Un Análisis Histórico del Levantamiento del Movimiento Revolucionario 14 de Junio
«Óiganlo señores de la reacción, si imposibilitan la lucha pacífica del pueblo, el «14 de Junio» sabe muy bien donde están las escarpadas montañas de Quisqueya; y a ellas iremos, siguiendo el ejemplo y para realizar la obra de los Héroes de junio de 1959, y en ellas mantendremos encendida la antorcha de la libertad, el espíritu de la Revolución…. porque no nos quedará, entonces, otra alternativa, que la de ¡Libertad o Muerte!»
— Manuel Aurelio Tavárez Justo, 14 de junio de 1963.
I. INTRODUCCIÓN
El 21 de diciembre de 1963, en las montañas de Las Manaclas, San José de las Matas, se escribió con sangre uno de los capítulos más trascendentes de la historia dominicana. Manuel Aurelio Tavárez Justo —Manolo— y catorce compañeros fueron ejecutados por tropas del Triunvirato. La evidencia es contundente: depusieron las armas bajo garantías públicas de respeto a sus vidas. Lo que el parte oficial presentó como «muerte en combate» fue un fusilamiento a sangre fría que sacudió la conciencia nacional.
Este artículo rompe con la narrativa hagiográfica tradicional para analizar las guerrillas de 1963 como lo que realmente fueron: un eslabón crucial que conecta el derrocamiento de Juan Bosch en septiembre de 1963 y la Revolución de Abril de 1965. A pesar de su fracaso militar, el levantamiento del 1J4 funcionó como catalizador indispensable, sembrando la semilla que germinaría diecisiete meses después en la lucha constitucionalista.
Manolo Tavárez emerge aquí no solo como mártir legendario, sino como líder revolucionario atrapado en una encrucijada histórica imposible: entre la presión de las bases radicales, las condiciones adversas, el tablero geopolítico imperial que convertía a República Dominicana en pieza de ajedrez de la Guerra Fría, y su compromiso ético inquebrantable. Este trabajo explora esas tensiones, el papel del imperialismo estadounidense en la perpetuación del golpismo, y el legado de un sacrificio que definió una era.
II. DE TRUJILLO A BOSCH: EL BREVE SUEÑO DEMOCRÁTICO (1961-1963)
La Caída de Trujillo y la Transición
El 30 de mayo de 1961, el asesinato de Rafael Leónidas Trujillo puso fin a más de tres décadas de tiranía. Su desaparición no trajo democracia inmediata. Los remanentes del régimen —Joaquín Balaguer y Ramfis Trujillo— intentaron mantener el control. La presión popular e internacional forzó finalmente su salida y la instalación de un Consejo de Estado provisional que organizaría las primeras elecciones libres en casi cuarenta años.
Los Siete Meses de Juan Bosch
El 20 de diciembre de 1962, Juan Bosch obtuvo victoria arrolladora con 60% de los votos. Su discurso directo y conexión con las clases populares generaron inmensa esperanza. En siete meses impulsó profundas reformas, siendo la Constitución de 1963 su hito fundamental: garantizaba derechos civiles, laborales y sindicales sin precedentes, establecía control civil sobre militares, legalizaba el divorcio y protegía a sectores tradicionalmente marginados.
Estas reformas —hoy elementales en cualquier democracia— le granjearon enemistad implacable de los poderes fácticos: terratenientes contra reforma agraria, jerarquía católica contra el laicismo, industriales contra derechos laborales, militares contra el control civil. A esto se sumó la desconfianza de Estados Unidos, que en plena Guerra Fría y con el fantasma de «otra Cuba», veía a Bosch como peligrosamente tolerante con ideas progresistas.
