Cualquiera pensaría que se pretendía “agarrar fuera de base” a los dominicanos, con la introducción del proyecto de ley sobre trata de personas , explotación y tráfico ilícito de migrantes, en plena navidad , puesto que el presidente del senado recibía dicho documento por parte del presidente de la República Luis Abinader , el 12 de diciembre del año pasado , cuando la gente estaba gastando el “doble sueldo” que ya debía desde inicio de año y pendiente a todo menos a eso , lo cual crea cierta suspicacia sobre las verdaderas intenciones que están detrás de dicho proyecto … ¿ por qué no enviarlo a vistas públicas para ser discutido y consensuado? Es como hacer funcionar el mundo al revés, enviar un asunto fuera del sentido común para que seamos los que no podemos tomar la decisión, los que reparemos ese mamotreto jurídico. La misiva que lleva estampada la firma del presidente, termina de la siguiente manera: “Someto a consideración el proyecto de ley en cuestión, esperando que los honorables legisladores le impartan su voto de aprobación”. ¡Chanfles!
En tal sentido, después de leer lo que el presidente envió al senado para su aprobación, a uno le queda un mal sabor de boca, es como si al presidente, algún organismo internacional de esos que han luchado toda la vida para joder a la República Dominicana, le haya enviado un borrador para dicha ley y no se le haya quitado ni una coma. Nuestro país no está en condiciones de asumir dicho castigo y mucho menos a pagar el precio de un proyecto de tal magnitud. La República Dominicana tiene una condición poco usual en el mundo (comparte su territorio insular con otro país) y tiene una condición única en el mundo, de estos pocos países que comparten la misma isla, es el único que tiene como vecino a un estado colapsado a todos los niveles.
Por cuanto, queda esperar que se imponga el sentido común y el patriotismo (si es que tienen) de quienes toman las decisiones y están llamados a defender los intereses de los dominicanos. Confiemos pues en que el que provocó este alboroto, sepa resarcir sus faltas y que nueva vez el héroe y el villano sean la misma persona.
Por: Pedro René Almonte M.