militan en las diferentes sectas religiosas, con relación a la evolución espiritual a cargo de la humanidad, qué bien sería el tránsito terreno de los hombres (general): hago de todo, y después me arrepiento, ante Dios y el mundo. ¡Quedo limpio de toda culpa, como de punición alguna!

Es obvio que, determinados consuetudinarios lectores de la Sagradas Escrituras, que por tal se dicen “pastores”, y que tienen cierto  nivel de persuasión, hacen provecho para beneficiarse en lo personal de las actitudes “ignorantiles” que ponen en evidencia aquellos que, producto de sus cuestionadas andanzas mundanales, entre otras cosas, y que se sienten desamparados divinamente hablando, recurren al arrepentimiento súbito, como una forma de procurar refugiarse en las religiones, y en los contenidos bíblicos; de dar algún sentido a su vida, y que se les vea como seres diferentes entonces.

No son pocos los que se hacen ricos, adquieren cuantiosos inmuebles, y muy bien viven, a costa siempre de los ignorantes, “religiosos”, que de ordinario manejan a voluntad. Las muestras están de sobra.

Y, no se olvide que, “en el país de los ciegos, el tuerto es rey”, como reza un viejo refrán popular. Por consiguiente, los escenarios propicios para agenciase beneficios a partir de las religiones convencionales poco escasean; con gran facilidad se consiguen.

 

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