Introducción
Falacia lógica (Falsa dicotomía)
No hay solución dominicana al problema haitiano
El noreste de Haití representa una excepción en medio del caos generalizado que vive ese país. Mientras Puerto Príncipe enfrenta una profunda crisis de violencia, el departamento del Nordeste, particularmente la zona fronteriza con la República Dominicana muestra estabilidad y desarrollo. Este contraste demuestra que la inversión puede ser una herramienta eficaz para lograr la paz social. En ese contexto, el parque industrial Codevi ha sido un pilar económico. atrayendo atención internacional como modelo replicable.
Codevi, acrónimo de *Compagnie de Développement Industriel*, fue inaugurado en 2003 por el Grupo M, un conglomerado empresarial dominicano. Desde entonces, se ha consolidado como uno de los mayores empleadores binacionales, brindando trabajo a más de 20,000 personas, la gran mayoría haitiana. Su éxito no se mide solo en exportaciones, sino también en su impacto social.
Soluciones sin violencias
La actividad económica de esta empresa ha transformado por completo a Juana Méndez (Ouanaminthe), Haití y Dajabón, República Dominicana fomentando la convivencia entre trabajadores de ambos países. A diferencia de otras regiones, aquí la frontera se percibe más como un punto de encuentro que una división. Esa interacción pacífica ha reducido tensiones históricas. El ejemplo de Codevi muestra que el desarrollo económico puede prevenir conflictos antes que intervenciones armadas.
La otra cara de la moneda
Puerto Príncipe, por contraste, ha colapsado institucional y socialmente. En esa ciudad, más del 80 % del territorio está controlado por pandillas, y se estima que casi medio millón de personas han sido desplazadas internamente. La falta de empleos, servicios y educación son terrenos fértiles para el crimen. En el noreste, sin embargo, la inversión ha logrado contener fenómenos similares, ofreciendo una alternativa clara a la violencia estructural.
Sembrando esperanzas
Proyectos como este evidencian que crear empleos dignos, impulsar la infraestructura y fortalecer la educación pueden generar paz social sostenible. Haití cuenta con una abundante mano de obra joven que necesita oportunidades. Replicar ese modelo en Gonaïves, Cabo Haitiano, Les Cayes o Petit-Goâve permitiría descentralizar el desarrollo, reduciendo la presión sobre la capital y debilitando el poder de las pandillas.
Beneficios colaterales
Además del parque industrial, el mercado binacional que opera dos veces por semana entre Juana Méndez y Dajabón proporciona alimentos a miles de familias haitianas. Esto es vital, dado que solo el 20 % de los productos alimenticios consumidos en Haití son producidos localmente. La agricultura, abandonada durante décadas, apenas sobrevive, por lo que el intercambio fronterizo se convierte en una red de apoyo crucial para la subsistencia de la población.
Ni odios ni malquerencias
Otro aspecto destacable es la convivencia cotidiana entre haitianos y dominicanos. Al final de cada jornada, miles de empleados cruzan la frontera de regreso a sus hogares sin contratiempos. Esta rutina refleja una integración funcional que desmiente narrativas de enemistad perpetua. Esa parte de los límites fronterizo, lejos de ser una herida abierta, se ha convertido en un punto de cooperación informal y necesaria para ambas partes.
Cero violencias
El entorno de estabilidad en el noreste no es casual: es fruto de políticas empresariales de largo plazo, coordinación local y oportunidades sostenidas. En zonas como Puerto Príncipe, donde predomina la economía informal, el desempleo juvenil supera el 50 %, mientras que, en el departamento nordeste, el acceso a empleo formal ha reducido los riesgos de reclutamiento por bandas armadas. Esta diferencia es clave para entender el potencial de la inversión como antídoto a la violencia.
Frente a esta realidad, apostar por soluciones puramente militares parece insuficiente. Las intervenciones armadas, sin respaldo económico y social, rara vez producen resultados duraderos. Haití es el mejor ejemplo. Invertir en industrias, servicios básicos y educación técnica podría neutralizar las causas estructurales de la violencia. El empleo y la dignidad pueden hacer más por la paz que cualquier fuerza extranjera armada.
No más dádivas
La cooperación dominicana ha sido fundamental, ha mostrado un camino posible. Más que limosnas o ayuda humanitaria ineficaz, lo que Haití necesita son inversiones productivas, mucho más que planes binacionales. Son necesarios acuerdos internacionales que fortalezcan su capacidad interna. Seguir enviando recursos que terminan en manos de élites corruptas, ONGs con opacos intereses solo perpetúa la dependencia, la ineficiencia institucional y en consecuencia la miseria ancestral de ese conglomerado humano.
Continuar por ese camino
En varios lugares de la frontera dominico-haitiana coinciden ciudades de ambos paises, divididas solo por un río o una calle: Belladère-Comendador, Anse-à-Pitres-Pedernales, Malpasse-Jimaní. Todos estos puntos podrían convertirse en nodos de desarrollo como Juana Méndez-Dajabón si se implementaran políticas similares. La geografía ya ofrece la ventaja; falta decisión política, visión estratégica y apoyo financiero internacional.
El sueño o la pesadilla de la unificación de La Española
Las profundas diferencias históricas, culturales, lingüísticas y religiosas entre Haití y la República Dominicana hacen prácticamente imposible una unificación entre ambos países. La historia haitiana está marcada por su lucha contra la esclavitud y la colonización francesa, mientras que la República Dominicana tiene raíces españolas y una experiencia colonial totalmente distinta.
Culturalmente, Haití preserva tradiciones africanas y su lengua principal es el criollo haitiano, en contraste con la República Dominicana, donde predomina el español y hay una influencia cultural europea más significativa. La religión también es un punto de divergencia; Haití está influenciado por el vudú, mientras que la República Dominicana es mayoritariamente católica. Estas diferencias han forjado identidades nacionales únicas y han contribuido a tensiones que imposibilitan la integración. La alarma del reloj despertador histórico hace mucho que está sonando es hora de despertar de esa pesadilla.
Epílogo
El modelo industrial representa una alternativa viable y concreta frente al colapso haitiano. En vez de insistir en soluciones militares externas y fantasías de unificación, Haití y sus aliados deben priorizar la inversión productiva, la creación de empleos y el fortalecimiento institucional. El noreste del país ya ha demostrado que la estabilidad es posible. Replicar esa experiencia es quizás la vía más realista hacia la paz y el desarrollo duradero.
Por: Carlos McCoy.
CarlosMcCoyguzman@gmail.com
