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26 de diciembre 2025
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OpiniónJulián PadillaJulián Padilla

¿Ley mordaza? ¿Selectividad aplicada?

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Ciertamente no se puede negar que haya habido un libertinaje permitido en las redes sociales y que lo que se conoce como el morbo, fundamentado en noticias falsas, tiene mucho más impacto que lo que ha ocurrido en la misma prensa tradicional históricamente. Hablar de prensa amarilla, de sensacionalismo, ha sido la misma historia desde mucho antes de la existencia del internet y las redes sociales.

Al parecer la competencia existente en las redes, no necesariamente por los personajes, ni los denominados influencers, ni siquiera por sus estilos propios de comunicar, sino por las denuncias frescas que llegan desde cualquier rincón del planeta, hacen temblar a cualquier sociedad.

Ya no se tiene ni se tendrá el control de la información, ni de las noticias. Y la velocidad de compartir los hechos que acontecen a través de las redes, han hecho a los mismos medios tradicionales, a digitalizar sus enfoques, a utilizar los mismas redes, para difundir titulares, cortos, entrevistas, y hasta mantener sus propios podcast.

Es posible que estemos confundiendo la leche con la magnesia como dicen, por aquello que al parecer se podría pretender con la famosa “ley mordaza, o ley del calié, ley del sátrapa”, como ustedes prefieran llamarle.

Vale la pena sin embargo establecer un balance, para que sin establecer la censura o el castigo por decir lo que se piensa, con los aspectos que implican utilizar los medios para dañar reputaciones o la honra de las personas.

Sin embargo estos intentos se pretenden poner en práctica, en un contexto peligroso, pues parecería que se desean silenciar voces disidentes, más que lograr una práctica comunicacional que respete la dignidad y la integridad de las personas.

Este contexto grita a voces la falta de credibilidad de los políticos y de la desconfianza generalizada que se tiene de ellos y las instituciones que gestionan. Dadas las crecientes ocurrencias de escándalos y de involucramiento según las mismas informaciones de la prensa formal, de vinculaciones con el crimen organizado, además de los abusos inaceptables de los agentes del orden en toda la geografía nacional.

Se sabe, que desde el último foro económico mundial en Davos, surgieron pretensiones acentuadas por controlar los medios, bajo el supuesto de eliminar o minimizar las fake news, dotándole el poder absoluto de dosificarlas al estado y a los medios afines. Pero también la necesidad del hombre de sobrevir a la destrucción creativa de IA, promueve la importancia de las redes como medio fundamental para la misma defensa de la especie.

Ese control de la información siempre ha sido un tema de debate, por eso se ha denominado a la prensa el cuarto poder, y es que han sido aliados de lo bueno y de lo malo históricamente.

Establecer controles para que pueda adecentarse la forma de expresarse en los medios, con toda certeza constituye un reto para el crecimiento humano de los comunicadores.

Sin embargo, pretender que se violente el secreto profesional, el revelar las fuentes, el entregar informaciones privilegiadas propias del ejercicio periodístico, es algo que no puede aplaudirse.

Se habla de la creación de una entidad que estaría recibiendo las denuncias de las personas que se sientan agraviadas por mensajes difundidas en los medios digitales. Se habla de sanciones que implican no solo la suspensión de las difusiones de los medios denunciados por hasta 90 días y además, se habla del pago de multas que pueden llegar hasta 200 salarios mínimos del sector público. A nuestro entender estas multas deberían ser eliminadas del proyecto.

También parece establecerse una línea de Pizarro, entre los medios tradicionales y los digitales, ya que la comisión que ha trabajado con estos temas, se ha pronunciado indicando que está de acuerdo con el ante proyecto de ley sometido al congreso. Sería ilógico que no esté de acuerdo, si ha parido su contenido desde el inicio.

Sin embargo la selectividad en la aplicación de la ley en dominicana es una triste realidad, prácticamente parte de nuestra cultura sistémica, y este punto que se debate ni otros serian la excepción.

Las intenciones de controlar las informaciones no son nuevas. De hecho, desde hace algún tiempo viene operando un observatorio para la comunicación digital, no sabemos si como preámbulo a lo que luce venir.

También se ha hablado de la intención de establecer impuestos a las plataformas digitales y se ha entendido que con esto se pretende limitarlas e indirectamente hasta ser un mecanismo de presión adicional a la censura.

Uno de los puntos fuertes que ha tenido la actual gestión de gobierno del presidente Abinader, es que a pesar de lo que se diga, ha sido tolerante, pues al menos no se conocen públicamente de sometimientos por la cantidad de irrespetos a su figura y de epítetos merecidos o no, que a través de las redes sociales se han difundido, desde que comenzó a utilizar la silla de alfileres.

Ser una figura pública, siempre es y será objeto de las críticas por parte de la prensa, de la población, utilice o no los medios para realizar difusiones.

Me parece que lo que más importa aquí en el fondo, es la retroalimentación y la corrección de las conductas de los funcionarios, cuando sean merecidamente criticados. Y de la no utilización de un lenguaje soez en las comunicaciones

El papel fundamental que tienen las redes a nivel mundial, para permitir que la gente diga lo que piensa y hasta sirva de válvula de escape, previniendo todo tipo de situaciones, es innegable y ya insustituible.

Desde nuestra óptica, el país que no es el Congreso, ni es la Presidencia, el país necesita una profunda reflexión, y el Gobierno puede facilitar esa reflexión, buscando un camino verdaderamente participativo, con el referéndum aprobatorio.

La democratización del sistema de gobierno dominicano es una urgencia Soberana. Si no tomamos las medidas preventivas para abrir un espacio realmente diáfano y representativo, no de los cuatro invitados para hablar de Haití, sino del pueblo mediante Referéndum, muy posiblemente las medidas correctivas de mañana, podrían ser una medicina mucho más cara que la enfermedad.

Por: Julián Padilla.

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