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27 de diciembre 2025
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OpiniónAnn SantiagoAnn Santiago

Los imputados de Senasa

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Dándole continuidad al caso de Senasa y a la serie de artículos que he venido escribiendo sobre este aberrante episodio, hoy el foco está puesto en sus acusados.

En quienes fueron elegidos para servir al pueblo y terminaron saqueándolo sin pudor.
Gente inescrupulosa, con cargos, con poder y con acceso, que convirtió la salud pública en su fuente de ingreso privada.

Y lo repito —porque hay que decirlo cuantas veces haga falta—ni son todos los que están, ni están todos los que son, pero mientras los ausentes siguen convenientemente escondidos —si es que algún día aparecen— toca desenmarañar a los que ya conocemos, a los peces gordos de este desmadre.

Sé que lo “ideal” sería meterlos a todos en un solo saco, en un solo texto, en una misma acusación colectiva, pero, a mi entender, hay nombres que no caben en el montón.
Santiago Hazim, Cinty Acosta y Eduardo Read no merecen una mención al pasar: se merecen un artículo cada uno.

Solo para ellos. Con nombre, apellido y responsabilidad.

Nosotros —los mortales— hemos aprendido a reconocer ciertos patrones.

El más repetitivo, y por ende el que mejor hemos aprendido a identificar, es este: siempre que se desvía dinero del Estado aparece alguien que no firma decisiones, que no da la cara públicamente, pero que mueve el dinero, abre las puertas y engrasa la maquinaria.

En el caso de Senasa, ese puesto —o al menos uno de esos nombres— es Cinty Acosta.

Ella no figura en el expediente como adorno.

No está ahí para rellenar páginas ni para engrosar una lista.

No es daño colateral.

Y lo que menos es, es alguien que “no sabía”.

Según el Ministerio Público, su rol fue clave: la empresaria que no solo suplía, administraba el circuito.

Cinty aparece vinculada a empresas proveedoras de Senasa, compañías que durante años obtuvieron contratos millonarios para suplir productos y servicios al Seguro Nacional de Salud.

Hasta ahí, en teoría, todo bien. Nada ilegal.

El problema —y ojo, porque aquí empieza lo grave— es que, de acuerdo con las acusaciones del Ministerio Público, esos contratos no estaban vacíos.

No eran simples acuerdos comerciales.

Eran la gasolina de un entramado creado para sustraer dinero público y devolver parte del mismo en forma de sobornos.

Estas acusaciones no la colocan como una pieza secundaria ni como espectadora.

La colocan como pieza operativa.

El dinero es un objeto y los objetos no caminan solos, hay que moverlos.

El Ministerio Público sostiene que parte de los pagos que recibían sus empresas fueron utilizados como canal para filtrar dinero ilícito hacia funcionarios de Senasa.

Eso implica algo contundente: alguien recibía, organizaba, entregaba y sostenía ese mismo loop.

El dinero —otra vez— no se mueve por ósmosis.

Y en esa mecánica, en este caso, Cinty Acosta figura como intermediaria financiera.

La información que manejaba la prensa indicaba que todos los acusados negaron su participación, pero que Cinty habría admitido parte de su rol y señalado figuras superiores.

De ser así, esto desmontaría el argumento favorito de todos:

“yo no sabía”, “yo solo suplía”, “yo solo cumplía órdenes”.

Estamos hablando de una persona que no era ingenua.

Hablamos de alguien que conocía el sistema a cabalidad y se movía en él con soltura.

Sin embargo, por las últimas declaraciones de su abogada, todo apunta a que esa versión quedará solo como información periodística, ahora calificada como “falsa”.

Y hay una verdad que, más que incómoda, es dolorosa.

El daño real de todo esto es incalculable.

Porque es imposible contabilizar las vidas que se perdieron mientras gente déspota, ladrona, corrupta y antisocial se adueñaba del dinero que paga el pueblo, dinero destinado a ser devuelto en salud de calidad.

Ese dinero terminó siendo solo combustible para el ego de algunos que se creen grandes, pero que no son más que lacras.

Porque quien le roba a un niño enfermo, a un envejeciente o a cualquier persona aquejada de salud, no merece ser llamado humano.

Debe ser etiquetado como lo que es: rata.

Y con el perdón de las ratas, por minimizarlas.


Por Ann Santiago

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