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19 de mayo 2024
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La abundante producción agrícola

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La suerte del sector agrícola del Gobierno se puede sintetizar en la vieja sentencia de «palo si bogas y palo si no bogas».

Constituido por un notable grupo de técnicos, algunos con bastante visión política, desarrollando una gestión dinámica, innovadora y abierta, el sector agropecuario es el que mejor imagen ha mantenido en los tres años del gobierno de don Antonio Guzmán.

Sin embargo, por una diversidad de facto-res, entre los que se cuentan el crecimiento del poder adquisitivo, en el período 1978-79, y los embates de la naturaleza, el esfuerzo que buscaba el aumento de la producción no había sido exitoso, al menos a nivel palpable e incontrovertible.

En las últimas semanas, empero, se registra en el país un notable excedente de productos agropecuarios, particularmente de plata-nos y otros víveres, de guandules, legumbres, frutas, carnes de pollo y res, huevos y leche.

Para desdicha del agrónomo Hipólito Mejía, y del equipo que encabeza en el área agro-pecuaria, en vez de reconocerse la fructificación de la inversiones y esfuerzo, se empieza a cuestionar sobre la base de que los excedentes van a perjudicar al productor.

Esto último es cierto, pero resulta simplista no advierte que se trata de un problema estructural, cuya resolución depende de múltiples factores, entre ellos de una continuada producción sobre el nivel de la demanda nacional.

El mismo Hipólito Mejía ha manifestado preocupación porque el país no acaba de salir de un círculo vicioso: Cuando producimos en gran cantidad, como no tenemos mercado de exportación garantizados se caen los precios del productor; esta caída desalienta a los agricultores por lo que la producción vuelve a disminuir, sin que podamos conquistar ni mantener mercados de exportación. Y a menudo disminuye tanto que suben los precios al consumidor y hasta tenemos que importar.

¿Qué hacer ahora que tenemos excedentes en renglones alimenticios tan importantes?

En primer lugar, desarrollar las gestiones más dinámicas para colocar una parte de la producción en mercados exteriores, empezando por Nueva York y otras ciudades norteamericanas con gran población dominicana; gestionar colocación en Puerto Rico y Venezuela, dos mercados tradicionales ahora dormidos; vale también la gira que hará esta semana por las islas caribeñas el secretario de Agricultura, aunque de nuestros vecinos nos hemos mantenido tan distantes e indiferentes, que probablemente ahora nos paguen con la misma moneda.

En segundo lugar, para que se mantenga la producción que permita asegurar mercados de exportación, se debe hacer un esfuerzo de sustentación de precios, y crear mecanismos para exportación, como ya se han propuesto las autoridades agrícolas.

Así mismo, inducir al consumidor nacional a consumir productos en abundancia, sustituyéndolos por otros, especialmente por aquellos que importamos, los víveres, los guandules, las legumbres y frutas pueden sustituir el trigo (harina), arroz, habichuelas y otros que aún se importan.

Esa inducción puede lograrse por campaña publicitaria, mejorando la oferta de mercado, eliminando intermediarios y procesando los productos que lo permiten; se ha hablado hasta el infinito de la harina de yuca o de plátano, pura o mezclada con la de trigo. Somos tan contradictorios que a pesar de que nos encantan las empanadas y «cativias», resulta muy difícil comprarlas, cuando podrían sustituir el pan de trigo importado.

Desde luego, hay algo que «se cae de la mata» cuando de excedente se habla en una sociedad con tan alto porcentaje de desnutridos. Y es ampliar el horizonte del consumo alimenticio, para lo cual hay que mejorar el ingreso de las capas de menos poder adquisitivo, en vez de mantenerlo, como es la tendencia.

Muchas cosas más se pueden hacer para romper el círculo vicioso y no seguir en el absurdo de tener que deplorar una abundancia de productos agrícolas en un país donde hay gente que muere de hambre. La salud física y social de los dominicanos lo requiere.

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