El 14 de Junio y la Continuidad de la Lucha Antiimperialista
En este escenario emergió el Movimiento Revolucionario 14 de Junio. Como expresaría más tarde, Rafael Pérez Modesto, uno de sus protagonistas: «El Movimiento Revolucionario 14 de Junio, encabezado por Manolo Tavárez Justo y Minerva Mirabal, surgió como continuidad de la gesta inmortal de 1959, con el propósito de derrotar la tiranía y fundar un verdadero gobierno democrático, pagando por ello un alto precio en sangre y sacrificio.» Fundado clandestinamente durante la dictadura, el 1J4 representaba un nuevo capítulo en la lucha revolucionaria dominicana. «La juventud dominicana, inspirada por las luchas antiimperialistas y revolucionarias de la época, asumió clandestinamente el legado de Constanza, Maimón y Estero Hondo, enfrentando la represión trujillista y luego la traición oligárquica que frustró sus anhelos de liberación nacional (R P M) .»
Tras la caída de Trujillo, el movimiento se formalizó como partido bajo el liderazgo de Manolo Tavárez Justo, viudo de Minerva Mirabal y sobreviviente de la cárcel trujillista. Su relación con el gobierno de Bosch fue de apoyo crítico: aunque el 1J4 alertó sobre planes conspirativos contra el presidente y defendió su legitimidad ante los ataques de la derecha, mantuvo diferencias programáticas sobre el ritmo y profundidad de las transformaciones necesarias. Esta posición lo llevó a abstenerse de participar en las elecciones de 1962, aunque no significó oposición al proyecto democrático de Bosch frente a sus enemigos oligárquicos y militares.
III. EL GOLPE Y SUS ACTORES: SEPTIEMBRE DE 1963
La Interrupción Democrática
El 25 de septiembre de 1963, tras solo siete meses en el poder, Juan Bosch fue derrocado. Los militares, liderados por el coronel Elías Wessin y Wessin del CEFA, lo arrestaron y deportaron. El golpe no solo destituyó a un presidente legítimo sino que abolió la Constitución de 1963, símbolo de las aspiraciones democráticas del pueblo.
Los Golpistas y sus Motivaciones
La coalición golpista reunió a los sectores más reaccionarios: cúpula militar amenazada por el control civil, oligarquía terrateniente, élite empresarial y jerarquía católica opuesta al secularismo. La justificación fue una campaña virulenta acusando a Bosch de «blando con el comunismo» o «pro-comunista», argumentando que su gobierno permitía infiltración marxista y que el país estaba al borde de convertirse en «otra Cuba». Esta acusación, en el contexto de la Guerra Fría, movilizó sectores de clase media y presentó el golpe como defensa de la «democracia cristiana occidental».
La Posición de Estados Unidos y el Ascenso del Triunvirato
Washington expresó formalmente condena inicial, pero su preocupación por la «amenaza comunista» pesó más que cualquier compromiso democrático. Tras el asesinato de Kennedy en noviembre, la política viró abiertamente. El 14 de diciembre de 1963 —apenas una semana antes del fusilamiento de Manolo— la administración Johnson reconoció al Triunvirato, aceptando vagas promesas de futuras elecciones.
El Triunvirato (Emilio de los Santos, Ramón Tapia Espinal y Manuel Tavares Espaillat), respaldado por militares y sectores conservadores, carecía de legitimidad. Se caracterizó por represión política, suspensión de derechos y persecución del PRD y grupos de izquierda.
La Respuesta Popular y la Decisión del 1J4
El golpe de Estado generó una respuesta inmediata de resistencia popular. El pueblo dominicano, que había depositado sus esperanzas en el gobierno constitucional y que por primera vez en décadas había experimentado libertades democráticas reales, respondió con protestas masivas y huelgas. Para los partidos de izquierda, especialmente el Movimiento Revolucionario 14 de Junio y el Movimiento Popular Dominicano, la acción golpista cerró definitivamente las vías pacíficas de transformación social y confirmó la necesidad de la lucha armada.
El 1J4, en particular, se sintió histórica y moralmente obligado a cumplir la promesa que su líder, Manolo Tavárez Justo, había hecho públicamente en su célebre discurso del 14 de junio de 1963: si se imposibilitaba la lucha pacífica del pueblo, tomarían las «escarpadas montañas de Quisqueya». La consigna del «retorno a la constitucionalidad sin elecciones» —es decir, la restauración del gobierno legítimo derrocado— se convirtió en el grito de guerra, y el 1J4 comenzó febrilmente a preparar la insurrección guerrillera como respuesta directa e inevitable a la traición democrática.
