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23 de diciembre 2025
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OpiniónLeonardo GilLeonardo Gil

Gobernar bien no es un acto heroico, es aplicar sentido común

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En tiempos donde la política parece cada vez más dominada por gestos espectaculares, frases grandilocuentes y promesas inalcanzables, recordar que gobernar bien no es un acto heroico, sino aplicar sentido común se vuelve un principio urgente y necesario. La buena gestión no requiere de figuras mesiánicas ni de discursos épicos: necesita de líderes que escuchen, evalúen, decidan y actúen con lógica, responsabilidad y coherencia.

Gobernar con sentido común significa priorizar lo que realmente impacta en la vida cotidiana de la gente. Significa entender que si las calles están rotas, hay que repararlas; si las escuelas carecen de materiales, hay que proveerlos; si los hospitales no tienen insumos, hay que gestionarlos. No se trata de reinventar la rueda cada cuatro años, sino de mantenerla girando en la dirección correcta, con eficiencia y estabilidad.

La ciudadanía no espera milagros, espera resultados. Quiere gobernantes que administren los recursos con prudencia, que hablen con la verdad y que no estén desconectados de las realidades del día a día. El sentido común en el ejercicio del poder se traduce en cercanía, transparencia y capacidad para tomar decisiones que, aunque a veces no sean populares, son las correctas a largo plazo.

En la República Dominicana, como en muchas democracias jóvenes, se ha confundido muchas veces la política con el espectáculo. Se ha premiado al que grita más fuerte, no al que gestiona mejor. Pero la madurez política de una sociedad se mide por su capacidad de valorar a aquellos que construyen silenciosamente, que suman sin dividir, que lideran sin avasallar.

En ese contexto, surge la idea de una “revolución del sentido común”: una transformación basada no en rupturas innecesarias ni en confrontaciones estériles, sino en la firmeza de hacer lo correcto sin drama. Gobernar con sentido común es mirar al ciudadano como un sujeto de derechos, no como un voto que se conquista con espectáculo. Es entender que gobernar bien no es hacer magia, sino resolver problemas.

La política no necesita más héroes que prometen salvarnos; necesita más servidoras y servidores públicos que apliquen principios básicos de buena administración, diálogo real y visión de país. Porque al final, el verdadero liderazgo no está en la grandilocuencia, sino en la sensatez de quien gobierna para todos, con lógica, humildad y eficacia.

El autor es consultor en comunicación política y de gobierno.

Por Leonardo gil

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