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14 de mayo 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

fin del caudillismo

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La era de los grandes caudillos terminó en la República Dominicana con el siglo 20. El surgimiento de un líder poderoso y único necesita una coyuntura especial, fuerza de liderazgo, sometimiento de sus seguidores y lealtades a toda prueba.

Pero en el siglo 21 no hay espacio para los caudillos. Ahora mismo no existen las circunstancias donde se cuajan las columnas del caudillismo, y por el contrario se impone la senda de la concertación y el diálogo.

Hay aspirantes a caudillos, que no pasan de ser líderes de ocasión, que pueden liderar un partido momentáneamente, pero que no tienen poder total, y por el contrario muchas de sus decisiones terminan en fraccionamiento y disgustos.

Para la actividad partidista, el caudillismo es lo más dañino que se puede producir. Cercena el espíritu democrático, ahoga todas las voces, y solo el mandamás tiene derecho a   opinar y fijar líneas.

Los partidos  modernos tienen que ser frentes de masas donde impere el respeto, se escuche la voz de las mayorías, se respalde a las minorías, y se mantenga el balance entre los ricos y los desarrapados. Para el caudillo solo existe él y los demás son fieles servidores.

La historia dominicana está tachonada del caudillismo. En todos los momentos de nuestro devenir,  se impuso el capricho de un hombre. En el siglo 20 se vivieron pocos momentos de democracia, y siempre estuvo presente el listón negro por la pérdida de las libertades.

Surgieron en el siglo 20 tres grandes caudillos, nacidos de los cambios sociales que se presentaron en el país luego de la muerte de Trujillo. Por la política del borrón y cuenta nuevo el trujillismo supervivió en la República Dominicana, solo que se cambió de traje y de apellido.

Los males que han padecido los dominicanos desde el ajusticiamiento del tirano Trujillo se deben, fundamentalmente, a que nunca se sepultaron sus ideas, su método de gobernar, su baja filosofía sobre la existencia humana. Todos copiaron el autoritarismo de Trujillo, cuando lo obligatorio era sepultarlo con su cadáver.

La muerte de Trujillo y la revolución de Abril del 65 produjeron cambios estructurales en la sociedad dominicana, y allí surgieron los tres grandes caudillos de la segunda parte del siglo 20. Cada uno con ideas diferentes y puntos de vistas enfrentados sobre como gobernar.

Con  la desaparición física de Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez terminó el caudillismo   dominicano. Es más, las escuelas partidistas creadas por estos maestros de la política desaparecieron, y solo quedan reflejos lejanos y aislados.

Tiene que surgir un movimiento partidista democrático, abierto a todas las corrientes, con cambios de liderazgo, donde se respeten las ideas,  y haya permanente diálogo y consenso entre todos los sectores sociales. Querer traer el caudillismo por las greñas, hundirá el sistema de partidos en el país. Lo nuevo, lo cambiante y lo joven se impone en el mundo de hoy. ¡Ay, se me acabó la tinta!

Por Manuel Hernández Villeta

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