IV. LA MIRADA DE LA CIA: VIGILANCIA, ANÁLISIS Y CÁLCULO GEOPOLÍTICO
Manolo Tavárez y el 1J4 en los Archivos Desclasificados
Los archivos desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia y del Departamento de Estado de Estados Unidos revelan una verdad incómoda pero innegable: el Movimiento Revolucionario 14 de Junio y su líder, Manolo Tavárez Justo, estuvieron bajo intensa vigilancia desde los primeros momentos posteriores a la caída de Trujillo. Los informes de inteligencia nacional describían al 1J4 como «la más potente de las organizaciones de la extrema izquierda», destacando que desde 1961 el grupo «había planeado una eventual acción subversiva y guerrillera».
El historiador Roberto Cassá, en su exhaustiva investigación sobre los orígenes del Movimiento 14 de Junio, documenta cómo los organismos de seguridad del Triunvirato y la CIA ejercieron un monitoreo sistemático sobre la organización previo al levantamiento guerrillero. Esta vigilancia no era pasiva: la infiltración de agentes y la recopilación de inteligencia permitieron al régimen conocer anticipadamente los planes, ubicaciones y estructura organizativa del movimiento revolucionario. La CIA monitoreaba de cerca cada movimiento, cada discurso de Tavárez. Sus pronunciamientos eran calificados como de «línea comunista», y esta percepción determinó en gran medida la política estadounidense hacia el país. El aparato de inteligencia imperial no era un observador pasivo; era un actor activo en el complejo tablero político dominicano.
La Guerra Fría en el Caribe: «Evitar otra Cuba»
La política estadounidense en la República Dominicana estuvo determinada por la obsesión de impedir «otra Cuba» en el Caribe. Tras el triunfo revolucionario de 1959 y su consolidación socialista, Washington desplegó un aparato masivo de vigilancia y operaciones encubiertas en la región. Para 1963, la CIA mantenía 108 agentes encubiertos operando en Cuba y 384 funcionarios en Washington y Miami dedicados a operaciones anticubanas. En República Dominicana, el aparato de inteligencia imperial se instaló desde los primeros momentos post-Trujillo. David Atlee Phillips, veterano operativo de la CIA especializado en propaganda y operaciones psicológicas, fue asignado como jefe de estación en Santo Domingo en 1965, operando desde la embajada estadounidense durante los momentos más críticos de la intervención militar.
El gobierno de Bosch, aunque democrático y no comunista, fue percibido como peligrosamente tolerante con la izquierda. La élite dominicana, conocedora de la paranoia estadounidense, explotó este temor para justificar el golpe. El levantamiento del 1J4 fue presentado como confirmación de la «amenaza castrista». Aunque no había evidencia de apoyo material cubano, La Habana dio respaldo propagandístico, suficiente para alimentar la narrativa imperial que legitimó internacionalmente al régimen golpista.
La Instrumentalización y el Reconocimiento como Recompensa
La cronología de los acontecimientos revela una conexión que no puede ser ignorada. El reconocimiento oficial del Triunvirato por parte de Estados Unidos llegó el 14 de diciembre de 1963, apenas siete días antes del fusilamiento de Manolo Tavárez. Esta coincidencia temporal plantea interrogantes profundas sobre la instrumentalización política de la amenaza guerrillera.
La evidencia sugiere que para el Triunvirato, la existencia de un movimiento insurgente «de inspiración castrista» sirvió como pretexto perfecto para consolidar su poder ilegítimo, ilegalizar al 1J4 y justificar la represión brutal de toda la oposición. Hay indicios históricos que sugieren que el alcance de las actividades guerrilleras pudo haber sido exagerado por el gobierno sucesor para acelerar y asegurar el reconocimiento estadounidense tan ansiado.
