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28 de diciembre 2025
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OpiniónJabes RamírezJabes Ramírez

Influencer, una identidad difusa

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Decía Sartori, argumentando acerca de la conceptualización sobre democracia, que somos inclinados al conocimiento de las cosas partiendo de aquello que es, y no de lo que no es. Y es que el conocimiento es un proceso dialéctico en el que la ausencia y presencia se complementan para formar comprensiones de forma más robusta. Sin embargo, entendidos en la descomposición de lo que buscamos comprender, pudiésemos generar aproximaciones mayores si partiéramos pensando a la cosa en forma negativa. Conocer su ausencia; aquello que no la compone; pensar las variables faltantes; las características inexistentes. Si pensáramos el significante de manera que busquemos las atribuciones de las que carece, lográsemos materializar conceptos partiendo desde una ausencia capaz de robustecer lo propio que buscamos. En este caso, conocer lo que es un influencer parte del conocimiento de aquello que no es.

Es preciso comenzar diciendo que la figura del influencer es precisamente la nada. Un influencer es un sustantivo digital inexistente que cobra vida partiendo de la significación propia que su audiencia manifiesta sobre él. Es un ente totalmente desfigurado que se materializa solo bajo la influencia de aquellos que lo perciben. El influencer es precisamente una cosa influenciada de un ecosistema digital que lo configura desde su propia matriz. Por tanto, es una pintura de tonos diversos que dice mucho y dice nada a la vez. La figura de este cuerpo ficticio no es más que un medio por el cual otros transmiten un mensaje. Personas, instituciones, marcas, movimientos sociales, ONG´s,  partidos políticos; todo en tanto sea capaz de transmitir un mensaje cualquiera.

El influencer es sino una construcción de aquello que otros piensan que debe ser. Son personajes que no son fines en sí mismos sino medios para fines desconocidos a ellos mismos. Un influencer es una figura capaz de ser todo aquello pensado por otro, por tanto, no es un ser auténtico desde su propio núcleo. Es evidente el choque existente al momento de ofrecer una significación propia a aquello que simplemente nace bajo una articulación de percepciones mixtas. Partiendo de esto, es totalmente descartable pensar a esta figura bajo la concepción de una presencia de redes con capacidad de influir en otras personas de forma natural. Esto sería una retórica industrial bien acomodada a la necesidad de contar con una herramienta antropomórfica que sea funcional para los fines publicitarios.

El influencer nació del ecosistema digital bajo la lógica de carencias personales. De entrada, es un ser vacío con vicio de espectáculo y reconocimiento, el cual la industria valida como instrumento para fines mercadológicos. Convirtiéndose las redes en un espacio con fines de construcción para una estima propia nace el influencer como ganador de una competencia de exposiciones personales. La conformación de su influencia se genera sobre la tóxica competencia de exposiciones personales; una competencia insana, turbulenta y sin filtros de acción, solo con la lógica de hacer un llamado de atención.

El influencer tiene su influencia allí donde mengua su propia personalidad para convertirse en una amalgama conductual necesitada de valoración. Ocurre una dialéctica interesante en relación de éste con su segmento. Es el nacimiento de influencias a la vez que busca incidir de forma activa sobre aquellos necesitados de figuras sociales con las cuales identificar sus emociones. El influencer juega su rol allí donde personas carentes de personalidad necesitan modelos sociales con los cuales validar sus sesgos. Necesitan símbolos corpóreos canalizadores con quienes puedan sentirse identificados. Ahí yace la naturaleza propia del que influye y el influenciado; son carencias conjuntas que se encuentran y se validan la una con la otra.

En sentido social, el influencer es el residuo de una estima podrida en exposición. Un asocial escondido tras una cámara para hacer resonar sus carencias. El influencer es el combustible cognitivo que necesitan aquellos aduladores de espectáculos continuos. Aquellos que no se sacian y necesitan ver en escena una cosa tras la otra para aprobar o desaprobar. El influencer es la víctima de un circo sinfín, apelando al guión del día siguiente. Es efímero y fugaz como su personalidad. Es una identidad que se sujeta a dos variables. La primera, el poder económico que configura su creencia sin esta serlo. La segunda, es su inclinación para enmendar su juicio una y otra vez, siempre que este funcione como utensilio de legitimidad. En fin, el influencer es la nada materializada; la inconsistencia perpetua de una cosa que no sabe si influye o es influida.

Por Jabes Ramírez

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