En primer lugar, muerte se le llama, mundanamente hablando, al acto natural en sí. Por tanto, el errar no se le podría atribuir como tal. En todo caso factible, la equivocación correspondería adjudicarla a las entidades espirituales superiores que lo programan, actuando desde un plano celestial destinado para ese fin, y donde los yerros no se tienen; pues, todo obedece allí, a procurar la consecución presupuestada, siguiendo las directrices del plan divino adoptado, concerniente a la evolución de las almas encarnadas que conforman toda la especie humana. Y, ocurre que, el Gran Arquitecto del Universo, que es Quien dirige, ¡nunca se equivoca!
A veces, la inconsciencia sobre determinados eventos que se tienen que verificar por ley natural sobre el planeta Tierra, con respecto a la humanidad, induce a emitir pareceres errados, como ese que, en el caso que nos ocupa, estamos tratando de clarificar un poco, según lo investigado en relación con ese particular.
Uno de los hechos que, como mayor inescrutable se reporta, precisamente, aunque por supuesto, en el marco exclusivo de la mente de los hombres, cabría agregar, es la llamada muerte convencional de los humanos, a pesar de que sí es posible hoy el acopio de muchas informaciones inherentes a ese proceso evolutivo inevitable, en el plano de la matearía física densa, que permitirían formarse un juicio algo más acabado en tal sentido. Y es que, las Almas en posesión de un cuerpo físico, tienen que perfeccionarse, como condición obligada (sine qua non), para su regreso definitivo a la Fuente de Origen, el Padre en los Cielos.
Evidentemente, para poder lograr una edificación lo más sólida alcanzable posible, sobre la desencarnación de las Almas, lo que de ordinario se tiene como muerte física, a ocurrir en su momento (día, hora y minutos, precisos), hay que dedicar tiempo suficiente para investigar, con el sosiego y la humildad requeridos, en el contexto de la espiritualidad esotérica. Procurar saber dentro del mismo, lo que en verdad significa el acontecer de que se trata, como los porqués se produce.
También podría conocerse por la misma vía, quién es el hombre (general) en verdad, el Ego Superior actuante; lo que es la VIDA UNA eterna (Dios Mismo), de la cual los humanos, en este caso, disfrutan en forma transitoria, segmentos cronometrados, en términos del tiempo de subsistencia física previsto para el templo que sirve de “casa” a la entidad espiritual de que se trate (Alma), período que denominan los esoteristas: “corriente de vida”.
Que, la estructura física corporal también le sirve solamente como medio de expresión en un plano de conciencia, el físico, al cual no pertenece, pues su verdadero “hábitat” es el mundo espiritual, donde no requiere del ropaje carnal que debe abandonar al final de cada tránsito terreno, para poder retornar de nuevo el mismo (entidad espiritual) a su real residencia, el anterior espacio señalado.
Cada corriente de vida conlleva un prediseño, que está a cargo de las entidades divinas correspondientes, y en el cual se habrá de incluir cuánto sea requerido para que se pueda cumplir con la Misión Suprema terrenal asignada; y, conquistar además, la porción de karma maduro puesta sobre sus “hombros”; que dicho sea de paso, es aceptada por el Alma previo a encarnar, como la primera fase del llamado libre albedrio de que tanto se habla atribuible al hombre, y que habrá de cumplirse inexorablemente luego, durante el curso de la corriente de vida a disfrutar.
Cada tránsito físico vital, incluye la escogencia del entorno familiar, como social apropiados, y las circunstancias, o situaciones que se deberán afrontar; como, el tiempo estipulado de estadía terrenal, para el posterior retorno debido, llevando consigo el equipaje de cuánto se haya cumplido durante la misma.
Con lo que no, quedará pendiente para una próxima encarnación. Pero, el regreso del viaje desde a la Tierra que se inició con anterioridad, el mismo día en que nacen las personas (encarnan las Almas), tiene que cumplirse ipso facto, o a partir de una enfermedad física que haya venido condicionando el momento exacto. Nunca se pospone la partida. De ahí el refrán popular aquel, “de que nadie se muere la víspera, o se va después.” ¡Concluido el kilometraje a recorrer, se acabó el paseo!, si es que cabe la analogía.
En el tenor de lo hasta ahora señalado, debió llamar poderosamente la atención a todos cuántos han estado hurgando en las enseñanzas esotéricas, incluido este humilde servidor, obviamente, un artículo que publicara el señor German Marte, en el periódico “El Día”, edición de fecha 22-5-18, página 12, intitulado: “La muerte también se equivoca”, haciendo alusión directa al deceso reciente del connotado hombre del micrófono, Teo Veras.