Para Estados Unidos, por su parte, la existencia de una guerrilla presentada como comunista justificó su eventual apoyo económico y militar al régimen militar y, más tarde, su propia intervención militar directa en abril de 1965. Documentos desclasificados posteriores revelan que la justificación oficial de la intervención —»salvar vidas estadounidenses» y «contener el comunismo»— ocultaba el verdadero motivo: bloquear a toda costa el retorno de Juan Bosch al poder, una visión que fue adoptada incluso por medios estadounidenses como el New York Times y el Washington Post.
La guerrilla de 1963, por tanto, no fue solo una consecuencia inevitable del golpe de Estado. Fue también una pieza crucial en el complejo ajedrez geopolítico imperial que permitió a Estados Unidos justificar su creciente injerencia en los asuntos dominicanos, perpetuando así su dominio sobre el país y bloqueando cualquier posibilidad de un proyecto nacional independiente y progresista.
V. LAS CONTRADICCIONES INTERNAS DEL 14 DE JUNIO
El Dilema del Líder y la Presión de las Bases
Tras el golpe contra Bosch, Manolor Tavárez y el 1J4 enfrentaron una encrucijada política y moral extrema. Como líder de la principal organización de izquierda, sobre Manolo recaía una presión inmensa para dar una respuesta contundente. Las bases más radicales, agrupadas en «La Infraestructura», clamaban por la insurrección inmediata.
El historiador Roberto Cassá, en su análisis del período, destaca el papel determinante que jugó «La Infraestructura» —la estructura militante más radical del movimiento— en la presión ejercida sobre la dirigencia para iniciar rápidamente la lucha armada. Esta estructura interna, compuesta por los cuadros más comprometidos y radicalizados, representaba el motor activista del 1J4 y su voz era imposible de ignorar. Para estos militantes, la vía pacífica había sido agotada y cualquier vacilación sería traición a los principios revolucionarios.
Su famoso discurso del 14 de junio de 1963 —donde había prometido tomar las montañas si se cerraban las vías pacíficas— se convirtió en un compromiso ineludible que lo dejó sin margen de maniobra. Algunas fuentes señalan que líderes revolucionarios como Fidel Castro, a través de intermediarios, habrían aconsejado a Manolo no subir en ese momento, sugiriendo mayor preparación. Sin embargo, cuando le plantearon quedarse en la retaguardia, Manolo respondió con firmeza: «si estaba loco», que él era «un hombre de responsabilidad». Esta respuesta refleja el dilema trágico del líder revolucionario: entre la prudencia estratégica y el imperativo moral de estar al frente en el momento de mayor peligro.
Preparación Deficiente: Las Condiciones Objetivas del Fracaso
A pesar del compromiso de sus militantes, la preparación para la guerrilla fue objetivamente inadecuada. La evidencia histórica es contundente y ha sido documentada rigurosamente por el historiador Roberto Cassá: el levantamiento se organizó con una improvisación alarmante en apenas 64 días. Los combatientes, mayormente jóvenes urbanos sin experiencia militar, carecían del entrenamiento, preparación física y conocimiento del terreno necesarios.
Las armas eran insuficientes en cantidad y calidad, muchas defectuosas o inservibles. Pero el fracaso más catastrófico fue la logística. Los depósitos de provisiones fueron rápidamente descubiertos e incautados, dejando a los combatientes al hambre en días. Además, no se establecieron vínculos efectivos con las masas campesinas, cuyo apoyo era fundamental para cualquier guerrilla rural. Sin respaldo local, sin red de información y abastecimiento campesina, los guerrilleros quedaron completamente aislados. Este conjunto de deficiencias condenó la operación al fracaso desde su inicio, independientemente del valor de sus participantes.
Grietas Organizativas y la Infiltración
El 1J4 no era ideológicamente monolítico. Coexistían nacionalistas revolucionarios, marxistas y cristianos radicalizados. Sin embargo, como señalaría después Rafael Pérez Modesto, participante en la guerrilla, «las contradicciones no fueron fundamentales». Las diferencias existentes no impidieron la unidad de acción ante el golpe, aunque sí hubo debates sobre el momento y las condiciones para iniciar la lucha armada.
