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26 de abril 2024
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2 min de lectura Una mirada al presente

Los pesos que nadie quiere

Los pesos que nadie quiere
Están por doquier, como huérfanos: nadie los quiere./END.
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EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- Están huérfanos por todas partes: nadie los quiere. Adornan -¿o ensucian?- calles, avenidas y caminos, y se encuentran hasta en la sopa, como dice la gente. Nadie los quiere.

Caminas y te topas con uno y otro a poca distancia. ¡Es que nadie los quiere! Son los pesos, esos duartecitos que antes daban para mucho: pan con mantequilla, masitas, palomitas, dulces, helados… Ahora valen menos que un bledo: ¡tan devaluados están!

No es difícil ver el rechazo de la gente que recibe moneditas de a peso. Hasta los cobradores de guaguas los tiran por la borda, irritados algunos por ensuciar sus manos con un chele.

Sí, eso dicen ahora: que el peso no es más -ni menos- que un chele, de esos que antes circulaban a montón y daban para mucho, solo que este no dá para nada. Ambas monedas comparten el recuerdo triste de otros días. La nostalgia brilla en ellos con la fuerza de la memoria. Resuena la afamada copla de Jorge Manrique: «Que todo tiempo pasado fue mejor».

Pero queda alguien que atesora este chelito moderno. Son los limpiadores de vidrios en esquinas y grandes avenidas. Ellos mismos saben que son pedigüeños y que viven de la caridad pública. Pero nada importa: lo urgente es buscarse la comida y tener algo para jugar y entretenerse. Los dados se tragan las monedas. ¡Juego por dinero!

Por cierto, ¿qué se puede comprar con un peso-chele? Mentas y otras baratijas, porque ni para una canquiña rinde. Los paleteros son los últimos héroes de la moneda nacional. (¿Y los últimos nacionalistas reales?) Lo sean o no, lo único cierto es que son nacionalistas por necesidad.

Las tiendas devoran y tragan pesos, que así se vuelven millones y van a parar a los bolsillos de unos señores encopetados. ¡No devuelven ni cheles, ni pesos! Marcan un precio, te cobran más de la cuenta y lo peor: nadie puede reclamar, y, si lo hace, recibe la callada por respuesta.

La gente camina y se topa con ellos, en la Duarte, en el trabajo, en el barrio. Todos son dichosos: encuentran a diario una mísera moneda, tirada en cualquier lugar. Pero esa misma gente destripa su suerte: el duartico no vale nada, y por eso se ignora el pesito, lo miran con desprecio y lo botan.-

Resumen diario de noticias

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