Pobre mente la que tenemos cuando pretendemos evaluar a un presidente o los funcionarios, como suelen hacerlo algunos comunicadores, producto de que han sido parte integrante de una campaña mediática. Quien está gobernando, en este caso no hablamos de la persona del presidente si no un partido, tiene poder de compra desde las esferas del poder político, porque maneja recursos pecuniarios que otros no los pueden manejar, por no estar administrando el Estado desde el poder ejecutivo de la nación. De ese modo, a favor del gobierno, pretendiendo enaltecer su ejercicio en la cosa pública ocultando mediocridades. Este gobierno no está haciendo nada nuevo, porque su modelo económico esencialmente es el mismo.
En tal sentido, es un modelo basado en el crecimiento del sector servicio de la economía y nada de industrialización para en el país, excepto la que esté orientada a satisfacer la demanda materiales de construcciones, la industrias extractivas (mineras de capital extranjero) o tal vez las maquiladoras que sólo elaboran una fracción del producto basadas en el pago de bajísimos salarios a los trabajadores, lo que algunos países mas desarrollados no pueden hacer. La desindustrialización del país que ya se venía dando desde de los años de 80, cuando las negociaciones del presidente Jorge Blanco con el Fondo Monetario Internacional, sigue su agitado curso en la República Dominicana.
En fin, la verdad más grande es que Abinader con el modelo de economía de servicios complace a los saqueadores de riquezas del gran capital y la burguesía financiera, con una economía basada en la depredación de los activos ambientales y el despojo al Estado de todas o casi todas las áreas públicas para pasarlas al capital privado, a lo que se ve que daría pábulo su gobierno. Atención el perínclito Dr. Ricardo Nieves y también el prestigioso comunicador Domingo Páez. Las alianzas público-privadas no son para fortalecer al Estado, el que diga lo contrario está aseverando una gran falacia. No se puede pretender tapar el sol con un dedo, esencialmente es tan mal o peor la situación de malestar social en el país que en los tiempos de los desastrosos gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana, aunque se trate de cubrir el sol con un dedo y venderse el gobierno como el abanderado de la trasparencia y de que está haciendo una gran obra de gobierno. Eso es pura campaña mediática.
¿Pero cómo puede hacerla? No puede hacer una gran obra de gobierno si este está atado a los intereses del gran capital y del capital financiero. No sólo es doloroso para el que tiene un mínimo de sensibilidad social, contemplar cuando se sale a la calle como crece la mendicidad, porque a cada momento se tropieza uno con gentes en las calles pidiendo para pagar un pasaje o para comer. Estamos seguros de que muchos venezolanos que han emigrado en los últimos años, huyéndole al malestar que se generó artificialmente bajando los precios del petróleo en años atrás, especialmente mujeres que no son odontólogas o mecánicas dentales, viven peor aquí que en Venezuela porque se han tenido que dedicar oficios que les obligan a vivir en la miseria o en la inopia.
Pobres mentes las de los pretenden que van a seguir engañando a otros siendo mendaces al hablar de bienestar. Lo más grave es que con ese modelo económico basado en el crecimiento del sector servicios, especialmente de los servicios turísticos, el malestar es mucho más grave a largo plazo, con el agotamiento irreversible de los recursos naturales. 48,000 kilómetros cuadrados no dan para tanto, como pretender hacer creer Abinader y sus funcionarios. ¿A dónde han ido a parar muchos de nuestros manglares, por lo cual ya casi no tenemos peces ni crustáceos? Así no se puede. ¿Porque se construyen tantas carreteras, si con la extracción de materiales se destruyen montañas y sus bosques?
Este gobierno sólo piensa en el interés no de los pobres, ni de las clases o capas medias, pero si en los intereses del gran capital y del capital financiero, ya que el modelo económico neoliberal se sustenta en la hegemonía del capital financiero privado. Si ni siquiera se interesa el gobierno por el interés general de las empresas privadas, si no de las grandes empresas que invierten en la esfera de los servicios, sin objetar las industrias extractivas (las que extraen minerales preciosos y los que son útiles en la electricidad y las telecomunicaciones, como el platino y el litio) poco valor agregado y pero de altos riesgos, las maquiladoras y las que elaboran materiales de construcción.
No es viable a largo plazo ese modelo económico vigente específico basado en el crecimiento del sector de los servicios y en la desindustrialización, sin el deterioro de la naturaleza y la extinción de la vida, lo que seria inevitable. Nada más hay que ver cómo crece el parque vehicular: 1, 971,000 vehículos de motor en el 2006 subió a 5, 152,448 unidades en el año 2021, con casi 3,000,000 de motocicletas, siendo la importación de estas últimas de unas 179, 133. Una gran verdad es que ese modelo beneficia al capital financiero y al gran capital. Es por eso que nuestra moneda se devalúa cada vez más y desciende el salario real de los trabajadores y de las capas medias. Al aumentar la demanda de préstamos suben las tasas de interés los bancos y la moneda se devalúa y pierde poder adquisitivo.
El presidente Abinader ha dicho que se identifica o que cree en la empresa privada, claro ha dado muestra de ello con las alianzas público-privadas y la liquidación del CEA y del INAZUCAR. Según un informe de agricultura de 1998, el país contaba o cuenta con 42, millones de tierra con vocación agrícola, con las construcciones y obras viales deben haberse reducido, y de esa cantidad sólo la mitad era cultivada o está siendo cultivada. Con Abinader no se ve que haya cambiado eso y parece que va empeorarse. Habría que preguntarse si los Vicini van a vender solares con sus tierras cañeras, parecen estar en eso. Abinader ha demostrado que cree en la defensa de los intereses del gran capital y seguir con el modelo neoliberal vigente basado en la hegemonía del capital financiero. Esa es la gran verdad, no hay otra.
Por Francisco Rafael Guzmán F.