Lo verdaderamente decisivo fue la infiltración por los servicios de inteligencia. Los organismos de seguridad del régimen y la CIA conocían anticipadamente planes, ubicaciones y movimientos, permitiéndoles aniquilar los focos con rapidez devastadora. La falta de resistencia urbana efectiva dejó a los guerrilleros completamente aislados en las montañas, a merced de un ejército superior en número, armamento y conocimiento del terreno.
VI. LOS 21 DÍAS: CRONOLOGÍA DE UNA TRAGEDIA ANUNCIADA
Noviembre de 1963: El Inicio de la Insurrección
El 28 de noviembre de 1963, el 1J4 inició su insurrección contra el Triunvirato. Se organizaron seis frentes guerrilleros: el «Enrique Jiménez Moya» en Las Manaclas bajo Manolo Tavárez; el «Juan de Dios Ventura Simó» en Ocoa; el «Gregorio Luperón» en Puerto Plata; el «Hermanas Mirabal» en San Francisco de Macorís; el «Francisco del Rosario Sánchez» en Enriquillo; y el «Mauricio Báez» en El Seibo. El objetivo: derrocar al gobierno ilegítimo y restaurar la Constitución de 1963.
La respuesta del régimen fue inmediata y brutal. Los servicios de inteligencia, conocedores anticipados de los planes, permitieron una detección casi instantánea. Para el 1 de diciembre, apenas tres días después, los informes de la CIA anunciaban el descubrimiento de los guerrilleros. Al día siguiente, la prensa confirmaba que Manolo lideraba el foco en Las Manaclas.
El gobierno ilegalizó al 1J4 y desató una ofensiva desproporcionada con miles de soldados, aviación y vehículos blindados. La correlación de fuerzas era abrumadoramente favorable al ejército.
El Diario de Las Manaclas: Hambre, Frío y Desolación
El frente «Enrique Jiménez Moya», con 29 combatientes, enfrentó desde el inicio condiciones extremas. Los testimonios de sobrevivientes y el diario de guerra pintan un cuadro desolador. A los pocos días, el movimiento fue sistemáticamente diezmado.
La falta de preparación de combatientes urbanos, el nulo apoyo campesino y el fracaso logístico los sumieron en situación desesperada. Para el 19 de diciembre, apenas tres semanas después, el agotamiento era extremo y los alimentos se habían agotado. El hambre, el frío de diciembre y las enfermedades minaron la capacidad de combate. Aislados y sin resistencia urbana, la supervivencia se hizo insostenible. La realidad de la guerrilla, lejos de cualquier épica, se reveló como lucha brutal por subsistir en condiciones infrahumanas.
La Decisión Final: Rendición y Fusilamiento
El 20 de diciembre, ante la situación insostenible, se planteó acogerse a las garantías públicas ofrecidas por Manuel Tavares Espaillat del Triunvirato, quien había prometido por radio y televisión respetar las vidas de quienes se rindieran. Tras intenso debate, y aunque Manolo inicialmente se oponía temiendo traición, en la mañana del 21 aceptó la rendición ante la realidad de que continuar significaba muerte por hambre o combate desigual.
Se comisionó una avanzada de cuatro hombres bajo Emilio Cordero Michel para negociar. Lo que siguió demuestra la naturaleza criminal del régimen: al anunciar su rendición con banderas blancas, fueron recibidos a balazos. Tres murieron instantáneamente; Cordero Michel sobrevivió milagrosamente.
Poco después, el grupo de Manolo fue capturado. A pesar de insistir que él era el único responsable, los militares obligaron a los guerrilleros a despojarse de sus ropas y los fusilaron uno a uno con bayonetas y armas cortantes. La exhumación posterior confirmó la brutalidad de la masacre.
De 29 combatientes, solo ocho sobrevivieron. La versión oficial de «muerte en combate» fue desmentida por toda la evidencia. Fue un crimen de guerra contra combatientes que habían depuesto las armas confiando en garantías explícitas del gobierno.
VII. LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS Y LA REPRESIÓN
La Renuncia de Emilio de los Santos
El fusilamiento provocó una crisis inmediata en el Triunvirato. Emilio de los Santos, presidente del órgano, se sintió traicionado moralmente. Al saber que los guerrilleros fueron ejecutados pese a las garantías que él respaldó, renunció el 22 de diciembre. Su dimisión expuso que el poder real residía en los militares, quienes impusieron la solución sangrienta contra las promesas civiles.
