«Hay que subir al púlpito con el periódico en una mano y la Biblia en la otra» (Karl Berth)
La verdad debe de ser tomada como tal y con humildad, sobre todo cuando proviene de una joven con claros símbolos de fe. Esto me recuerda a mi conversión al cristianismo a los 17 años. Fue un proceso intelectual penoso, pues no pude tener una Biblia propia sino hasta seis meses después de mi conversión. Luego surge una oscuridad casi del mismo tamaño de mi necesidad de Dios, pues la Biblia ―el texto sagrado― requería más que saber leer en tu idioma natal.
En los sermones dominicales se reiteraba que la Bibliaera nuestra única guía, por consiguiente, la palabra de Dios. Por lo tanto, ella debía explicar el comportamiento de la comunidad de fe y, sobre todo,ser la base de los sermones y conducta de los líderes.
Poco a poco fui dándome cuenta de que, en la praxis de las iglesias, no existía una real conexión entre ambas cosas. Me propuse devorar el libro que había llegado a mis manos con devoción, robándole horas a la noche. Recuerdo ver el sol salir con frustración al no entender lo que leía. Ante esta dificultad, me asignaron al maestro más capaz de la iglesia para contestar mis dudas, lo cual fue aún más frustrante. Esto me llevó a matricularme en la universidad en una licenciatura en teología.
Vengo comentando esto desde el 2009 con dolor y pesar, pero aquí quiero hacer una distinción importante respecto a lo que me refiero.
Cuando me refiero a la iglesia, lo hago de manera simbólica para identificar a los líderes de cada congregación: sacerdotes y pastores que son los que toman los púlpitos para hablar en nombre de Dios antelas congregaciones de fe. De igual manera, cuando hablo de protestantes incluyo todas sus ramificaciones. Esta generalización excluye a los creyentes o fieles que, con todo el amor y la fe, se congregan en busca de esperanza y salvación.
En estos días me he encontrado con un pequeño libro“Those Wo Inspire” (Aquellos que inspiran), en formato de revista, en el cual el autor comparte pequeñas reseñas sobre personas destacadas en nuestro país,en diversos ámbitos de la vida nacional. Fue una sorpresa descubrir que todos, en mayor o menor medida, despreciaban lo mismo en lo que respecta a sus gustos y a las cosas que no les agradaban.
Tengo que decir que no hay una persona más desagradable ―solo superada por aquella que haya aprendido Trading (comercio, inversión o especulador bursátil), en un curso en línea― o por quien vende productos de esos que se comercializan bajo modelos piramidales. Que estos célebres acompañantes y expertos de la autoayuda. Veo que la industria de losfamosos coaching (entrenamiento, asesoría o acompañamiento) está plagada de estos personajes,que por lo general son los principales promotores delhumo y de las alas de cucarachas que venden a sus acompañados.
Luego de vender esos sueños ―o lavados de cerebro― adquieren un poder que los hace dueños plenipotenciarios de la verdad. No puedes tener una conversación decente con ellos, en la que digas que disfrutaste de una buena Coca-Cola, que tomaste una botella de vino o que te gusta dormir hasta las diez. De inmediato te hablan de los beneficios de despertar a las cinco o de no tomar refrescos.
Me tomé todo un año y tuve que leer por lo menos 30 o 40 libros sobre el tema para poder opinar con basesfirmes sobre esas estupideces.
Tranquilos: hay principios ciertos que son generales a todos los seres humanos; hay genios, y existen personas disciplinadas. Pero la verdad es que sólo un porcentaje minúsculo de la sociedad nace con facultades que rozan la genialidad. La disciplina es tan complicada que a algunos les lleva años lograr disciplinarse en cosas que, de no hacerlo, podrían incluso costarle la vida.
En nuestros días, es común que un coach te prometa que con apenas tres sesiones de mentoría podrás dejar las drogas, hacerte rico, convertirte en gerente de la empresa donde trabajas ―aunque el hijo del dueño está estudiando en el extranjero para asumir ese cargo― e incluso que serás nombrado director honorífico con derecho a voto. ¡Por Dios!
Luego viene la payasada del emprendimiento: te dicen que debes trabajar 16 a 18 horas diarias en tu proyecto, que olvides a tus hijos, a tu esposa, a tu familia. Te entregas a esa locura, quiebras tu emprendimiento y, como consecuencia, pierdes también a tu familia. Y eso no es lo peor.
¿En qué se parecen los coaches en sus elucubraciones casi siempre fallidas, a los discursos de muchos predicadores cristianos de hoy? Por el descuido de los líderes cristianos, se ha creado una polémica reciente a raíz de un comentario de Graciela Abinader. En lugar de reflexionar sobre el abandono pastoral, muchos líderes religiosos se dedicaron a cuestionar sus quejas, como si el problema fuera ella y no el silencio de las Iglesias. Aunque se refirió al catolicismo, también incluyó a los protestantes.
Después de la pandemia y la liberación del pudor occidental, la moralidad ha descendido de forma espeluznante. La gente ya no teme a nada: proliferan los videos sexuales, el chineo, los políticos corruptos, y una larga lista de excesos. ¿Y quién tiene parte de la culpa? La Iglesia.
¿Por qué es su culpa? Porque cuando el hombre deja de creer en Dios, cree en cualquier cosa. Umberto Eco lo expresó con claridad: ese vacío espiritual necesita ser llenado, y hoy lo están ocupando los escritores de autoayuda y los coaches motivacionales.
Ya no existe la consejería bíblica. Ya no se estudia seriamente el texto sagrado. No lo veo en la cristiandad actual. El ser humano está expuesto constantemente a las pantallas táctiles, a la comercialización de la atención, a algoritmos que aprenden su comportamiento para mantenerlo cautivo y manipular su cerebro.
Por eso Sigmund Freud, en El malestar en la cultura, afirmaba: “Usted no piensa, usted es pensado”. En su época, la industria de la atención apenas comenzaba. Hoy está en pleno esplendor.
