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27 de diciembre 2025
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OpiniónAnn SantiagoAnn Santiago

Idiocracia: República Dominicana en versión sátira (pero sin chiste)

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Hay algo perturbador en ver Idiocracia y darte cuenta de que ya no es una película… es un documental. Una sátira que se suponía exagerada, absurda, imposible. Y sin embargo, aquí estamos: con un celular en la mano capaz de conectar con el mundo entero, pero usando ese poder para hacer challenges estúpidos, dar like a gente sin talento, y elegir gobernantes con el mismo criterio con el que elegimos memes.

República Dominicana no se queda fuera del chiste. La historia política de este país parece escrita por un guionista aburrido que solo copia y pega la misma trama: promesas vacías, líderes carismáticos, discursos bonitos, corrupción, escándalos, indignación en redes sociales… y repetir. Cambiamos los nombres, pero no el sistema. Cambiamos al presidente, pero no la mentalidad del pueblo.

Y lo más peligroso: cada vez exigimos menos para entregar más.

La tecnología avanza. Nosotros retrocedemos.

Antes, para ser presidente había que parecer inteligente. Ahora solo hay que saber bailar, decir un par de frases populistas y pagar una buena campaña en redes.
Antes el pueblo se reunía en plazas para pelear por su libertad. Hoy dejamos comentarios de indignación y seguimos scrolleando.

¿En qué momento nos volvimos tan fáciles de manipular?

Tal vez fue cuando confundimos entretenimiento con información.
Cuando creímos que gritar en Twitter era lo mismo que cambiar el país.
Cuando normalizamos la mediocridad en todos los niveles: en la educación, en la justicia, en la política y en nosotros mismos.

Porque sí, hablemos claro: los gobiernos de República Dominicana han sido, en su mayoría, el reflejo perfecto del país que permitimos ser.

Hemos tenido dictadores que nos enseñaron a tener miedo.

Líderes “democráticos” que nos enseñaron a conformarnos.

Gobiernos “modernos” que nos vendieron progreso mientras hipotecaban el futuro.

Y ahora tenemos figuras públicas que parecen influencers más que estadistas.

Y la tecnología, que debería hacernos más conscientes, solo nos está haciendo más adictos a la distracción.

Vivimos en el país donde puedes tener 5G, pero no agua potable, donde construyen un metro, pero los hospitales siguen sin medicamentos, donde hay drones en campaña política, pero apagones en los barrios.

El problema no es que nos gobiernen los idiotas. El problema es que se lo estamos permitiendo.

Porque cada vez que elegimos con el estómago y no con la cabeza… retrocedemos.
Cada vez que votamos por el que “cae bien” y no por el que tiene propuestas reales… retrocedemos.
Cada vez que preferimos un bono de mil pesos antes que un cambio de sistema… retrocedemos.

La película decía que un día el mundo estaría lleno de adultos con mentalidad de niños, controlados por empresas, entretenidos para no pensar.
Bienvenidos. Ya llegamos.

¿Y entonces?

No quiero un artículo que solo se queje.
Quiero hacer una pregunta incómoda:

¿Realmente queremos un mejor gobierno,
o solo uno que nos entretenga mientras todo sigue igual?

Porque gobernar un país no debería ser un reality show, pero si seguimos comportándonos como audiencia… seguiremos viviendo en una idiocracia tropical, donde el poder lo tiene el que más grita, no el que mejor piensa.

La tecnología no es el problema.
El problema es que la usamos para distraernos en vez de despertar.

Y mientras sigamos durmiendo…
los idiotas seguirán gobernando.


Por Ann Santiago

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