Su opinión, respetada, pero no compartida de seguro por todos aquellos autorizados en tan delicada materia filosófica espiritual, “ de que no debió haberse producido tal “muerte”, a su edad, tomándose muy en consideración las dotes que adornaron al extinto (caballerosidad, ética, pulcritud laboral, etc.), con relación a los comportamientos despreciables de otros, que se manifiestan dentro del entorno mundano-social en que aquel participara”, pone en evidencia, su desconocimiento obvio sobre la que debe ser una temática de capital importancia para la humanidad en general: el despido obligado de los seres que nos rodean, independientemente de la condiciones que les hayan distinguido; como, los lapsos de consanguinidad, afectividad, o admiración que puedan haber unido. ¡Hay que irse, y eso es lo que cuenta, nada más!
Fueron sus palabras textuales; “al enterarme de la partida de Teo Veras, a quien apenas traté un rato, pero a quien conocí y admiré mucho tiempo, maldije la muerte y me dije una vez más: ¡caramba qué inoportuna e injusta eres! Por qué te llevas a este buen hombre, y no nos ayuda a limpiar los medios llevándote a unos cuantos de los tantos malhechores que hay en la radio. Definitivamente, la muerte también se equivoca”.
Cabría aclararle en adición al señor Marte, que según sostienen connotados esoteristas, y amanuenses de Maestros Ascendidos, en diversas obras escritas, todo el que mal proceda durante su transcurso terrenal, tendrá reservadas las puniciones kármicas que correspondan a sus inapropiados comportamientos; y, ¡qué el pase de “factura”, por la aplicación que manda la “Ley Natural de Causa y Efecto” es inexorable!
Además, que no hay que desearle la muerte a nadie, a manera de colaboración enmendatoria. El desencarnar, hasta cierto punto, significa liberación transitoria, agregaríamos nosotros, porque sí hay acumulación de karma, el llamado maduro, con el que luego hay que cargar, y conquistarlo. Que esos malhechores que hacen uso de la radio, como usted señala, por alguna razón sus actitudes se producen, ya que nada es casual, sino causal. ¡Interesante sería saber por qué!, para procurar erradicarlas.
Luego, con todo el respecto que nos merece el señor German Marte, como de muy osado se puede catalogar el señalado juicio transcrito. Y, la pregunta obvia que asalta sería: ¿quiénes somos los hombres (general) para catalogar de esa manera tan importante evento natural para la evolución de la especie humana? Ese es el único motivo por el que la misma se encuentra habitando sobre el planea Tierra.
Finalmente, para mayor edificación sobre el tema, y aguijón dirigido a los interesados en investigar, cabe señalar que, según los que saben, los hombres somos, entre las demás especies terrestres, “Atributos divinos para manifestación del Altísimo en el plano físico de la materia densa”. Somos la Idea de Dios Mismo en expresión terrenal”. Propósito: evolución del Espíritu, fragmento del Uno, que al encarnarse se convierte entonces en Alma.
Eso, creerlo o no, está a discreción de los hombres. Ahora, de no ser aceptada la concepción, la pregunta obligada sería; ¿cuál es entonces el propósito de la llamada convencionalmente vida?, cuando, incluso, a nivel del libro al alcance todos, las “Sagradas Escrituras”, nos podemos encontrar con lo siguiente, resumiendo; “Debajo del sol todo es vanidad y aflicción de espíritu”. Así lo dijo el Predicador. (Véase libro Eclesiastés, Sagrada Biblia).
¡Evolución de las Almas, sujetas a hollar todo un sendero consciente, adheridas a cuánto se requiera!, se reportaría como la respuesta más inteligente. Hacerse Una con el Cristo, primero, (Conciencia Magna de Dios Mismo en expresión terrenal. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, Juan 14-6. Claro, nunca refiriéndose al Jesús Hombre); y, luego Una, con el Padre en los Cielos.
De lo contrario, cuál sería el proyecto, u objetivo en realidad, referente a la creación de la especie humana, que innegablemente, es la que les sirve como medio para expresarse sobre el planeta Tierra. ¿Para que estaría en este plano de fantasías y mentiras?
¡En lo de carácter divino, no cabe equivocación alguna! El hombre, solo en el marco finito de su mente egotista, nada más está en capacidad de especular, cuando se trate de los actos concernientes al Supremo Creador.
Autor: Rolando Fernández