Consolidación del Régimen y Reconocimiento Estadounidense
Tras De los Santos, Donald Reid Cabral presidió el Triunvirato (29 de diciembre). El mensaje fue inequívoco: cualquier oposición sería aplastada sin piedad. El régimen intensificó la represión: suspendió garantías individuales para acusados de subversión y encarceló, torturó o exilió a centenares de militantes del 1J4, PRD y otros movimientos.
La aniquilación de la guerrilla, vista como «castrista», reforzó ante Washington la «necesidad» de gobierno autoritario. Esto allanó el camino para apoyo masivo que ascendió a 100 millones de dólares entre enero 1964 y abril 1965. El imperialismo había logrado un gobierno títere dispuesto a garantizar sus intereses.
El Impacto en el 14 de Junio y la Oposición
Para el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, las consecuencias fueron devastadoras en lo inmediato. La guerrilla de 1963 significó la pérdida irreparable de su líder máximo, Manolo Tavárez Justo, y de muchos de sus cuadros más importantes, comprometidos y capacitados. En total, 29 combatientes de los diferentes frentes guerrilleros perdieron la vida en esos 21 días trágicos.
Con Manolo muerto, convertido en mártir, y con otros dirigentes importantes encarcelados, torturados o forzados al exilio, la organización entró en una profunda crisis interna que amenazó su propia supervivencia como movimiento político de masas. El fracaso militar tangible y el altísimo costo humano dejaron al 1J4 temporalmente diezmado y profundamente desmoralizado. La organización se vio obligada a un doloroso y complejo proceso de reorganización interna, de recomposición de cuadros y de redefinición estratégica que se extendería durante los meses siguientes.
Sin embargo, y aquí reside la paradoja histórica fundamental, este aparente aniquilamiento del movimiento sembró simultáneamente las semillas de su resurgimiento futuro y de la explosión revolucionaria que vendría apenas diecisiete meses después.
VIII. EL PUENTE HACIA ABRIL DEL 65: LA SEMILLA QUE GERMINÓ
La Memoria de Manolo como Bandera de Lucha
La guerrilla de 1963 fue fracaso militar rotundo, pero su fracaso político fue solo aparente. El fusilamiento no produjo el efecto intimidatorio esperado. Al contrario, el sacrificio se convirtió en símbolo perdurable contra la tiranía del Triunvirato. La memoria de los mártires se transformó en bandera que trascendió al 1J4, unificando estudiantes, sindicatos, campesinos, clase media empobrecida e incluso facciones militares críticas. La consigna «retorno a la constitucionalidad» dejó de ser exclusiva del 14 de Junio para convertirse en clamor popular.
Los Constitucionalistas y el Legado del 1J4
Entre diciembre de 1963 y abril de 1965, la impopularidad del Triunvirato creció imparablemente. Dentro de las Fuerzas Armadas, oficiales jóvenes marginados tras el golpe organizaron clandestinamente el «Movimiento Constitucionalista» con el mismo objetivo de Manolo: reponer la Constitución de 1963 y restaurar a Bosch.
Cuando estalló la conspiración el 24 de abril de 1965, el 1J4 se integró protagónicamente. Los «catorcistas» se convirtieron en fuerza de choque fundamental, dirigiendo la mayoría de Comandos de resistencia civiles que enfrentaron al CEFA y luego a las tropas estadounidenses.
Francisco Caamaño y la Intervención
La revuelta constitucionalista, liderada por el coronel Francisco Caamaño Deñó, se transformó en guerra civil. El 28 de abril, Johnson ordenó la intervención de más de 42,000 marines. Lo que comenzó como lucha por la democracia se convirtió en «guerra patria» contra la ocupación imperial.
