Cuando Joaquín Balaguer vuelve al poder en el 1986 contó con la anuencia de Salvador Jorge Blanco, quien pensó que saldría ileso y Jacobo Majluta cometió el error de no integrar a José Francisco Peña Gómez enteramente.
Cuatro años después (1990), fuera del denunciado fraude electoral, Juan Bosch no pactó con José Francisco Peña Gómez para poder vencer al viejo caudillo (Balaguer) brindando ésto 4 años más al zorro de la política vernácula.
Nadie imaginó que para cerrarle el paso al PRD, Balaguer y el Reformista pactarían con el PLD y Juan Bosch en el 1996. El PRD juzgó por su condición y pensó que los demás no eran capaces de pactar en función de elementos comunes.
Hipólito Mejía, en uno de los resurgimientos políticos más impresionantes (pues sale como el peor presidente (2004) y casi logra ganar en el 2012), no entendió lo elemental de los pactos y no subió a la patana a Miguel Vargas Maldonado, costándole hasta la fecha 8 años más fuerte del poder.
Hoy día el PRM y Luis Abinader, según todas las mediciones no pasan de un 43%. Pero su altisonancia y triunfalismo los está llevando a los errores del radicalismo.
Han olvidado que la pandemia del Covid-19 solo beneficia al gobierno.
Ahora con 1 millón y medio de ciudadanos recibiendo asistencia ($$) del gobierno más cerca de 665 mil empleados públicos que al final de la hora emiten el voto por su propio interés: seguir en el presupuesto.
Otro elemento a considerar es que la diáspora, la cual no desea para nada al PLD, muy posiblemente no podrá emitir el voto. Pues dudo mucho que los gobiernos de otros países emitan permisos para tales fines en medio de esta crisis.
Luego de un bocado de poder, en las elecciones municipales extraordinarias, el PRM abandonó la llave del poder, de forma errada: Leonel Fernández.
Por Daygorod Fabián Sánchez, El autor es educador y analista político