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24 de abril 2024
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OpiniónMatías VizcaínoMatías Vizcaíno

Hablemos también de sexo prematuro

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Biológicamente es posible que el cuerpo humano a partir de los 12 años comience sus órganos reproductores a formarse según su función: el varón a eyacular y la hembra en capacidad de inseminarse. Como es de suponerse este proceso normal de la formación humana provoca serios apetitos eróticos; donde al mozo y moza le aparecen o se manifiestan deseos reprendibles de sexualidad.

Por eso, de alguna manera mucho antes de dicha aparición carnal, hay que ponerle freno y candado a las imágenes externas y sensaciones que permea su cerebro.

Y, una forma de aprender a controlar esas sensaciones naturales del desarrollo es la revisión efectiva del diseño y programa de políticas públicas de formación en educación primaria sexual.

Y luego, con la participación de los padres y la familia, la escuela y las iglesias reforzar a los menores (casi mayores) de edad con educación de sexualidad en adolescentes,
La misma estaría abocada a atender los diferentes factores culturales, de poder y de pobreza que incide directamente a entorpecer el curso normal del crecimiento de los jóvenes; y también, a ser protegidos de los estímulos exacerbados que proyectan la publicidad, los programas de variedades en la radio y televisión, películas, canciones y revistas con contenidos subliminalmente eróticos y nocivos a la salud del adolescente.

Sus mensajes le ocasiona malestar al tejido familiar y social. Parece que su fin es persuadir, trastornar y destruir al joven. Llevarlo hacia una relación sexual prematura con o entre adolescentes, sin ningún propósito ético.

Dicen los psicólogos: «ese tipo de relación predispone su madurez biológica. Porque cuando un mancebo adelanta su proceso de actividad sexual afecta toda su relación natural».

Entonces la premonición es que todo esto afectaría la concreción de su idealización o proyecto profesional. Por ejemplo: si ella se embaraza, o él preña a la mujer, la repercusión es multifactorial y se poduce el efecto cascada.

Digamos: en lugar de brindarle la ayuda, resulta que los primeros en burlarse de esta situación embarazosa son sus propios parias (a pesar que ellos tienen altísimas cuotas de responsabilidad). Le dan la espalda para que ella lleve a ñango el fruto de la improvisación, o él tenga que dejar los estudios y ponerse a trabajar (en una ciudad donde hay déficit laboral, y más para menores).

Por otro lado, además de este asunto de embarazos inoportunos, no deseados, y que en la mayoría de las veces no usan métodos preventivos, corren riegos a infección de transmisión sexual, a VIH, a abortos, a convertirse en madres solteras, a aumentar la deserción en la escuela, etcétera.

En ese sentido, no sé qué puede usted pensar, pero yo siento que de resolverse el problema [solamente] del matrimonio infantil, y no el de la sexualidad prematura, seguiríamos atrapados en la madeja con un problema grave encubierto.

Por Mathias R. Vizcaíno

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