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31 de diciembre 2025
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OpiniónNelson J MedinaNelson J Medina

Lenguaje diplomático

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El extinto diplomático francés, Charles Maurice de Talleyrand, fue un coloso de la lingüística. A él se le atribuye la frase: “el diplomático si dice que sí, es que tal vez; si dice tal vez, es que no; y, si dice que no, no es diplomático”. Esta consigna, llama poderosamente la atención, porque hace alusión al lenguaje que debe utilizar un diplomático.

Para muchos, la jerga diplomática pareciera genérica. Pero ciertamente, esta posee un argot bastante amplio y sustancioso. Para otros, nos permite crear oraciones escuetas que en su contenido genera una profunda reflexión. Pero, sobre todo, nos ayuda con el intercambio de una comunicación efectiva y certera.

No obstante, en diplomacia la forma de comunicación no es únicamente verbal o escrita. También, es altamente relevante el lenguaje no verbal de los diplomáticos. Puesto que, de este, se desprende la real intención de qué tanto éxito o fracaso pudiera concitar un acercamiento. La forma de saludar, sonreírse, mirar o gesticular conlleva una amalgama de conocimientos acerca de nuestros interlocutores.

Obviar este tipo de detalles pudiera lucir nimio. Sin embargo, tales particularidades pueden reflejar estados de ánimos o pensamientos que, si un buen diplomático lo capta, de inmediato puede transformarlo a su favor. El lenguaje no verbal indica un sinnúmero de oportunidades o desavenencias. Dependerá de nosotros cómo descodificar tales señales para saber la respuesta a conferir.

En efecto, el lenguaje diplomático fundamentalmente, es una forma de expresión que se ajusta enteramente a lo prudente. Igualmente, emprende un camino de comedimiento y cautela que garantiza el desempeño óptimo de la representación del Estado. Este tipo de lenguaje, escrito o verbal es desconfiado. Por tal motivo, el mencionado Talleyrand, decía en sus memorias que: “los diplomáticos piensan dos veces lo que van a decir y, finalmente, no dicen nada”.

Asimismo, para los diplomáticos, el silencio es una respuesta grandilocuente. De manera que, este ha de administrarse con sagacidad y sensatez. Para evitar así, desconsideraciones o, en el peor de los casos, malinterpretaciones innecesarias.

Actualmente, como consecuencia de las nuevas formas de comunicación digital, la manera diplomática ha ido adaptándose. Pero, continúa conservando su estilo del lenguaje implícito en ocasiones cotidianas. Esto, coloca a la diplomacia como profesión especial de una élite intelectual.

Si bien es cierto que la comprensión de este lenguaje facilita la ejecución en la práctica diplomática no menos cierto es que, estas comunicaciones no son exclusivas de la diplomacia. También se emplea en el mundo de los negocios y la política. Aunque en estos ámbitos, tal vez, se carezca de la elegancia y el tacto en la comunicación en comparación con la que los diplomáticos por su naturaleza conllevan.

En definitiva, resulta interesante observar detenidamente el lenguaje diplomático. De ahí, se entiende la intríngulis de las grandes negociaciones, de las alianzas por causas compartidas y, sobre todo, de las pretensiones ocultas en abrazos o saludos “amistosos”. Esto nos impulsa a diseñar estrategias de lenguaje que contribuya con conquistar resultados positivos; asunto enormemente valioso para todo diplomático. Y, por supuesto, nos demuestra que en las relaciones internacionales los intereses promueven mayor entusiasmo que los lazos históricos.

Será siempre el lenguaje diplomático y, todo lo que este convida, objeto de constante estudio.

Por Nelson J. Medina

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