Con la llegada de diciembre y las maratones navideñas en streaming, es inevitable volver a caer en el hechizo de Harry Potter. Y este año, mientras veía por enésima vez las películas, algo me golpeó diferente. El Ministerio de Magia, con todo su caos organizado, sus reglas infinitas y sus intentos por mantener el orden mágico, se parece sospechosamente a cualquier organización intentando que sus programas de cumplimiento realmente funcionen.
Avada Kedavra. Crucio. Imperius. Tres maldiciones imperdonables que cualquier mago reconoce al instante. Pero hay una cuarta, mucho más común en las empresas, y contra la que ni la varita de saúco tiene poder: «Aquí siempre lo hemos hecho así».
El Ministerio de Magia tiene departamentos para absolutamente todo. Aurores persiguiendo magos oscuros, oficinas regulando apariciones, registros de criaturas mágicas, control de artefactos encantados. Es una maquinaria compleja que nos enseña algo fundamental sobre Compliance, la magia sin estructura es caos puro, pero la estructura sin propósito se convierte en burocracia vacía. El truco está en encontrar el equilibrio justo.
Cuando el Ministerio funciona bien, mantiene el orden en un mundo donde literalmente cualquier cosa puede explotar, transformarse o desaparecer. Eso es exactamente lo que hace un buen programa de cumplimiento en cualquier organización. No se trata de prohibir todo ni de llenar gavetas con manuales que nadie lee. Se trata de crear el marco necesario para que la creatividad, la innovación y el crecimiento sucedan de forma segura y sostenible.
Voldemort, ese villano cuyo nombre nadie se atrevía a pronunciar, representa algo que vemos todo el tiempo en las empresas. Esos riesgos de los que todos susurran en privado pero nadie escala oficialmente. El conflicto de interés incómodo. La práctica comercial en zona gris. La situación que «mejor no remover ahora porque genera resultados». Durante años en el mundo mágico decían «El-que-no-debe-ser-nombrado» creyendo que ignorarlo lo haría menos real.
Un programa de cumplimiento bien diseñado crea precisamente esos espacios seguros para nombrar lo difícil antes de que se convierta en crisis. No se trata de cazar brujas ni buscar culpables, sino de identificar riesgos a tiempo, hablar con claridad y proteger tanto a las personas como a la organización. Porque llamar las cosas por su nombre no es crear problemas, es resolverlos mientras aún es posible.
Los dementores, esas criaturas que absorben toda felicidad y esperanza, son la metáfora perfecta de la cultura organizacional tóxica. Esa que hace que las personas caminen como zombies, que nadie haga preguntas, que todos repitan «así son las cosas aquí» sin cuestionar nada. Pero la buena noticia es que podemos crear nuestro propio Patronus corporativo. Un ambiente donde las personas se sientan valoradas, escuchadas y respaldadas para hacer lo correcto. Donde reportar una inquietud sea visto como compromiso real, no como traición. Donde el área de Compliance no sea «los que siempre dicen no» sino el equipo que ayuda a encontrar el «cómo sí» de manera responsable.
Hermione Granger merece un reconocimiento especial en esta historia. Ella demuestra que conocer las reglas no te hace aburrido ni cuadrado, te hace estratégico. Entiende que las normas existen por buenas razones, pero también sabe cuándo aplicar criterio y cuándo buscar soluciones creativas dentro del marco. En las organizaciones, el mejor Compliance funciona exactamente así. Conoce el negocio a fondo, entiende sus desafíos reales y trabaja junto a las áreas para lograr objetivos de forma ética y sostenible. No paraliza, impulsa con inteligencia.
Y luego está Dumbledore, quien con todas sus imperfecciones nos enseña lo más importante sobre liderazgo ético. No se trata de ser perfecto ni tener todas las respuestas. Se trata de ser coherente entre lo que dices y lo que haces. De tomar decisiones difíciles guiado por valores, incluso cuando el camino fácil está justo al lado. Porque todos los códigos de conducta del mundo valen cero si la alta dirección no los vive en su día a día. La buena noticia es que cada vez más líderes entienden que la ética no compite con los resultados, es la base para resultados que realmente duren.
Las empresas no necesitan hechizos mágicos ni fórmulas secretas. Necesitan sistemas bien pensados, personas comprometidas y líderes que entiendan que el cumplimiento no frena el crecimiento, lo hace posible de verdad. Porque cuando las cosas se hacen bien, todos ganan. La organización crece con solidez, las personas trabajan tranquilas, los clientes confían y los reguladores duermen mejor.
Harry Potter nos enseña que incluso en un mundo donde todo es posible con magia, lo que marca la diferencia siguen siendo las decisiones, los valores y el trabajo en equipo. En nuestras organizaciones aplica exactamente lo mismo. El Compliance no es esa oficina aburrida que pone trabas burocráticas. Es la fuerza que, bien aplicada, permite que la verdadera magia suceda. La de construir empresas exitosas, responsables y profundamente humanas.
Así que este diciembre, mientras vuelves a ver las películas, tal vez notes algo nuevo. Que Hogwarts funcionaba no solo por la magia, sino por las reglas claras, los valores compartidos y los líderes que dieron ejemplo incluso en la oscuridad más profunda.
Mischief managed.
¡Compliance activo o consecuencias!
Por: Alexandra Suberví Bello.
Especialista en gobierno corporativo y estrategias de Compliance.
© 2025. Todos los derechos reservados.
