Al afirmar que los accidentes no existen y que, en realidad los producimos nosotros mismos puede sonar como una afirmación difícil de procesar. Pero si lo pensamos bien, es una verdad incómoda que nos muestra algo claro. Muchas tragedias podrían haberse evitado. Y en el ámbito de la construcción de obras civiles, esto se hace aún más evidente. Las estructuras no colapsan por casualidad. Nada se derrumba porque sí. Todo proviene de errores, descuidos y, muchas veces, de una preocupante indiferencia de quienes tienen responsabilidades.
Cuando una estructura falla, casi nunca se debe a una sola causa. Normalmente hay un conjunto de factores: Diseños sin revisión, planos mal elaborados, materiales de baja calidad, trabajadores sin capacitación, poca supervisión, o mantenimiento que simplemente no existe. Pero más allá de lo técnico, lo que más preocupa es que todas estas fallas se vuelven algo “normal”, como si fuera parte del sistema. Nos acostumbramos a que lo temporal dure años, que lo urgente siempre le gane a lo importante, y que, una vez inaugurada la obra, ya nadie se haga cargo.
En muchas ciudades de República Dominicana se pueden ver señales claras de que las infraestructuras están mal. Puentes con grietas, carreteras hundidas, edificios abandonados. Estas señales no son detalles menores. Son advertencias. Y cuando uno ignora las advertencias, lo que ocurre después no es un accidente. Es la consecuencia lógica. Lo peor es que estas fallas muchas veces ya habían sido señaladas por técnicos, ingenieros o ciudadanos. Pero no se actúa como se debe, ni con la rapidez ni el cuidado que se necesita. Ahí es donde entra la responsabilidad institucional.
En muchos países en desarrollo, las entidades públicas encargadas del mantenimiento se comportan como si las obras duraran para siempre. La excusa favorita es la falta de presupuesto. Pero la verdad es que el mantenimiento rara vez se planea desde el inicio de un proyecto. No hay vigilancia, y si la hay, es superficial. Y así, la ingeniería que hacemos se aleja cada vez más de lo que debería ser. Una disciplina que prioriza la prevención.
Quienes trabajamos en esto sabemos que incluso una estructura bien hecha puede fallar si no se cuida o se usa mal. También sabemos que muchas veces hay presiones políticas, corrupción o simplemente apatía que afectan el trabajo técnico. Por eso repetir que “los accidentes se construyen paso a paso” no es un ataque personal. Es una advertencia para todos. Cada error, cada alerta ignorada, cada inspección no realizada aumenta la posibilidad en la construcción de una posible tragedia.
Deberíamos entender que hacer bien una obra no es el final del trabajo, sino el comienzo. Lo realmente importante es asumir con seriedad la responsabilidad de mantener esas estructuras seguras con el tiempo. Porque el concreto puede no tener memoria, pero las víctimas sí. Y eso que llamamos “accidente”, casi siempre, ya estaba anunciado. Solo que nadie quiso prestarle atención.
POR DERBY GONZÁLEZ