Los combatientes del 1J4 jugaron papel heroico en la Batalla del Puente Duarte y la defensa de Santo Domingo. Figuras como Juan Miguel Román y Euclides Morillo cayeron en combate, sellando el vínculo indisoluble entre Las Manaclas y Abril. La guerrilla de 1963, lejos de ser un final estéril, fue el prólogo necesario para la epopeya de 1965.
IX. EL CONTEXTO QUE CONDICIONÓ LAS DECISIONES
A más de seis décadas de Las Manaclas, es fundamental analizar el contexto histórico que condicionó las decisiones. Este análisis no cuestiona el heroísmo de Manolo y sus compañeros, sino que busca comprender las fuerzas que determinaron los acontecimientos.
Las Condiciones Objetivas de Diciembre de 1963
Las condiciones para el éxito guerrillero eran profundamente adversas: improvisación, falta de preparación militar, deficiencias logísticas e infiltración de inteligencia condenaron la operación al fracaso. Sin embargo, el cierre violento de vías democráticas había generado situación política límite. Para el 1J4, la ausencia de respuesta armada ante la traición habría significado deslegitimación completa ante sus bases y el pueblo.
El Imperialismo como Actor Determinante
La administración Johnson reconoció al Triunvirato una semana antes de la masacre. El levantamiento, calificado de «castro-comunista», sirvió como justificación perfecta para que Washington respaldara al régimen represivo. Documentos desclasificados posteriores revelan que la narrativa de «amenaza comunista» ocultaba otros intereses: impedir el retorno de Bosch y garantizar un gobierno dócil.
La pregunta no es si Manolo debió subir, sino cómo el imperialismo y sus aliados locales cerraron sistemáticamente todas las vías democráticas, haciendo de la lucha armada la única respuesta coherente para quienes rechazaban la dictadura militar. La Guerra Fría no dejaba espacios para experimentos democráticos en el «patio trasero» estadounidense.
X- CONCLUSIÓN: MANOLO EN LA HISTORIA LARGA
El análisis de las guerrillas de 1963, desde la caída de Trujillo hasta la Guerra de Abril, demuestra que este evento no puede juzgarse solo por su resultado militar. Fue un eslabón trágico pero históricamente necesario en la lucha dominicana por la democracia, la justicia social y la independencia nacional.
El levantamiento del 1J4 fue consecuencia directa de la esperanza brutalmente frustrada del gobierno de Bosch, derrocado por las mismas fuerzas que sostuvieron la dictadura. La oligarquía, los militares, la jerarquía eclesiástica y el imperialismo estadounidense demostraron que no tolerarían ni las más elementales reformas democráticas.
Manolo Tavárez emerge no solo como mártir legendario, sino como líder revolucionario atrapado en encrucijada histórica imposible. Su decisión de tomar las armas, aunque fracaso táctico, fue acto de coherencia ética inquebrantable ante la imposibilidad de lucha pacífica.
Manolo no fue aventurero irresponsable ni idealista desconectado. Fue revolucionario consciente que entendió que en ciertos momentos históricos, el silencio ante la injusticia resulta más dañino que la acción arriesgada.
Su sacrificio no fue en vano. La masacre de Las Manaclas se convirtió en catalizador moral que deslegitimó al Triunvirato y sembró la semilla de la insurrección de 1965. Sin el precedente de 1963, sin la sangre de los mártires, es difícil imaginar la unidad revolucionaria que impulsó la Revolución de Abril.
Estudiar este período críticamente, integrando las contradicciones del movimiento, la brutal geopolítica imperialista y las difíciles decisiones en condiciones extremas, no disminuye el heroísmo. Al contrario, lo humaniza y engrandece. La historia no es relato de santos contra villanos, sino proceso complejo moldeado por seres humanos con dudas, presiones y limitaciones, pero también con coraje, dignidad y compromiso inquebrantable.
El legado de 1963 es múltiple: recordatorio de peligros de la improvisación, pero sobre todo testimonio del poder transformador del sacrificio consciente como motor histórico. La gesta de Manolo y el 1J4 continúa siendo fuente inagotable de inspiración: llamado a la defensa intransigente de la democracia verdadera, a la lucha por justicia social, al rechazo del imperialismo, y prueba de que de las derrotas más amargas pueden nacer las más grandes epopeyas.
