Una de las principales pruebas que tiene un líder es precisamente la confianza honrada por este frente a sus seguidores. La influencia que genera el liderazgo sobre todo desde el poder, afecta a millones de personas en una nación. Y el impacto que se tiene para el bien o para el mal es demoledor, sobre todo, cuando ese liderazgo se ejerce con agendas escondidas o con medias tintas o con mentiras.
Prometer y no cumplir al parecer ha sido la norma en la política local y la gente se ha acostumbrado tanto a esto, que ya se ha vuelto un negocio electoral, el apoyar candidatos en cada contienda.
Sin embargo una cosa es cuando se está en la campaña para conquistar el apoyo de la comunidad y la otra es cuando se está ya en el poder y la gente no ve en realizaciones concretas las promesas cumplidas.
La actual gestión de gobierno del presidente Abinader es un buen ejemplo de lo que yo llamaría un fiasco gubernamental. Y todo ha venido como consecuencia de su falta de humildad para reconocer los errores cometidos durante tres años y medio, y el disfrazar los hechos que han acontecido, con informaciones convenientes o explicaciones, que luego no son sostenibles, pues casi siempre se develan realidades que le echan por tierra.
Es triste y peligroso a la vez, que una figura con tanto poder en una nación lamentablemente presidencialista y no institucionalista, se puedan dar tantos zigzagueos, para poder quedar bien ante errores cometidos o manipular la información, que luego de forma inevitable sale a flote como verdad indetenible y que cuestiona la integridad de nuestra caminata por el poder.
Cuando se siembra esta creencia en la mente de la gente, entonces ese liderazgo queda siempre cuestionado, esto independientemente de que guardemos silencio porque nos convenga, por temas personales y económicos.
El camino que recorremos de forma inevitable deja huellas, así como nuestro discurso. Cuando somos coherentes y consistentes con las ideas que impulsamos y las verdaderas razones que nos mueven, entonces con el tiempo se confirma si nuestras intenciones eran nobles.
Pero cuando en el camino comienzan a surgir contradicciones, o manipulaciones, o se duda de la existencia de agendas escondidas, entonces ese liderazgo decrece, se desarrolla la desconfianza y se pierde la credibilidad, cualidad sin la cual no se puede ejercer un liderazgo para el bien.
Personalmente le he dado seguimiento al discurrir de la presente gestión de gobierno en temas fundamentales, entre ellos lo relacionado a la agenda 2030 y a la declaratoria de incondicionalidad dicha y demostrada en el tiempo por el presidente de la República y al tema haitiano.
Ante el desarrollo de la crisis haitiana, surgen pues cuestionamientos validos a las reales intenciones que se tienen, en defensa de nuestra soberanía y el interés nacional.
Llega un momento, donde no tienes la certeza de que la iglesia no está en manos de Lutero y la salvaguarda del interés y la soberanía nacional, podrían estar en manos enemigas. Al parecer tenemos dentro un caballo de Troya y la quinta columna podría traicionar el destino de la República.
Y si no lo está, entonces se ha utilizado y se continúa utilizando el tema nacionalista, como la crisis de Haití, como un tema puramente electorero, pero que lamentablemente podría golpear al pueblo dominicano, por aquel cuento del lobo que decía: ay viene el lobo y nadie creía, pero entonces un día el lobo llego.
Venir con la secuencia de reformas, pactos, políticas transversales todas incluidas en la agenda 2030 y la Ley 1-12. Insistir desde hace tiempo en un pacto nacional con el tema Haití, que los partidos de oposición no apoyaron. Insistir ahora con una convocatoria de unidad nacional y retomar las reformas en el caso de lograrse la reelección. Y últimamente, la muerte del soldado en la frontera, la visita inexplicada de soldados americanos a la frontera, la visita personal del presidente a la ONU y su arenga política: O salvamos a Haití juntos o defenderemos la República Dominicana solos. Todo esto combinado, no nos deja un sabor dulce y mucho menos una visión clara, donde se perciba la luz al final del túnel.
Ante un peligro real que corre la nación dominicana, no tener una proyección de un liderazgo solido, precisamente por pretender capitalizarlo política y electoralmente, suma en la matriz de riesgo un peligro mayor.
Y ante la capacidad demostrada de manipular para lograr objetivos, cabe cualquier cosa, pues además de que en política todo es posible y nada es fortuito, también es típico pensar y aplicar la moción, de que en política el fin justifica los medios.
Mantenemos la esperanza de que no se deseen crear condiciones para con esto arriesgar la vida de soldados (como ya ocurrió) y de civiles, sino también para retener el poder. Pues sería más que una mezquindad, un crimen de lesa humanidad y lesa patria, utilizar esta idea perversa para fines de perpetuidad en el poder.
Por: Julián Padilla
