La Justicia Divina es la última instancia a la que apelamos cuando entendemos que la justicia terrenal se ha quedado corta en la administración de una sanción justa a una falta cometida, usualmente grave y dolosa para los involucrados y la sociedad.
La Justicia Divina nos consuela y esperanza ante la impotencia general que sentimos cuando los hombres se justifican en formalismos legales en vez de aplicar correctivos que ejemplifiquen una vida en valores básicos, como el de no matarás.
El asesinato de Emely no fue una aborto clandestino que salió mal, fue un femenicidio perpetrado a una menor de edad por su pareja, que además lo consumó brutalmente estando esta en estado avanzado de embarazo, llevando en su vientre un bebé de 5 meses de su asesino, cuya madre no sólo encubrió sino orquestó todo una perversa trama, enmarcada en la impunidad sine qua non a que apuestan los políticos y funcionarios corruptos.
En el Mes de la Familia y de la No Violencia Contra la Mujer, este desgarrador ejemplo de lo que pasa en nuestro amado país debería llevarnos de la reflexión a la acción de tomar firmes las riendas para decir ¡Basta ya! Ni una más que #todossomosEmely.
Por Vilma Yolanda Batista