La Memoria como Imperativo Ético del Presente
Sesenta y dos años después del fusilamiento de Manolo Tavárez Justo y de sus compañeros guerrilleros, la República Dominicana continúa librando una batalla pendiente y urgente: la de su memoria moral colectiva. No es el olvido pasivo lo que más hiere la dignidad nacional, sino la renuncia deliberada, consciente y cómplice a los valores fundamentales que dieron sentido histórico a aquella gesta. En nombre del pragmatismo político, del acomodo institucional o del cálculo electoral de corto plazo, se ha tejido una telaraña ética que asfixia la vida pública del país y empuja a la sociedad dominicana hacia una peligrosa involución de principios democráticos y revolucionarios.
Resulta especialmente grave, dolorosa y vergonzosa la conducta de quienes, tras haber proclamado públicamente ideales de justicia social y compromiso histórico con las luchas populares, hoy reniegan de su propio pasado político e ideológico. Algunos revisan su historia personal con una conveniencia selectiva moralmente inaceptable, minimizando deliberadamente o negando abiertamente su participación en la guerrilla de 1963 o en las luchas revolucionarias posteriores, como si el sacrificio de Manolo y sus compañeros fuera un episodio incómodo del pasado del que conviene estratégicamente distanciarse.
Ese gesto, aparentemente individual, es mucho más que una simple omisión biográfica. Constituye una forma profunda de traición histórica: traición a la memoria colectiva del pueblo dominicano, traición a la coherencia ética que debe guiar la vida política, y traición al sentido mismo de la lucha histórica por la dignidad nacional y la justicia social. Colocarse de espaldas a los héroes caídos, negar el propio pasado revolucionario, no es un acto políticamente neutro. Es una decisión moral con consecuencias profundas y devastadoras en la cultura política del país.
Cuando se relativiza cínicamente el sacrificio de quienes dieron su vida, cuando se despoja de contenido ético a la historia nacional, cuando se convierte la memoria en mercancía negociable según las conveniencias del momento, se abre paso inexorablemente al cinismo político generalizado, se normaliza la renuncia a los principios, y se debilita hasta hacerla irrelevante la noción misma de responsabilidad ética frente al poder.
Recordar a Manolo Tavárez Justo no es un ejercicio nostálgico de ancianidad política, ni una liturgia vacía de conmemoraciones oficiales, sino un imperativo cívico del presente. Implica asumir conscientemente que la libertad democrática y la justicia social de las que hoy disfrutamos —por limitadas e imperfectas que sean— no fueron concesiones gratuitas de las élites dominantes, sino conquistas históricas marcadas por la sangre generosa y la dignidad inquebrantable de quienes no transaron con la injusticia, de quienes no negociaron sus principios, de quienes mantuvieron la coherencia entre el discurso y la acción hasta las últimas consecuencias.
La lucha por la democracia verdadera, por la justicia social, por la soberanía nacional frente al imperialismo, continúa siendo una tarea histórica inconclusa. El legado de Manolo nos convoca no a la repetición mecánica de sus métodos —que estuvieron condicionados por su época—, sino a la emulación de su coherencia ética, de su compromiso inquebrantable, de su disposición al sacrificio por causas que trascendían su interés personal. Ese es el verdadero homenaje que merecen los caídos de Las Manaclas: no monumentos de bronce ni discursos huecos en actos oficiales, sino la construcción de una sociedad más justa, más democrática, más digna, más soberana.
La memoria histórica es, en última instancia, un campo de batalla del presente. Y en esa batalla por el sentido de nuestro pasado y de nuestro futuro, Manolo Tavárez Justo permanece como un faro ético que ilumina el camino de las luchas pendientes.
Referencias históricas consultadas: Archivos desclasificados de la CIA y Departamento de Estado de EE.UU., testimonios de sobrevivientes de las guerrillas, informes de inteligencia nacional, documentación del Dominican Republic Archive, investigaciones historiográficas sobre el período 1961-1965, y análisis contemporáneos de la época.
Por Valentín Ciriaco Vargas
