Al margen de las diferencias que se puedan tener con el presidente Luis Abinader, siempre le visto y tratado como una persona decente, incluso en medio del folklore del sistema político populista y clientelar que padecemos y que hasta ahora ningún liderazgo se ha propuesto extirpar, a cuyas prácticas se ha sumado sin eructar a pesar de haber prometido un cambio, algo que terminará siendo muy probablemente ruinoso para su legado. Por ejemplo, como parte de la decencia que en él asumo, prefiero pensar que no fue oportunamente enterado del plan ya ejecutado y denunciado de poner en los
libros de historia puestos a circular aspectos burdamente vinculados a su gestión de gobierno, no soy un experto en la materia pero que yo recuerde, ningún gobierno había llegado a tanto.
Los payasos y aduletes que concibieron semejante engendro deben ser puestos al desnudo, no para su vergüenza, la deben haber perdido hace tiempo, pero si para que sean presa del escarnio y del desprecio popular o por lo menos de las minorías conscientes.
Todos los políticos y las sociedades en general deben comprender que hay un género de la literatura denominado crónica que admite que sean contados los eventos del pasado reciente y del presente, pero en ningún caso se puede asumir para que sea incluida en los libros de historia con que se forma a nuestros jóvenes, la crónica jamás puede ser confundida con la historia, la cual resulta de un proceso de añejamiento de los eventos, cuyo único fin es destilarlos de la contaminación de los intereses, la envidia, el resentimiento, las pasiones generadas por las heridas infringidas, las gratitudes mal entendidas o ingratitudes, debidas o almacenadas entre otras cosas, miserias humanas acontecidas mientras se construye el legado, las cuales suelen hacer de la crónica su hábitat natural, de ahí que el historiador, aunque se sirve de ella, la espiga con especial cuidado por la carga generalmente venenosa que la acompaña.
De lo antes dicho podemos colegir que por más que nos empeñemos en contaminar la crónica del presente no hay forma de que la historia no la descontamine, para ello no tiene límite de tiempo, mientras más tiempo pasa, más esmerado el resultado de separar el grano y la espiga de las miserias enunciadas. Partiendo de ello, tengan ustedes la seguridad de que tampoco existe forma posible de evitar que a todos los procesos se les reconozcan luces y sombras, voy más lejos, procesos ampliamente estigmatizados por la pasión, a veces hija de la taimada acción de los intereses, una vez sometidos a la frialdad de una mirada distante y justa terminan siendo contextualizados y a veces hasta justificados en la medida en que las cosas humanas lo pueden ser.
Pierden pues su tiempo aquellos que creen que manipulando políticamente los libros de historia con que se contamina a nuestros jóvenes podrán evitar que el legado del presiente Abinader así como el de ningún otro presidente sea objeto del juicio paciente de la historia. De manera pues que no se empeñen en la crónica ridícula del presente, si acaso es considerada no lo será más allá de la mención del hecho de que cada época tiene sus payasos y aduletes y que a ninguno de ellos les corresponde escribir la historia.
Santo Domingo, D. N.
Septiembre del 2025.
POR JOSÉ RICARDO TAVERAS BLANCO
