Si hay algo que se está volviendo característico en la política de hoy en día es el estilo del atropello como punto de partida en el diálogo colectivo entre las naciones. Así sea por el contexto geopolítico en el que nos encontramos, o simplemente por la caída del estado de derecho, que en muchas ocasiones es un alegato cuando se encuadran este tipo de análisis que buscan entender la diplomacia de hoy día. Lo cierto es que, el estilo comunicacional de nuestros líderes (globales) ha devenido en la altisonancia y en la desconsideración del uno del otro. Dando al traste una sensación perceptiva entre amigo y enemigo. El espacio donde la política y lo político pasa del plano adversario a la atmosfera de la enemistad.
Cuando las potencias comienzan a manejar un intercambio comunicacional de línea muy sonora, los pequeños (como nosotros) debemos cuidar que las pasiones no nos inclinen a ciertas conductas. Estados Unidos es un ente culturizador conductual, por lo que es fácil apreciar la forma en la que ciertos occidentales son propensos a montarse en líneas imitativas, perdiendo las formas y los fondos, desdibujándose y creándose desde cero con el pincel de aquel que los gobierna desde arriba. Cuando las potencias se atropellan, el papel de los pequeños no es convertirse en lienzos de aquellas, sino coordinar un conjunto de acciones que les permita ser beneficiados de los residuos que van dejando los conflictos de interés.
Esto es algo que debe tener en cuenta el presidente Luis Abinader si tiene la intención de dejar un legado importante en cuanto a la política exterior de República Dominicana. Un presidente de alto valor, constitucionalista por demás, debe jugar el papel de la neutralidad con respecto a la geopolítica convulsionadora en la que nos encontramos. Eso debe ponerse de manifiesto en las decisiones, y en el propio estilo de nuestro diálogo. Nuestro país está en la mira internacional producto de un trabajo de años y de un conjunto de decisiones que han importantizado a nuestra nación, convirtiéndonos cada día en una opción potable frente a las grandes potencias. Sin embargo, de una vez y por todas, esto hay que mantenerlo y cuidarlo con la delicadeza que amerita.
Ha llamado la atención un chiste realizado en “La Semanal” en el marco de la opinión del presidente con relación a la no participación de México en la próxima cumbre a celebrarse en diciembre. Una gracia esperada y entendida merecida por nuestra parte para dicho país. Una desconsideración, a la luz de los neófitos, debe ser respondida con otra. Pero la diplomacia está por encima de eso, sobre todo cuando emprendemos acciones desconociendo la temperatura de la tensión global por la que atravesamos. Debemos ser cuidadosos como país con respecto a las posturas que ofrecemos y cómo la ofrecemos. No se trata de responder o no a una presidenta que está a favor o no de dictaduras; de igual modo, la diplomacia está por encima de dicha presidenta. Se trata de la esencia con la que nos visualizamos a futuro en la moldura en la que nos ha tocado desenvolvernos.
Es muy delicado que República Dominicana maneje una diplomacia del “lucir” en plena polarización global. Es entendible que no podemos hacer nada como país ante la negativa de otro que no desee formar parte de una asamblea política como lo es la Cumbre de las Américas. Pese a, llevo tiempo señalando que los países como el nuestro no pueden manejar pronunciamientos que den al traste con algún tipo de sumisión. La República Dominicana no es prooccidental (Estados Unidos) u Oriental, es simplemente República Dominicana. Nuestro papel consiste en el beneficio que puedan aportarnos las pugnas entre las potencias. Consiste en convertirnos en un punto de atracción para recibirles, sobre la base de beneficiarnos de manera holística en los aspectos que cada una pueda aportarnos por separado.
Hace unos meses nos estamos visualizando muy hacia Estados Unidos, y esto naturalmente no contiene negativa alguna. Lo negativo es comunicarlo entendiéndonos de forma parcializada. El mantenimiento de posturas es estratégico cuando la postura es una decisión natural. Pero no que nuestras actitudes expresen de fondo decisiones que parecen ser complacientes con una parte en rechazo de la otra. El futuro del hegemón del mundo es incierto, al mismo tiempo que es incierto aquel que esta “destinado” a seguirle. Así de complicado es la trama global del siglo XXI. En este sentido, a sabiendas de una verdad que no existe, es prudente que nuestras decisiones no sean la elección de los bandos, sino lo que podemos sacar de cada cual.
Por Jabes Ramírez
