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10 de mayo 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

La Raza Inmortal

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Los hombres del  Movimiento de Liberación Dominicana llegaron a las montañas de Constanza un 14 de Junio de 1959, con la idea central de sacar del poder al dictador Rafael L. Trujillo Molina. Estaban bien entrenados, pero en la correlación de fuerzas no pudieron tumbar al tirano.

Trujillo tenía una poderosa fuerza militar, sabía que las montañas, luego del inicio de la revolución cubana, era un punto que sería preferido para una expedición llegada desde el extranjero. Además, Trujillo contaba con dos grandes aliados circunstanciales, el campesinado y el clero.

En los años 50 este era un país atrasado, donde imperaba la población rural. Era un campesino tradicionalista, que solo conocía la prédica de la larga dictadura, además de que estaba anestesiado por una iglesia católica, que en ocasiones era una de las columnas de sustentación del régimen.

La expedición fue una derrota militar, y con el correr de los años también sufrió el olvido, que equivale a un fracaso de las ideas.  Con las décadas pasadas, nadie ha levantado la bandera de los guerrilleros del Movimiento de Liberación Dominicana.

Por el contrario, su esencia se perdió en las montañas,  en las fosas sin nombre, y en las cámaras de tortura. Aparte del patriotismo, los hombres de la Raza Inmortal llegaron con un programa de desarrollo nacional, con una proclama de que se debían dar pasos a establecer un gobierno genuinamente popular. Nadie ha levantado ese manifiesto que hoy tiene razón de ser.

En el próximo artículo, voy a comentar la proclama libertadora del Movimiento de Liberación Dominicana. Nadie ha hecho un sondeo histórico del hecho, todos se han quedado en el sacrificio, pero la historia se escribe sobre realidades y no fantasías.  Después de la exterminación de las guerrilleras llegadas desde Cuba, surgió una amplia resistencia local   contra Trujillo que tomó el nombre del 14 de Junio.

Pero tampoco ese movimiento social que terminó como partido político se pudo hacer del poder. Buscó la inmolación en las montañas de Quisqueya, para cumplir con una promesa de tarde de masas frente al Altar de la Patria. No fueron las masas populares las que decapitaron la dictadura trujillista. Al tirano lo mataron sus amigos, y sus seguidores se mezclaron con los nuevos partidos, amparados en el borrón y cuenta nueva, y las manifestaciones de reafirmación cristiana.

El Catorce de Junio levantó sus propios objetivos y jornadas de lucha, y de los hombres de la Raza Inmortal solo tomó la fecha en que llegaron a tierra dominicana. Nadie recogió el estandarte caído, y solo conocemos la venta propagandística de la heroicidad. En política lo importante es que la lucha concluya con la toma del poder, y no en levantar héroes para la posteridad.

 La llegada del Movimiento de la Liberación Dominicana es uno de los actos más glorioso y desinteresado  escenificado por los dominicanos. Su proclama quedó sepultada en las despobladas montañas, a pesar de que sigue exigiendo una continuidad histórica. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

Por Manuel Hernández Villeta

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