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8 de mayo 2024
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OpiniónErnesto JiménezErnesto Jiménez

La era de la pos verdad

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«Aunque la verdad esté en minoría, sigue siendo la verdad». Mahatma Gandhi

El Diccionario Oxford de la lengua inglesa elige anualmente, entre los términos más utilizados durante los últimos doce meses, la palabra del año. Esa palabra muchas veces es el reflejo de acontecimientos que marcan el curso del tiempo, pues sirven de símbolo de los constantes y rápidos cambios sociales que vive el mundo.

En el 2013 la palabra del año fue el término «Selfie», el cual, acorde a la definición del Diccionario Oxford es una fotografía que se ha tomado uno mismo, usualmente mediante un teléfono inteligente con el objetivo de compartirla en las redes sociales. El uso abrumador de dicha palabra fue un fiel indicador del nacimiento de un fenómeno social que hoy, apenas unos pocos años después, todos consideramos parte de nuestra cotidianidad.

El 2016 fue testigo del triunfo de una palabra un poco más compleja, que a su vez, de alguna forma señala el delicado y preocupante rumbo que va tomando la historia de la humanidad. Nos referimos al novedoso concepto, llamado «post-verdad» o «pos verdad», que no es más que una circunstancia donde las emociones y las creencias personales son más influyentes que los hechos. Este término ha calado profundamente dentro de los principales analistas de política internacional, a un nivel tal, que en diversos estudios se ha demostrado el impacto de una mentira a la que, la sociedad o parte importante de ésta, otorga un alto grado de credibilidad. De esta forma, la falacia altera la realidad y distorsiona la percepción colectiva de un fenómeno social. Y como usted entenderá, las consecuencias pueden ser catastróficas.

Los líderes populistas, tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, han sido los principales catalizadores y beneficiarios, a nivel político, de esta coyuntura; en donde la apariencia pareciese imponerse a la realidad. En ese sentido, resulta llamativo que dicho fenómeno no ha sido exclusivo de países «en vía de desarrollo», sino que los casos más emblemáticos y significativos del uso de la pos verdad como herramienta política, han tenido lugar en países económica e institucionalmente desarrollados, como por ejemplo, los EE. UU. y Reino Unido.

En estos países, el ambiente generalizado de desilusión y frustración ante los fallos de la democracia liberal y la globalización, han creado una atmósfera social que lleva a los ciudadanos a desconfiar de las instituciones establecidas, y a privilegiar sus instintos y temores por encima de informaciones verificables. De esta manera, la democracia abre sus puertas a líderes inescrupulosos, que en su ambición de poder, explotan estos sentimientos para exacerbar pasiones que a la larga deterioran las instituciones democráticas, y de paso, reducen las posibilidades de vivir en paz y libertad.

La prestigiosa revista británica, The Economist, declaró al presidente estadounidense Donald Trump, como «el máximo exponente de la pos verdad», por su consuetudinario uso de afirmaciones que, aunque parecen veraces, no se apoyan en la realidad ni en datos demostrables. El magnate presidente se ha empeñado tanto en imponer su visión distorsionada de la realidad, que envió a su asesora especial Kellyanne Conway, a justificar sus inventos sin fundamento, con la famosa expresión de «hechos alternativos», es decir, una verdad paralela a lo que todos consideramos real. Esta es una muestra fatal de lo acertado que estuvo el economista danés Bent Flyvbjerg, cuando planteó que desde el poder se intenta definir qué es verídico y qué es racional.

Todo parece indicar que, irónicamente, en la llamada era de la información se abre paso una época plagada de «hechos alternativos» que, tal como advirtió George Orwell, desbrozan la realidad para cambiar el significado mismo de la verdad. ¡Estamos en los albores de la era de la pos verdad!

 

 

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